Encuentros y Reencuentros [Morada de Myles/Yule 2010]

Al sentir los brazos de Diana rodeandome suspiré de pura satisfacción. Luego miré directamente a sus ojos y sonreí. -Loghan me ha ayudado- señalé con mi dedo al druida que la había traido. -El cree que podemos traer al resto de nosotras- mi mirada aun la recorría sin poder olvidarme del milagro de que estuvieramos juntas una vez más. -Estás muy hermosa, pero siempre lo fuiste ¿no? Creo que todas hemos cambiado, quisiera ver a las otras-
Solo salí del trance al notar la mano en mi hombro. El roce fue eléctrico para mi. Sus palabras hacia ambas me molestaron como si solo yo tuviera derecho pero su obvia preocupación terminó por ganarme.
-No tengo pensado hacer más ningún exceso- le dije mirándolo fijamente y luego me senté sin dejar de mirar su ojos hasta que le sonreí a Diana. -¿Como?- quería preguntarle muchas cosas pero solo pude decir esa palabra y ella entendería.

Loghan, mi amiga hablaba de él como si se tratara de un salvador, por lo que le dirigí una significativa mirada de escepticismo al aludido que permanecía distanciado de la escena. El comentario de ella me robó una sonrisa; la miré mientras peinaba un mechón de cabello tras su oreja.
- Tú también fuiste hermosa siempre, como el encanto de una muñeca de porcelana… ahora estás hecha…- observándola con atención, descubrió que parte de esa fragilidad que antes la envolvía se había perdido, quizás fuera su cabello pelirrojo o los rasgos sensuales que habían adoptado su delicado rostro-… una femme fatale.- le susurró, para que ninguno de los hombres pudieran escucharla- Tu prima se sentirá orgullosa de ti.
Se arrepintió de esas palabras de solo decirlas. Hablaban de ello como si pudieran volver a verlas alguna vez, y dudaba aún de si eso era posible o nada más que un sueño inalcanzable. Por más de que Loghan lo había prometido.
Sus ojos verdes estudiaron con atención la mano de ese joven que se acercaba a su amiga con tanta familiaridad. La mirada azul de él dejaba traslucir su preocupación. Abrazándola por sus hombros la llevó hasta el sillón, tal como lo había indicado el médico, pero encargándose sola de la tarea dejando en claro que no necesitaba ayuda masculina.
-¿Cómo? ¿Todavía lo preguntas? Si fui yo la primera que propuso la creación de una Orden, siempre supe que estaríamos juntas- le guiñó un ojo compartiendo con ella una broma interna del grupo-, el medallón me trajo hasta aquí.- colocó una mano sobre el dije que colgaba de su cuello.- Pero fue diferente a las otras veces,... esta vez no parecía que estuviera viviendo ajena sus desventuras, esta vez podía llegar a ti...- murmuró.

Supuse que la demora de Myles se debía a que se encontraba atendiendo las heridas de Valentine, lo que me obligaba a esperarlo con paciencia. Sin embargo, acostumbro ser un hombre detallista demasiado observador, quizás, y con el hábito de pensar mal. Por lo que me percaté de que el estado de las ropas de mi compañero evidenciaba una desfachatez ausente horas antes al marcharme dejándole a cargo de la hechicera. Lo estudié mientras se acercaba a Diana para saludarla, demostrando una caballerosidad propia de alguien que se deja impactar por una belleza aparente y que no fue testigo de una desenvoltura tormentosa por parte de la misma.
Valentine llegó después; me gustaba, no podía negarlo, nunca he sido ciego en cuanto a las mujeres. Llamaban mi atención las que presumían de un aire sensual, pero apreciaba también el trato amable. Ella me había cautivado al primer momento. Por eso me molestó verla bajar las escaleras tras Myles, por la expresión de su rostro al verlo con Diana. “Estás viendo cosas donde no las hay” me reprendí, pero se que tengo que averiguarlo, o no estaré en paz.
El encuentro de las dos amigas es claramente emocionante para las ambas; me puse en pie para retirarme de la sala y respetar su privacidad, notando como Myles asistía a Valentine en cuanto a sus heridas. Al acomodarse en el sofá, carraspeo para hacerme notar.
-Creo que ambas tienen mucho que contarse- dijo, haciendo una seña a Myles con la mano para que lo siguiera.- Nosotros estaremos fuera, platicando. Si necesitan algo, solo llámennos.

