La Tierra del Árbol Sagrado

Veía esa luz, ese lugar de paz. Estaba aun en la tierra en la que nací, pegaba mi cuerpo a la tierra tratando de recuperarme. Era la segunda vez que veía esa luz.... pero esta vez ya no tenía fuerzas para resistirme. Intenté apretar fuerte el medallón, a través de mis percepciones hacer llegar esa imagen a mis hermanas de la Orden.
Una magia antigua tiraba de mi pero cuando abrí los ojos me encontraba en el centro de unas runas de piedra y varios hombres me rodeaban.
Mi primer instinto, pese a mi debilidad física fue defenderme. Ya estaba paranoica, veía enemigos en todos lados, luego de nueve años aprendías que no se podía confiar en nadie que no fuera de La Orden..
Ellos se comportaban de forma diferente, no se si fué por su increible belleza o por su amabilidad, o quizás porque ya estaba tan cansada que pensaba darme por vencida; no se.
Intenté levantarme pero no pude y me quedé sentada esperando que me ayudaran o me remataran, pues aun estaba muy herida.

Esa no era mi tierra. Nadie elige de donde viene, sino a donde va, dicen. Era mi tierra por elección, por decisión de un ser que buscaba escapar de una responsabilidad y a la vez redimir la culpa cumpliendo con un legado de antaño. Di todo de mí para ser quien soy, un druida, pero la esencia permanece ahí, la de un exiliado por voluntad propia.
Prometí proteger este lugar; eso significaba tomar medidas drásticas cuando las circunstancias lo ameritaban. La magia agonizaba, y aunque nosotros hacíamos lo posible por mantener el equilibrio, la ausencia de mujeres druidas desestabilizaba la situación. Las necesitábamos. Nosotros, descendientes antiguos druidas nos habíamos presentado en la isla, pero ellas –como herederas- nunca llegaban. Por eso las llamamos, a través del poder de conexión del Árbol Sagrado.
Una de ellas respondió. Llegó.
Una hermosa joven de mirada perdida, con aroma a inocencia pero con escalofríos de terror. Me compadecí del trastorno que le había causado su viaje; doblé una rodilla frente a ella y le tendí mi mano derecha para que la tomara. Le sonreí amablemente.

-Bienvenida a la Tierra del Árbol Sagrado- la saludé, ayudándola a incorporarse y poniéndome de pie yo también-, la isla de los druidas.

Eslovako de nacimiento, extranjero en el universo. Vivía en ese estatus en el que no eres de aquí, pero tampoco eres de allá. No perteneces a ningún lado. Y así hasta que llegué a La Tierra del Arbol Sagrado.
Mis antepasados se revolcarían en sus tumbas si vieran mi vida antes de venir aquí, jamás encontré a la dama que debería haberme sacado de la oscuridad. Cuando llegué a este lugar y juntos los druidas fuimos cuidando de esta tierra, construyendo una burbuja de equilibrio y protegiendo la naturaleza; por un momento me sentí completo. Pero ya no es suficiente, necesitamos a las mujeres, a esas descendientes. hemos sido testigos de su dolor, de cada sensación. Estamos unidos a un nivel superior, nuestras almas pueden comunicarse. Eso es lo que siempre he sentido. Mi mundo interior es enorme pero está vacío. Todos aunque no lo digamos tenemos la esperanza de encontrar a nuestra otra mitad del alma.
Estábamos haciendo un esfuerzo enorme tratando de atraerlas ese esfuerzo parecía estar dando resultados. Todos nos miramos con un brillo distinto en los ojos cuando llegó la primera. Estaba terriblemente mal herida y mis conocimientos médicos se limitaban a animales... así que me quedé sin saber que hacer, no importaba Loghan lo hizo por todos nosotros.

