Recuperar una ilusión - Jardín Este

Tenía los pies sumergidos en el agua de la piscina. Estaba tibia debido al clima apacible de esos días. El jardín Este era un refugio callado, todavía había espacios en la aldea de total calma y soledad. Éramos tan pocos aún en la isla, que si queríamos un rato a solas era fácil perderse. Yo no buscaba soledad, pero me alejé como siempre siguiendo el silencio. Vagando entre mis pensamientos. Pensaba.

Pensaba en mis niñas, que habían crecido. No tenía tantos años de diferencia con la mayor de las hechiceras, pero la relación de profesora y alumnas me dejó para siempre esa impresión de pertenecer a épocas diferentes. Claude era para mí una hermana menor. Su propia hermana se había ganado mi cariño como un efecto reflejo. Y así todas ellas; que sencillo fue llegar a quererlas. Yo deseaba una familia. Casi la tuve... y la perdí. Era cierto, el modelo de familia era bastante peculiar. Sin marido, sin padre, sin hijos varones. Sonreí, meditando si es que acaso no guardaba algún resentimiento contra el sexo masculino. Pero no sabía que no era eso. Planeaba formar una familia con las chicas porque queríamos protegernos las unas a las otras. Ningún hombre nos había prestado su protección, y quien se ofrecía, era tendiendo una trampa. Y al llegar a la isla, estaban un grupo de guardianes esperando el arribo de las hechiceras. Ellos también juraban protegernos. De pronto ya no estábamos solas.

Mi anciana labradora dormitaba con tranquilidad al lado de una de las tumbonas. Podía escuchar su respiración dificultosa, cortando el silencio del jardín. Y de pronto llegaba alguien hablando de amor,... ¿y si la isla fuera espejismo de aquello que en el mundo real no teníamos ni podíamos tener?

Exploraba la isla con curiosidad, muchas zonas ya me las había enseñado Jack, era un estupendo guía pero aparte de tener labores que hacer yo necesitaba mi propio espacio de paz, tranquilidad, reflexión y soledad, me gustaba vagar por aquel lugar sin más destino que el que mis pies quisieran darme, disfrutar de mi misma sin interrupciones.
Después de un buen rato de paseo decidí acercarme a los jardines, había una piscina que tenia pinta de ser una delicia, planeaba meter mis piernas en ella y descansar un rato. Me sorprendí al ver que alguien ya había tenido esa misma idea y no era alguien cualquiera, era ella, la que había sido mi brújula y mi ancla en otro tiempo.

Estaba a unos pasos de ella cuando decidí saludarla para no asustarla con mi llegada – Hola Sophie – susurre no queriendo romper la tranquilidad del lugar con mis palabras. Llegue hasta ella y me senté a su lado sumergiendo mis cansadas piernas en el agua – parece que tuvimos la misma idea – comente dándole un beso en la mejilla. - ¿Te molesta si te hago compañia? - pregunte precavida por si habia interrumpido inadecuadamente.

Levanté la cabeza hacía donde provenía la dulce voz de mi niña.
-Hola, Meg- contesté sonriente-No, por favor, siéntate conmigo. El silencio puede ser una grata compañía a veces, pero no puede compararse con la de ciertas personas.

Extendí mi mano con la palma hacía arriba para esperar que ella la tomara. No había tenido mucho tiempo para platicar con las muchachas, porque desde mi llegaba las vi absorbidas por sus labores que no me animé a interrumpir sus rutinas. Meg era una de ellas. De niña, habíamos tenido la idea de formalizar mi tutela sobre ella con una adopción. La vida nos truncó ese plan para encaminarnos a cada una por senderos distintos, cuando ya habíamos sufrido bastante la soledad antes de encontrarnos. Es ley de la vida, nunca hagas planes.

-¿Te gusta vivir en la isla? A mi me parece bellísima, pero...- vacilé.- solo espero que esta etapa dure.- tomé su mano entre las mías-No se si podré soportar una nueva despedida.