Mantuve mi mirada en la suya mientras ella se sentaba complacido porque aunque destilando un poco de veneno hiciese caso – No todos los excesos son malos, los buenos puedes hacerlos – le conteste mirándola con cierto brillo provocativo. Por unos minutos me quede observando a las dos amigas, la curiosidad me invadía pero la voz de Loghan atrajo a regañadientes mi atención lo mire con fastidio, no me gustaba que me diese ordenes pero ya me iba acostumbrando a su forma de ser. Pose de nuevo mi mirada en las mujeres – si más tarde os apetece tomar o comer algo avisarme y os lo preparare en un momento – les dijo sonriéndoles y con resignación salio fuera de su casa. Se acerco a Loghan - ¿crees que las otras tardaran mucho en llegar? y a ver como llegan pobres mujeres deben haber sufrido mucho – comento acercándose a la madera para apoyarse en ella y dejar vagar su mirada por el bosque.

Rodé los ojos cuando´escuché lo de "femme fatale" pero la alusión a mi prima hace que baje la mirada. En mis pensamientos solo veo un halcón pues ella no ha dejado que la imagen de su cuerpo -maltratado pero jamás doblegado- nos llegue.
Miré absorta el que un día fué mi medallón y recordé la tienda en la que le dije adios a Diana sin saber que no nos veríamos en 9 años.
-¿Crees que llegaste primero porque habíamos intercambiado nuestros medallones?- le pregunté y asentí al comentario de Loghan sobre darnos más intimidad. -Diana, ¿has sabido algo de las otras?- pregunté ansiosa sin embargo las palabras de Myles me estremecieron, aunque me mantuve callada lo miré con rencor.
Posé mi mirada de nuevo en Diana, y le acaricié la mejilla. Yo estaba en pésimas condiciones pero aun así traté de abrazarla.

Una de las pocas palabras que nunca utilizarían para describirme es sonriente; recibir una sonrisa mía más allá de lo meramente amable es común, pero no soy bromista por naturaleza ni de risa fácil. Es más común verme con una expresión seria, pensativa o abstraída, y en ese momento observaba a Myles entre la seriedad y a un paso de la amenaza, pues ese fue mi tono de voz cuando le dije:
-Si, supongo que traen consigo muchas heridas- entrecerré mis ojos, porque se que cuando estoy intentando reprimir algo y sonar calmado se vuelven oscuros como el carbón-, y no permitiré que aquí sufran tampoco. Tu hermano es mi mejor amigo, Myles, pero se que no es un santo y sinceramente no se si puedo basarme en él para hacerme un concepto de los Rondeau…- se acercó a su compañero como un depredador rodeando a su presa;- por las dudas te dejaré algo en claro, no intenten nada que pueda lastimar de una u otra forma a esas mujeres.
Se colocó a su lado, apoyando sus manos en la baranda para mirar el bosque mientras dejaba caer como de pasada, pero con toda intención:
-¿Sabes, Myles? Valentine me gusta, desde el primer momento en que la vi, que la tuve en brazos, me parece una criatura cautivante.

Un escalofrío de emoción recorrió mi cuerpo hasta llegar a mis manos, al recordar esa tarde en una villa donde ella se despidió de mi, se marchó con su primo tras dedicarme una despida que prometía ser temporal y nunca más haberla visto. Ni a ella ni a su prima. La exploradora, quien sonreía con descaro a las adversidades de la vida, podía verla aún sentada para recibir en brazos a quien era su pequeña hija. Los ojos me escocieron de rememorar esas presentaciones, de esa charla que se insinuaba banal y era en realidad una muda despedida. De su cuello se desprendió del colgante, y se lo entregó a su amiga.
-Fuiste la segunda en irte…- susurró con la voz quebrada, pero carraspeó para recuperar su tono arrogante:-… las demás se fueron al poco tiempo. No se nada de ellas desde hace tantos años,…
Los recuerdos la abrumaron, pero sus ojos verdes se mantuvieron fríos, carentes de toda emoción que rebelara el dolor que sentía con la presencia de esas imágenes entrecortadas.
-Te creí. Esa vez dijiste que nos volveríamos a ver, yo te creí. Irónicamente, ese día perdí el escepticismo.- le tomó de la mano, sonriendo.