Cuando uno de ellos se arrodilló ante mí, mis temblores remitieron un poco y aun indecisa le tendí mi mano para levantarnos juntos.
De pie les miré a todos, uno por uno. -¿Que es este lugar? ¿Son ustedes de La Corte?- Al mencionar "La Corte" por instinto solté su mano y me aparté. Si iban a atacarme debería estar preparada. No duraría ni unos minutos pero no me entregaría facilmente y si de paso me llevaba conmigo a uno o dos no estaría mal para las otras. Un regalo de despedida.
Cuando todo comenzó a dar vueltas pensé que era otro tipo de magia...luego caí en la cuenta de que estaba demasiado debil para estar de pie. Aun parada sostuve mi medallón y mandé las imágenes que necesitaría el resto de La Orden, luego me desmayé.

Mis temores se confirmaron; esas hechiceras corrían riesgos semejantes a los de nuestra isla. La magia más que un don, puede llegar a ser una maldición. Las preguntas confundidas de esa aterrorizada muchacha me llevaron a improvisar frases que murieron antes de brotar de mis labios al ver –repentinamente- como su mirada azul perdía el miedo para adquirir el brillo de desafío. Como un ciervo que se transfigura en un tigre. Espejismo que se pierde al minuto siguiente, cuando sus ojos se cierran ocultando esa atractiva imagen, desmayándose. Me apresuré a darle alcance antes de caer, para sostenerla en brazos.
-Tranquila- le susurré, aunque no sabía si ella podía escucharme-, estás en casa. Esta tierra te ha estado esperando durante décadas para darte cobijo. Aquí, nadie nunca más te podrá hacer mal- prometí, deslizando una mano en su cabellera rojiza para acercar la cabeza a su pecho.- Despierta.
Miré a los otros druidas buscando algún consejo u opinión, renunciando a un puesto de líder que nadie me otorgó pero del cuál hacía uso sin conciencia. Ellos eran mis hermanos, esa isla era nuestra casa, contando con ellos nunca más sería solamente yo.

Sin tener a la muchacha en mis brazos, sentía la angustia de Loghan. Pero yo me había quedado pensando en sus palabras, aquellas que habían hecho que la chica se rebelara asustada pero dispuesta a presentar batalla. "La Corte" parecía ser quien la ponía en estado de alerta. Aunque mi miedo por las otras fue aun mayor, tenía que arriesgarme. No nos podíamos permitir perderla a ella.
-Sé que las otras corren peligro- les dije a mis hermanos druidas. -Pero creo que por hoy lo mejor será ocuparnos de esta muchacha. Está muy debil. Podemos llevarla al [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

Fdr: Lo dejo aquí, postea luego en el Jardín Mirador y luego lo hará Valentine.

-No puedo negarte que es bella, Loghan- comenté vagamente en tanto caminábamos hacia el círculo de piedra-, pero tampoco es para que la miren como si pasaran hambre desde hace semanas. ¿O es que lo pasas, amigo?- bromeé.
El prado se encontraba aún descampado, sin embargo las luces del atardecer le conferían un aspecto mágico. Esa noche tendrían que montar guardia, no fuera que a las señoritas se les ocurriera responder la llamada a deshoras. Y por supuesto, Myles estaría muy –quizás demasiado- ocupado con Valentine. Loghan diría que estaría ocupado resolviendo asuntos o dando la bienvenida a una nueva llegada si es que esta aparecía. Así que solo quedaban Aidan y él para quedarse hasta el amanecer; sería una larga noche de cuentos de los Carpados o como fuera que ese lugar se llamaba. Aunque la parte de lo del alma gemela y lo que era para toda la vida le resultaba un fastidio, lo que incluía a dragones u otros seres mitológicos era digno de escuchar.
Suspiró imaginando lo que tenía por delante en las horas futuras de ese día.