Tomé mi colgante en las manos, tantos años sin el y sin embargo al tocarlo lo sentía como mío. Me quité el colgante que llevé durante nueve años y se lo colgué.
Al ver que ambos druidas salían de la habitación mi mirada siguió a Myles y luego cerré los ojos. Al mirar a Diana negué con la cabeza. -No preguntes- le dije y sonreí. -Sigo siendo la misma rara de siempre solo llevo aquí 2 horas y...- señalé hacia la puerta. -Olvídalo.-
No se me escapó el tono de su voz y una vez más me lastimó el pensar en que al irnos poco a poco ella se había quedado atrás.
Sentí el tacto de sus dedos al tomar mis manos. -Siempre confiaste en mi, y nunca fuiste tan escéptica, a fin de cuentas cuando yo llegué ese día al claro tu ya estabas reunida allí, quizás no sabías que ibas a crear una Orden, pero estabas allí.-

Note cierto tono amenazante en la voz de Loghan pero no me moleste en mirarlo ni en cambiar de postura, estaba decidido a demostrarle que no me intimidaban sus palabras. – Si están heridas las curare, para eso estudie medicina, hasta ahora ninguno de vosotros os habéis quejado – exprese en el mismo tono firme y amenazante que él - y tampoco creo que lo haga Valentine –acote con malicia esbozando una sonrisa provocadora.
Deje que el silencio lnos envolviese por unos segundos - Loghan, no intentes compararme con mi hermano, es imposible encontrar un patrón de los Rondeau somos impredecibles – le aconseje sonriendo socarronamente con la vista aun fija en el bosque.

Solo las ultimas palabras del druida consiguieron sacarme de mi estudiada tranquilidad, provocando que mirase fijamente con los ojos entrecerrados a Loghan, me habían molestado y no sabia porque, …¿celos? no, eso era ridículo no me importaba tanto ninguna mujer. Conteniendo mi malestar opte por adoptar una posición cínica – a todos nos gustan las mujeres que despiertan nuestro instinto de protección, nos hacen sentir más importantes – mi tono era peligrosamente burlón - yo también la lleve en brazos, esa suavidad y ligereza cautivan a cualquiera – la confusión que las ultimas horas me habia provocado estaba dando lugar a mi más desafiante versión. – La impaciencia en tu voz cuando llegaste a mi casa y la tensión palpable que había entre la mujer y tu me hace pensar si tu mismo podrás cumplir lo que reclamas, cuídate de no ser tu quien las dañe. – deje caer mirandole significativamente.

Malditos sean los Rondeau por ser tan altaneros; cuando esa característica se demostraba en ellos, sentía ganas de darles un buen golpe y de ponerlos en su lugar. Lo que vendría a ser, igual o por debajo de mí. Pero nunca por encima, estoy demasiado habituado a andar por el mundo dejando en claro cual es mi posición como para que alguien intente tambalear siquiera mi puesto. En vez de dar con su mejilla de jovencito, mi puño cerrado se descargó contra la baranda.
-No las lastimaré- arrastré las palabras con la bronca que acababa de despertarse en mi interior.
Respiré hondo para agregar con voz más calmada, con aire conciliador pero igual de amenazante:
-Te dejo las cosas claras desde el principio, Myles, para que después no existan malentendidos. Tengo muchos defectos, y entre ellos, el de ser implacable para conseguir lo que quiero- aclaré dándole una palmada en la espalda-. No quiero listillos en esta isla, nadie que busque una aventura de paso con esas mujeres, ¿se entiende? Deberán respetarlas- señalé con la mirada el interior de la casa.
Le di una última palmada más fuerte, y bajé las escaleras a paso rápido para encaminarme a la costa, donde el susurro del mar podría tranquilizar mis nervios exaltados, en [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

En mi cuello sentía nuevamente el peso del colgante que en una Navidad me habían obsequiado mis amigas; con el regresó la calma y la seguridad que había perdido durante tanto tiempo. Esta vez si una lágrima logró escapar de mi control, para rodar por mejilla marcando una senda que fue cortada cuando me la sequé con una mano. Era una lágrima de rabia, una liberación de la impotencia que sentí tanto tiempo, una eternidad estuvimos separadas. Algún día me tomaría mi revancha, mirando los límpidos ojos azules de Valentine supe que por ella y las demás, tendría mi momento de gloria. Lo juré en silencio.
Seguí su mirada para descubrir que era el médico quien acaparaba su atención, no mencioné nada sobre ello, no era el momento. La abracé sobre los hombros sonriendo:
-No digas eso, nunca fuiste rara. Eres especial, son dos cosas diferentes.
Estuve allí. Siempre estuve allí. Cuando todas se fueron yo continué ahí, bajo ese árbol en el Colegio de Hechiceros, vagando entre rostros desconocidos, forjando lazos con personas que la Corte consideraba excedentes pero necesarios allí; ningún lazo tan fuerte como el que había tenido con mis amigas de la Orden, porque cuando ellos lo cortaron perdí parte de mi.
-Creo que esta Orden fue una de las ideas más locas que podría llevar a cabo, y la más acertada en toda mi vida.- opinó, riendo- Ustedes me acompañaron siempre aunque estuviéramos a kilómetros de distancia,… ¿qué fue de ti en todos estos años?- preguntó.

Al sentir su abrazo sonreí y la abracé a la msima vez, en mi interior bendiciendo a los druidas pues ellos habían hecho una llamada para traernos y brindarnos una segunda oportunidad que nunca esperamos. Confiaba en ello, en la posibilidad del reencuentro y de estar juntas por siempre.

Tomé su mano como si jamás me hubiera alejado ese día en la tienda, porque en mi interior nunca la sentí lejos. Para mi siempre estuvo ahí, traspasando la frontera del espacio y coincidiendo en mi tiempo y en mi ansia de un lugar mejor.

Miré la sonrisa de mi hermana tanto tiempo lejos. Si en un momento hubiera dudado de los milagros ver a Diana sonreir me hubiera curado de incredulidad.
Me alcé de hombros ante su pregunta. -Vagar- respondí y a mi memoria vinieron los recuerdos de cuando me dirigí con mis primos a Rumanía. El primer ataque, como Thera le pedía a su hermano que se llevara a su hija y cuidara de ella, mientras ellas dos intentaban frenar a sus perseguidores. Como una noche Thera no regresó, su prima, la fuerza de su debilidad, la protección a su peligro. Le narré lo mejor que pudo todo esto... -... Y luego comencé a verlas a ustedes en la misma situación.- Con un suspiro resumí todo lo que sentía y abracé a Diana.

-¿Que fue de ustedes, que fue de ti?- pregunté finalmente.

Quería sujetarla, y no soltarla jamás. Llamar a mis otras amigas para suspender esa felicidad en el tiempo, en un lugar que me había devuelto una esperanza que había dormido durante tantos años. Escuché su versión de hechos con seriedad inmutable; la abracé para contagiarnos de la dicha del reencuentro.
-Intenté escaparme del colegio al poco que te fuiste- le conté, quedamente recordando esos momentos en que la soledad me había asfixiando, cuando ni la presencia de mi hermana y de la más pequeña de nosotras logró consolarme;- pero no podía dejarlas, ni a ninguno de los estudiantes que ignoraban la verdad. Cuando me encontré sola a kilómetros de ese colegio, a merced de los ataques de la Corte, me deshice de mi identidad como el acuerdo tácito que hicimos todas. ¿Adivine en que me convertí?- me acerqué a su oído para susurrarle entre risas:- Con engaños, sabiendo mantener lo poco de mi herencia que logré esconder, me hice a mi misma una dama sin nombre. Viajaba sin descanso, para nunca ser hallada, me presentaba como la amante de algún viudo imaginario de alta clase. Nunca se me ha dado bien la miseria y el anonimato. No se esconderme, solo escapar, eso fue lo que hice, de un puerto a otro.