Subir la cuesta hacía el circulo de piedras era casi una costumbre de los druidas, tanto que el camino llegaba a resultarle de lo más sencillo. Era el lugar ideal, así como el Árbol Sagrado, para buscar la soledad que a veces era necesaria. En especial cuando se convivía con compañeros tan bromistas como Lucien.
-No pienso discutir mis gustos o hábitos contigo- le respondí cortante, sin molestarme en mostrarme amable con él, pues hace tiempo había abandonado el intento.-, cuando cierras la boca eres mucho más agradable.
Guardé las manos en los bolsillos del pantalón, sintiendo como la brisa cálida de las últimas horas del día rozaban mi cuello descubierto por los botones desabrochados de su camisa. Un aroma a mar se filtró por mi nariz, y sediento, inhalé con fuerza. Sin darme cuenta, había cerrado los ojos, concentrándome en ese aire que traía algo más consigo, ese gusto exótico de las flores del bosque. Cuando abrí los ojos, sabía que estaba a punto de suceder.
-Ya viene.- advertí a Lucien.

La oportunidad que se me presentaba era una en un millón; ella me necesitaba y esta vez, podría ir a ayudarla. Y cualquiera que me conoce lo sabría, yo nunca dejó escapar una oportunidad. Vacilé, es cierto, sorprendida por ese llamado que me invitaba a transportarme, pero solo lo suficiente para recordar esa máxima. Había creado una vida con las ruinas de un pasado destruido, era una dama a donde iba pero una fugitiva errante que nunca pasaba por un mismo sitio dos veces, un aparente bienestar que hice a un lado para saltar al abismo de ir a por mi realidad. Ellas fueron lo más real que tuve en toda mi vida.
Todo giró a m rededor, y cuando llegué, a través del halo de vapores y desconcierto que me envolvía, logré abrir los ojos, y reconocer el lugar. Las piedras que formaban un círculo como si de un santuario se tratara, como si el lugar que ocupaban guardaba algún significado especial. Era el mismo espacio donde ella había llegado; para mi no era desconocido y esa era una ventaja con la cuál contaba. También sabía que esperar, la presencia de los hombres. Dos de ellos, mirándome. Apreté mis puños con fuerza e inmediatamente me arrodillé en la tierra para golpear la superficie. Un temblor sacudió el lugar, para desestabilizarlos, y seguidamente hundí mis dedos en el pasto, ordenándole la creación de un lazo que se sujetó de los pies de los dos hombres. Con una mirada fiera, rugí:
-¿Dónde está?- mi cabello suelto caía por mi rostro, en desorden, pero sabía que como nunca, mis ojos verdes podía reflejar el coraje que sentía en ese momento.
Nunca más la dejaría sola. Lo había prometido hace nueve años; no había cumplido, no obstante esta era mi posibilidad de remediar esa falta de antaño. Yo nunca permito que una oportunidad se me escape.

Ella se materializó frente a nosotros rodeada por una niebla, y como bien lo sabíamos, la llegada de cada una podía ser diferente dependiendo de sus particularidades. Teniendo en cuenta que Valentine solo estaba cubierta por un velo transparente, esta debía ser completamente distinta. Con el temblor que sobrevivo a su arribo, clavé una de mis rodillas en el pasto y me aferré al pasto. Así que esa era la magia que hacía fama a estas jóvenes. Asombrado, miré a la chica ahora visible. Se encontraba en una posición semejante a la mía, invocando algo más. El pasto empezó a crecer hasta apresar mis pies, incapacitándome de intentar caminar o huir, aunque esto último no lo intentaría jamás. Ella me miraba con furia; pero eso no me intimidó, en cambio, consiguió el efecto contrario. Era como el desafío que había visto en Valentine por un instante, aunque este se mantenía ahí.
-Si quieres ir con ella, detente- le ordené.