Su historia me hizo sonreir, nunca la hubiera imaginado vagando tal como hice yo; pero la mente de Diana tenía un don para salir de malas situaciones con elegancia, tal como ella lo hizo.
Aunque no tuve yo esa misma vida de lujos no puedo quejarme. -Luego de la desaparición de Thera- pero las palabras quedaron atragantadas en mi garganta y las lágrimas comenzaron a deslizarse. De todos los que conocía yo confiaba en ella como nadie. Mi prima era la "Suprema Femme Fatale" para mi. Ella era un ejemplo a seguir, sin embargo desde que había vuelto al colegio por segunda vez Thera había perdido su fuerza y vitalidad tal como ella era antes. Como si su personalidad estuviera siendo absorvida y ya no más ella misma. La decisión de irnos la salvó en ese sentido pero no sabía si podía contar con que ella aun estuviera a salvo.
Enjuagué mis lágrimas como pude y comencé a narrar un poco de mi historia para Diana, esperando con fuerzas tener que narrarla muchisimas veces más... tener a mis otras hermanas de la Orden allí.
-Conocí a varios mendigos- sonreí recordando a todos aquellos que estuvieron a mi lado. -Gracias a ellos sobreviví. Intent´tomar poseción de mi título de vizcondesa pero ellos me hallaron, fue un plan tonto. Sin embargo por las calles de Londres, en los lugares donde ningún ser humano creería que existe vida yo encontré un hogar. Nunca lo hubiera creido aunque ahora me parece evidente, pero todos los mendigos de todas las tierras tienen un código en común, un código que te identifica aunque vayas vestida de reina. De esta manera fui pasando por las fronteras de varios países y escondida jamás traicionada encontré una familia y los que no tienen nada me dieron todo. Porque como humanos somos tan presumidos que jamás miramos hacia el fondo, hacia abajo. Allí con los que no tienen nada aprendí que era la abundancia, pues solo existe una regla "Ayuda mutua". Sin intereses, ni restricciones.- Narré mi historia recordando a quienes me recogieron y a todos a lo largo del camino. -Allí había muggles y magos y ambos se respetaban como igual, la magia no se creía superior, allí era su igual y muchos de ellos me ayudaron, me enseñaron a comprender los grandes sucesos reflejados en nuestro entorno y muchos dieron su vida por mi.-

Mi silencio se hizo eterno. -¿Crees que deberíamos ver si ha llegado alguien más?- pregunté ansiosa

-De princesa a mendiga, un gran paso.- musité, reconociendo que Valentine siempre había tenido la elegancia de la nobleza, pero una sencillez admirable.- No te lamentes por los desafortunados, todos reciben lo que dan. Los nobles la gloria, los malvados el infierno.- la última frase se tiñó con una promesa.
Si lo hubiese imaginado; cuando la vi marcharse con su hermano Viktor para perderse de vista, no sospechaba los sucesos posteriores. No soñaba que sería de mi vida, ni que desdichas deberíamos afrontar todas las señoritas que un día osamos formar una orden. Todavía podía vislumbrar el rostro sonriente del líder de la Corte, una sonrisa que guardaba amenazas tácitas.
-Si, pero antes…- limpié las huellas de lágrimas que habían quedado en sus mejillas, mirándola fijamente para tocar un tema serio:- Quiero que me hables de esos hombres.