Había buscado un lugar para que las chicas pudieran estar cómodas cuando llegaran, pero tampoco tenía la menor idea de que cosas necesitarían las hechiceras. Encontré una ruinas de lo que antes era una gran academia druida, pero reconstruirlo llevaría tiempo y trabajo. Al final, pensé que lo mejor sería donarles una de nuetsras cabañas, la de Myles y el estaría conmigo. Realmente creía que no había que asustar a Valentine...aun. Las necesidades de todos ellos crecían aun más cuando encontraban a una mujer hechicera.
Al llegar al Círculo me encontré con una escena diferente, los druidas esta vez protegiéndose de la hechicera y no al revés. Sonreí de lado y miré a la nueva.
Una belleza indomable. No había otro modo de describirla, no era como la anterior, delicada e inocente sino fuerte... pero no era la mía. Suspiré y dí las gracias porque ella había llegado, no era para mí, pero estaba a salvo. Me quedé al margen esperando a ver la reacción de la hechicera y de Loghan, Lucien se veía divertido.

Me encontraba pescando en uno de los riachuelos, solo lo necesario para comer. Al llegar a nuestras casas me encontré con Myles mientras llevaba a Valentine en brazos a su casa. Para mi, saber que una de ellas lo había conseguido era algo mágico, tenía menos años que el resto pero tenía puesta mis esperanzas en todas ellas, al igual que el resto de nosotros.
Me presenté y al irme miré una vez atrás, no había sido idea mía, Myles se veía posesivo y tierno, sonreí de medio lado y me apresuré para llegar al Círculo.

Al llegar a nuestras runas miré el panorama, Aidan se recostaba observando sin duda. Lucien parecía sereno y sin embargo Loghan parecía tenso y la hechicera no dejaba de mirarlo desafiante. La seriedad que me había impuesto para sobrellevar las pérdidas de mi familia hacía mucho tiempo casi se ve rota al contemplar la situación.
Tenía deseos de explicarle a la preciosa mujer que tenía delante que la otra estaba a salvo. MIré a Lucien. -Díselo, es malvado no saber- le dije pensando en mi preocupación por mi anterior familia, había estado pérdido al perderles y según lo que me había contado Myles, lo que ellas habían pasado no había sido muy bonito.

Rompí con mis manos la improvisada enredadera que aprisionaba mis pies, maldiciendo para mi mismo a esa mujer. Con la primera impresión que Valentine nos había dado, esta otra chica era una sorpresa. Mirándola mejor, una atractiva sorpresa. Se encontraba en posición de combate, dispuesta dar pelea aun cuando se encontrara en inferioridad de condiciones, teniendo en cuenta que otros dos compañeros nuestros habían subido al círculo. Loghan era un camaleón; amable con la asustada, desafiante con la atrevida. No se podía dar el mismo trato a las dos jóvenes, si uno extendía la mano hacía esta nueva hechicera bien podía ésta cortársela. Y eso me fascinaba; como a través de la mata de calleo rebelde se escondían unos ojos verdes que destellaban. Estaba tentado a poner en su sitio a ese gato salvaje, pero Loghan me había ganado de mano, había tomado el mando de la ocasión.
Me puse en pie, sintiendo como Jake llegaba hasta mí y me pedía que le dijéramos la verdad. Lo miré a él y a Aidan, unos pasos más allá. Firme en mi sitio, les respondí divertido.
-No nos creerá…- negué con la cabeza-, pero dejemos que Loghan la impresione con sus encantos.
Caminé hacia él para dejarle en claro a esa chica era con más de uno con quien debía luchar.

Las palmas de mis manos sintieron la humedad de la tierra, respiré profundamente reiteradas veces buscando la calma que me permitiría concentrarse en un próximo ataque si era necesario. No pensaba detenerme, ni aunque me pidiera con humildad, estaba ahí para rescatar a mi amiga. Pero no nunca fui una tonta impulsiva; de niña apenas si expresa mis emociones, oculta siempre tras una máscara de bienestar, al crecer mi temperamento también lo hizo. Puedo quemar hectáreas de un prado, calculando no obstante su principio y su final. Aprendí a canalizar mi temperamento; a saber esperar para actuar. Primero escucha, y después ataca, ese era la enseñanza de quienes una vez habían tenido el mismo poder que ellas.
Cerré los ojos y exhalé el aire de mis pulmones con más fuerza, empezando a sentir como el pasto bailaba con el viento repentino que se levantaba. Abrí los ojos. Los árboles cercanos se mecían a la vez, acordes a mi respiración. Mi cabello se echó hacía atrás con la brisa y pude verlos con claridad. A él, frente a mí, como la cabeza de un grupo que había reunido a otros dos hombres. Tres que esperaban pacientes y expectantes lo que se vendría.
-No- contesté con ímpetu,- Quiero saber como está ella. Quiero que la traigan aquí…- exigí.
El gemido del viento llegó hasta nuestros oídos, empezando a arremolinarse a nuestro alrededor.

Lo que ellas podían hacer era manipulación. Los druidas nunca empleaban la magia –y apenas conocían- en técnicas de utilización directa. Nunca habían podido levantar un leño con solo llamarlo, ni abrir un paso en el curso de un río con un movimiento de manos; se dedicaban a métodos más sencillos y por ello también, más respetuosos con la naturaleza. No la utilizaban a su conveniencia, sino que colaboraban con ella en lo posible así como la misma le brindaba sus dones cuando ellos lo requerían.
Esta hechicera, en cambio, parecía creerse capaz de armar una tormenta.
-Ella está con nosotros- le respondí con seriedad-, un médico la está atendiendo en estos momentos. Quiere verte… a ti, y a tus amigas…- yo conocía otros medios de manipulación.
Me levanté del pasto dando un paso hacía atrás, pero manteniendo esa arrogante mirada verde con mi propia soberbia. Podían ser poderosas, sin embargo esta era nuestra Tierra que nosotros les ofrecíamos como refugio de sus guerras; para convivir todos juntos, porque esta Tierra las necesitaba. Y ese hecho no significaba que ellas fueran sus nuevas propietarias, durante su estadía, el Consejo las estaría controlando. Sobre todo a esa chica de tez dorada, cabellera castaña y unos ojos verdes que no decían nada pero ardían.

No podía confiar en él; en ninguno de los hombres que lo acompañaban. Pero ella estaba en sus dominios, a su merced, tampoco podía abandonarla. Las oportunidades no deben desaprovecharse; y a veces, perder es ganar.
-Yo también quiero verla- dije, mirándolo con odio y recelo-, llévame con ella, ahora- le ordenó.- Ustedes caminen por delante, si intentan algo,… les recomiendo por su bien que ni siquiera lo piensen.- lentamente se puso en pie, haciéndoles una seña de que caminaran.

¿Quién era esa muchacha con tanta soberbia? Con solo escucharla hablar se percibía su aire de autoritaria, de consentida que sabe dar órdenes y nunca pedir por favor o pedir “por favor”. Frunció el ceño sin disimular su antipatía por la recién llegada; se le antojaba insoportable… no, no era eso… sino el presentimiento que estar con ella sería estar en guerra constante.
Le dio la espalda, no por sumisión, sino para llevarla de una buena vez de ahí.
-Lucien, invita a alguno de los otros chicos a quedarse contigo aquí. Esta noche deberán montar guardia- le dijo a su amigo, que lo observaba junto a Jake y Aidan.- Mañana al amanecer vendré a relevarte.
A paso rápido descendió la cuesta, sin tener consideración de la muchacha de ojos verdes. Sumido en silencio, le guió el camino a los hogares druidas.