Una sonrisa irónica curvó el lado derecho de mi boca, pero al hacerlo recordé a la dueña legítima de esa sonrisa y miré mis manos sin saber que decir.
Ví la promesa muda de Diana pasar como un rayo violeta por la oscuridad de sus ojos y temí por un nuevo enfrentamiento o una nueva separación... sin embargo para ese momento aun faltaba y estaríamos todas preparadas. En ese momento, ese día, al ver la luz de la venganza atravesar cual rayo la mirada de quien un día fuera la escéptica, me juré a si misma que pasara lo que pasara tendría una fe ciega en ella.
Las últimas lágrimas habían sido borradas por una mano amiga.
-He conocido a cuatro de ellos, Myles- al decirlo miré hacia donde Myles se había ido y suspiré negando con la cabeza y evitando mirar a Diana. -Es médico y esta es su casa. También está Loghan, de todos ellos me siento más segura con él que con ninguno, aunque Aidan me pareció un angel, pero demasiado lejano y Lucien no me agrada; tiene un aire peligroso.- Tomé las manos de ella en las mías. -Aun así me han dado la bienvenida y me han curado, dice Loghan y yo le creo que aquí estaremos a salvo.
Me llevaron a un lugar muy lindo, como un jardín Diana- le dije tratando de hacerme entender. - De allí se ve el lugar donde un día estoy segura que viviremos. En esta tierra está nuestro hogar- confesé finalmente mis visiones, todo aquello que había visto mirando las estrellas, observando los cambios y escuchando al viento cantar. Nunca ví hechos concretos pero a veces sentía que cosa era la correcta.
-Debemos prepararnos, sé que lo sientes en tu colgante, sé que la sientes aquí- le dije poniéndome de pie.

Me adelanté caminando sabiendo que ella, quien se había presentado como Megan Brown me seguía.
Tenía nombre de hechicera, de esas que aparecen en las historias y su aspecto físico era el de una de ellas. Me sentía fascinado, pero lo que en realidad me sorprendía era mi sentimiento de posesión hacia ella. Yo quería cuidarla como una hermana, ella era demasiado joven para que ninguno de nosotros intentara algo más que una amistad. Quería que confiara en mi y darle mi amistad. Mis pensamientos me los mantuve privados y al llegar a la casa de Myles toqué en la puerta y abrí y me hice a un lado en silencio.
Sin embargo no dejé de observar la cara de Megan, quería ver el placer de reunirse de nuevo con el resto de ellas. No sé porque pero de pronto verla sonreir era importante.

Ignoré deliberadamente el aire extraño y particular que envolvía a Valentine cada vez que mencionaba el nombre de Myles; mis manos se contrajeron en un puño inconcientemente al oírle decir que de todos el que más confianza le inspiraba era Loghan. Podía entender perfectamente el por qué, con sus ademanes de seguridad cualquier joven vulnerable se sentiría a salvo bajo su cobijo. Pero la araña también tejía su tela antes de devorar a su presa. Recordó a los otros dos de su llegada; creía no equivocarse en asociar el nombre de Lucien al moreno que había –con su sonrisa burlona, atractiva y peligrosa- captado su atención sin darle posibilidad a su compañero de siquiera recibir una mirada de parte de ella.
Creía en el fervor de Valentine cuando declaraba que esa tierra era su hogar.
-Si nuestras hermanas están de acuerdo, haré lo que esté a mi alcance para quedarnos y proteger este lugar- le aseguró, tomando su mano. En el instante del contacto con su piel, un escalofrío recorrió su médula despertando sus sentidos. Giró su cabeza sobre su hombro para fijarse en la puerta de entrada de la casa, con la ansiedad reprimida en su pecho.

Seguí al druida con todos mis sentidos en alerta preparada para fundirme con la naturaleza ante el más mínimo indicio de peligro. Si la situación hubiese sido distinta hubiese disfrutado admirando el paisaje que atravesaba, pero en esos momentos solo me preocupaba la posibilidad de reencontrarme con mis amigas, agarre el medallón con fuerza cada vez notaba su presencia más cerca, ¿seria posible o mi mente me engañaba?, llegamos a una casa y mientras subíamos los escalones mi corazón martilleaba mi pecho con violencia, aunque en el exterior estaba calmada los nervios me atenazaban cuando el hombre abrió la puerta. Entre con cautela a la casa y pronto dos mujeres acapararon mi atención, observe con detenimiento sus caras, la esperanza atenazaba mi garganta, primero sentí estupefacción, seguido de alivio y finalmente una gran emoción que amenazaba con desbordarme – Hermanas hechiceras – las nombre con voz ronca por las emociones y sin contenerme más corrí a sus brazos

Estaba de pie, pero no pude correr ni acercarme primero. Solamente la veía allí, y en un principio no la reconocí, pero era demasiado joven y en su mirada encontré a alguien a quien una vez pensé haber perdido. Era apenas una niña, la más pequeña de nosotros. Luego algo se desencadenó dentro de mi y me lancé a sus brazos, en medio del abrazo una de mis manos quedó atrás invitando a Diana a unirse a nosotras.
La noté nerviosa aun, ella era una mujer pero seguía temiendo los ataques como la niña que un día fue cuando empezaron. -Eres tan linda- le dije sin cansarme de mirarla, mi mirada vagaba de ella a Diana sin poderme creer que las tenía a mi lado. "Funciona" pensé tomando mi medallón y mirando el de ellas.
-Todas estais llegando- dije sin pensar y luego caí en la cuenta del hombre que había en la puerta cerca de nosotras y le dí las gracias calladamente mientras pensaba que aun faltábamos tres de nosotras. Me sentía con ganas de abrazarla y sentarme a platicar y dentro de mí estaban las ganas de ir hacia el círculo a donde yo había llegado. Ví el círculo nuevamente en mi mente y una nueva imagen se hizo visible para mi. Un halcón sobrevolaba en círculos.
Sin embargo pese a mis ganas de volver a ver ese halcón no quería separarme de Megan y Diana y por unos momentos me permití observarlas a ambas.

Un estruendo aturdió mis sentidos como el relámpago de una tormenta, nublándome los ojos ante la visión de una joven que al entrar –mentiría si dijera que inesperadamente- nos había llamado hermanas. Cerré los ojos con fuerza para no permitirme llorar; en tanto la envolvía con mis brazos respondiendo a la invitación de Valentine de unirme a ellas. Los recuerdos hicieron mella en mis emociones, devolviéndome esos tiempos en los que la necesidad angustiante de escapar del colegio debía combatir contra el deseo de permanecer al lado de esta niña –ahora muchacha- y mi hermana. Lo entendía por ella, pero a veces quería reclamarle a mi hermana mayor el por qué no huíamos las tres juntas de ese lugar. Tantas veces volví sobre mis pasos, con la cabeza gacha, reprimiendo mi espíritu de nómada.
Fui la primera en disolverme del abrazo, en parte para guardar la compostura, en parte porque tenía la misma intención de Valentine de observar el crecimiento en mis hermanas hechiceras. La pequeña estaba casi irreconocible, quizás porque era la única que en nuestras épocas de amistad aún conservaba parte de su infancia. La pelirroja puso en palabras mis pensamientos.
Avancé unos pasos para tomar la cara de la recién llegada en mis manos, sonriendo como cada vez que saboreaba un triunfo.
-Hemos encontrado un lugar que nos permita estar juntas otra vez- anuncié- Bienvenida.
No me importaba ya las intenciones de los hombres que habitaban esta tierra, sabía que si contaba con mis amigas, nosotras teníamos el poder de decisión.

Un profundo suspiro de satisfacción salio de mi boca al sentir el calor del abrazo de mis amigas tanto tiempo añoradas. Rodeé a cada una con un brazo y me relaje, por primera vez en años sonreí, de corazón, de verdad y la sonrisa se reflejo en mis ojos que se iluminaron al oír las tiernas palabras de mi amiga. Mire a Diana observando cada detalle desconocido de su rostro, todas habíamos crecido – vosotras siempre fuisteis hermosas – conteste aun sonriendo pasando la mirada de una a otra.

Con reticencia me aparte de ellas cuando Diana deshizo el abrazo y vi hacia donde miraba Valentine, al ver al hombre en la puerta recordé donde estaba y me tense – Gracias… – musite mirándolo con los ojos entrecerrados – …por retrasarme – acote al final con acidez y me volví de nuevo hacia mis amigas.