Dispuesta a invocar un rayo que fulminara al atrevido que se impusiera en mi camino, salí del círculo con la barbilla en alto y el caminar seguro que me identifica. Nací princesa, le guste a quien le guste. Nunca una vulnerable doncella; una diosa salvaje como decía mi nombre.
Crucé en medio del grupo de hombres siguiendo al líder. Los miré uno por uno, con una mirada de advertencia. Al alejarme no me volví a verlos; concentrada en estudiar la espalda y la nuca de mi guía. Menudo pedante.
Tenía el corazón contraído en el pecho, sintiendo que volver a ver a mi amiga era una esperanza a que me estaba aferrando; sintiendo que estaba tan cerca y a la vez tan lejos de encontrar aquello que me devolvería mi felicidad, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].

Con una sonrisa y cruzándome de brazos, miré con nuevos ojos a la chica. Loghan, con toda su arrogancia y sus ínfulas de jefe no había aguantado encontrarse con una señorita con esas mismas semejanzas. Pero yo estaría encantado de poder conocer mejor a esa rebelde; podríamos llevarnos muy bien.
-Claro, jefe, lo que usted mande- me burlé, pero obedeciendo.
Lo miré marcharse seguido por la chica, que al pasar entre nosotros se llevó consigo mi mirada. Solo cuando se perdieron de vista, me volví a los chicos.
Le dirigí una mirada implícita a Aidan.
-Quédate conmigo, que Jake vaya a ayudar a Myles de que esos dos no se maten entre sí antes de medianoche.
Di unos pasos hacia el interior del círculo, para echarme en el césped mirando el cielo. Sonriendo embobado, exclamé con júbilo:
-Y yo que pensaba que la primera era bonita… la segunda está fatal. ¿Qué será de las otras? ¿Cómo haremos para sobrevivir conviviendo con ellas?- rompí en carcajadas.

Quizás yo era el más despistado en esa isla por no decir que del mundo entero. Había olvidado que hoy era el gran día y cuando me desperté, me dediqué única y exclusivamente a mis actividades diarias. Cuando lo recordé, la fecha vino a mi dejándome en shock que casi pierdo el equilibrio. Dejé lo que hacía en el momento y corrí, como nunca en mi vida para llegar prontamente al círculo mágico... Donde debía de haber estado desde hacía rato.

Cuando llegué, alcancé a ver cómo Loghan partía seguido de una chica -a juzgar de su cabellera y algunas curvas que alcancé a distinguir, hacía mucho tiempo que no veía algo igual- suspiré. "Adios soledad", pensé justo cuando Lucien lanzaba preguntas al viento.

-Te mueres de ganas de convivir con ellas -comenté y le sonreí, luego me dirigí a Aidan, solo para hacer desatinar a Lucien. -¿De que me he perdido? ¿Mucha acción?.

Miraba de la nueva hechicera que había llegado a Loghan, quizás ellos no vieran como se veían ambos, enfrentándose... pero para mi que siempre supe mirar más allá... para mi era bastante obvio.
Negué con la cabeza a las palabras de Lucien, -Mejor voy yo, soy mucho mejor mediador que Jake- les dije y miré a Jake como disculpándome. -No quiero estar aquí esperando y que la próxiima en llegar no sea ella- les dije sabiendo que ellos entenderian a que me refería.
Antes de marcharme sonreí por el comentario de Lucien. -La pregunta correcta es como hemos logrado sobrevivir sin ellas.- dije mientras abría los ojos ante la pregunta de Nathan y señalé a Jake -Ambos se han perdido mucho, les dejaré que Lucien les cuente.- y me despedí de ellos con la mano caminando hacia nuestros hogares.

Iba a explicarle a Lucien calmadamente que yo no me iría de allí, quien sabe que chica llegaría, ya me había perdido suficiente y quería estar en el centro de la acción. Pero sin enbargo Aidan me quitó la necesidad y lo miré marchar sin poder evitar sentir pena de él. Llevaba demasiado tiempo esperando.
-Nathan han llegado dos hasta el momento, vi a una en brazos de Myles parecía algo débil, pero esta...- esta parecía más fuerte que nosotros, pensé. -Han llegado dos entonces, me pregunto cuanto tiempo les tomará a las otras.-
Desenfadadamente me senté a esperar miráno las piedras y sacando la armónica comencé una melodía esperando.