Sonreí con afecto a Diana al sentir la calidez de sus manos en mi rostro, sus palabras me emocionaron como hacia siglos que nada lo hacia, una agradable sensación de bienestar invadió mi pecho y unas solitarias lagrimas de alivio humedecieron mis mejillas. Respire profundamente y las mire a ambas con intensidad – al fin tendremos el hogar que siempre deseamos tener – afirme acariciando con cada mano la mejilla de mis hermanas.

Parpadee un momento para recobrar la claridad en la vista que se me nublaba a causa de las lagrimas y carraspee un poco para recuperar la compostura – Contarme ¿cómo debo llamaros ahora escéptica, observadora? – pregunte paseando la mirada de una a otra.

Luego de separarnos no pude dejar de percatarme del aire tenso con el cual ella le respondía al druida en la puerta. Al parecer no era la única que había tenido algo más que un roce verbal y sonreí de medio lado al pensar en Diana y Loghan y finalmente en Myles...
Volviendo al presente puse mi mano en el pecho. -Valentine D´Remy- me había prometido no presentarme más como una Lady luego de que me trajera tantos problemas para huir.
Miré a mi alrededor, "Hogar" si, al fin lo habíamos encontrado, puesto que siempre creí que el hogar es un cierto orden en el que podemos vivir siendo nosotras mismas.
-Pronto estaremos todas- dije mirando a través de la ventana y me giré hacia ellas- Mi prima ha llegado-

Intentaba mantenerme allí tan invisible como sólo yo sabía hacerme, acostumbrado a tener paciencia y a mezclarme con el entorno. No quería bajo ningún concepto inmiscuirme en la conversación privada que estaban teniendo.
Unicamente cuando ella me habló presté atención. Cada pequeño rasgo de su cara me era fascinante, aunque no pretendía dejarme llevar por eso. Para mi era preciosa como una hermana pequeña, ella era la persona que yo debía cuidar y Ay! del druida que intentara dañarla.
Sonreí por su bravuconería, ella era demasiado niña y aun así intentaba defenderse del extraño hombre que yo seguramente era a sus ojos, ella no sabía que yo era la última persona que le haría daño.
-De nada hada- murmuré en voz baja más para mi que para ella y dando media vuelta me fui nuevamente a [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].

Como invocándolos con el pensamiento, mis ojos encontraron el intruso en la escena al cuál nuestra pequeña hermana había dedicado un seco agradecimiento. Era un joven que no recordaba de mi aparición, quizás se había escondido tras los mayores o fuesen los mayores quienes más habían absorbido mi atención. Le dirigí una significativa mirada de que se podía retirar, aunque creía que él mismo había captado el mensaje sin que se lo dijéramos. Era una bienvenida privada y no había cabida para ninguno de ellos. ¿Es qué todos eran así? ¿No podíamos estar con esos hombres sin que una tensión provocara chispas?. Dominantes por su lado, desconfiadas por el nuestro.
Sonreí al oír la mención de la palabra hogar.
-Claro, y te prometo que pronto crearé un castillo y contrataré un millón de sirvientes. Viviremos como las princesas que somos.- de soslayó me fijé en Valentine, aprovechando el momento para una broma inocente.
Siguiendo a mi amiga mayor, hice una pronunciada reverencia extendiendo una falda invisible con mis manos e inclinándome suavemente.
-Diana Montblanc- ladeé la cabeza--¿Y tú, pequeña?

Yo también lo sentí, creo que era porque con cada llegada recobrábamos la inmensidad de nuestro poder. Sin cerrar los ojos, pude ver un halcón peregrino sobrevolando. ¿Cuándo llegaría mi hermana?
--Creo que la isla está a punto de conocer a quien la pondrá de cabeza- tomé la mano de Megan y la de Valentine, guiándolas hacía el exterior al balcón. No soy una persona que vive sus emociones a desborde, pero hace tiempo había abandonado la insensibilidad, estaba ansiosa de volver a mis amigas reunidas.

FdR: Ni Myles ni Jake pusieron a donde se dirigían, así que son libres de optar porque estén en otro lugar o aún permanezcan en el balcón. ^^