-Si, Nathan, mucha acción- contesté con una ceja insinuante y la mejor mirada de degenerado que había aprendido a emplear en los últimos años. Siempre he disfrutado mostrándome tan descarado como en realidad soy.
Aidan y Jake hicieron intercambio de puestos, el primero argumentando una razón que si bien seguía pareciendo ridícula en ese instante no recibió de mi parte ningún burlón comentario, solo un encogimiento de hombros. Jake tomó asiento decidido a quedarse, con su armónica entonando alguna melodía cuyo nombre desconocía.
-La chica llegó envuelta en niebla,- comencé a relatarle a Nathan, perdido como era su costumbre pero intermitente diría yo.- dispuesta a dar pelea a nuestro arrogante compañero. Era increíble… el viento parecía responder a su voluntad, la tierra también…- no me molesté en ocultar la incredulidad y admiración en mi voz-, tan fuerte a diferencia de Valentine, la primera en llegar, que cayó desmayada de solo vernos a nosotros. Lo más asombroso es que son condenadamente bonitas.
Entrecrucé los brazos tras mi nuca para recostarme en ellos, todavía cautivado por las nubes que ahora vagaban inocentes por el cielo.

Estaba en un momento de tranquilidad antes de la tormenta, esos momentos silenciosos que hay antes de que se desate el infierno, bueno en este caso el siguiente ataque. Me encontraba en mi escondite tratando de descansar, aunque eso en los últimos nueve años se traducía en martirizándome mentalmente. De repente ahí estaba de nuevo, aquella visión de un círculo, unos hombres y ellas. El sitio me transmitía mucha paz, pero seguramente era mi mente, que siempre era débil ante las imágenes de mis amigas, pero parecía tan real…tan tentador…y sentía una intensa fuerza que tiraba de mi, quizás debería ceder, probar…total la vida allí no podía ser peor que aquí. Me deje llevar y aparecí envuelta en una espesa bruma, no necesitaba abrir los ojos para saber que me encontraba en el circulo que tantas veces se me había aparecido en sueños. Me concentre en valerme de mis poderes para protegerme de posibles ataques, en unos segundos mi cuerpo se había fundido con el paisaje del lugar tal como haría un camaleón. Si era una trampa al menos yo atacaría primero, con la tranquilidad de saber que no diferenciaban mi cuerpo camuflado de la naturaleza los observe detenidamente mientras caminaba entre los tres hombres, aparentemente no parecían peligrosos pero sabia bien que las apariencias engañan …debía averiguar…Me acerque al hombre de la armónica - ¿dónde estoy?, ¿quiénes sois? – pregunte con voz firme cerca de su oído.

Segí tocando la armónica, algo que había hecho durante muchos años. Por las tardes cuando pescaba tocaba la armónica, aunque hacía tiempo que había perdido el arte para hacer una melodía que valiera la pena.
Cada año una parte de mi se apagaba. Una parte de todos pero la mía influía de manera directa en mi inspiración. Sabía que la llegada de estas mujeres, de esta magia cambiaría la vida de todos nosotros. Pero aun no sabía cuantas llegarían, ¿alguna sería la indicada?
Por unos momentos me había parecido ver a un hada en el centro del círculo pero la ilusión se marchitó rápido y miré a los otros druidas a ver si habían notado algo.
¿dónde estoy?, ¿quiénes sois? Sentí la pregunta tanto fuera como dentro de mi, miré a mi alrededor sin miedo pues estaba acostumbrado a los susurros tramposos de la naturaleza. Los demás no parecían haber escuchado nada. Me concentré en esa nota musical de la voz, en el nuevo olor que me rodeaba y respondí tocando una melodía preciosa. -Esta es la Tierra de Arbol Sagrado, hogar de los druidas mi dulce musa- susurré.