Su sonrisa al oír mi voz era el mejor de los regalos para mi, Sophie había sufrido mucho en su vida, al igual que todas nosotras pero quizás por su forma de ser pocas veces regalaba su bellísima sonrisa. Me sentía muy afortunada de poder contar con su amistad y que la vida nos hubiese dado esta nueva oportunidad. – Tienes toda la razón, amiga - respondí agarrandome a la mano extendida que me ofrecía, su tacto, su calidez, me reconfortaba. – La soledad es buen compañero de reflexión pero no cabe duda que no hay nada mejor que unas reconfortables palabras de una mano amiga – comente sonriendo y volviendo mi vista al frente.

- Me encanta, es un sitio precioso, un remanso de paz en el caos que hasta ahora han sido nuestras vidas, ¿y a ti?, ¿te sientes cómoda aquí?, temo que por nuestro egoísmo te hayamos arrastrado a un sitio en el que no seas feliz – no tenia ni idea si Sophie había dejado una vida hecha al marcharse y acudir a nuestra llamada y eso me inquietaba. – Yo deseo fervientemente que dure mucho tiempo – lleve nuestras manos entrelazadas a mis labios para darle un cariñoso beso en el dorso – tampoco seria capaz de una nueva despedida aquí tengo todo lo que siempre he soñado – suspire recordando viejos tiempos de añoranza que esperaba que se quedasen en el olvido – Sophie, ¿alguna vez te has preguntado que hubiese pasado con lo que teníamos planeado si no hubiésemos huido? – no pude reprimir la pregunta salio de mi garganta antes que pudiese hacer nada por remediarlo. Temía remover recuerdos dolorosos en ella y hacerle daño involuntariamente, contuve el aliento esperando su reacción.

Un remanso de paz, ¿acaso se lo podría describir mejor? Eso era la isla para nosotras, el refugio donde resguardarnos de la tormenta de los últimos años y de la vida que a veces se tornaba tan angustiada. Cuando una década atrás me despedí de las chicas, creí que podría. Me decía a mí misma que estaba acostumbrada a decir adiós. Que no las iba a extrañar, porque en la vida solo debe extrañarse a quienes nunca más volverán. Y yo sabía que la volvería a encontrar. Conservé mi sonrisa optimista con el paso del tiempo, mientras la tristeza me hundía en un pozo oscuro y frío. Siempre sonreiría a la vida aunque tuviera ganas de llorar.

-No te permito que pienses eso, cariño, espanta ese pensamiento de tu mente. Debo agradecerles por toda la eternidad el haberme invitado a conocer este lugar.- aseguré suavemente, y luego repetí en un susurró sus palabras-Todo lo soñado.

Después vino uno de esos momentos en los que las lágrimas pugnaban por caer. Y esbocé una sonrisa aún más amplia, con un brazo rodee sus brazos y la envolví en un abrazo.
-Pues, te habrías mudado conmigo. Decorarías tu habitación, y aunque no soy muy buena en eso, te ayudaría en todo lo posible. En las vacaciones de verano visitaríamos lugares extraños, Egipto quizás, o la India. En invierno celebraríamos las fiestas con el resto de las chicas.- puse en palabras todos los sueños que me había hecho, y a continuación, acepté la realidad:- Y te habrían hecho daño, a mí también por protegerte. Esto último no me hubiese importado, pero no soportaría que alguien te lastimara, habría optado por la siguiente oportunidad que se presentara para enviarle lejos y a salvo, aunque eso no me incluyera. No, si no hubiésemos huido, tampoco seríamos felices.- le di un beso en la coronilla- Lo único que importa, es que estamos juntas otra vez. Es lo único que importa ahora.

Acaricie su mano con cariño al oír sus palabras – te equivocas amiga, soy yo la que debo estarte agradecida para siempre, estoy en deuda contigo desde el momento en el que te convertiste en mi apoyo en aquella charla en la escuela – mi mirada se perdió en el horizonte, mi mente muy lejos de allí recordando aquel momento - me diste la esperanza, el cariño y la seguridad que una niña perdida como yo necesitaba en ese momento – nunca olvidaría la generosidad de aquella profesora que incondicionalmente me había abierto sus brazos de par en par y las puertas de su casa.

Su abrazo me reconforto, rodee con el brazo que tenia libre su cuerpo para estrecharla contra mí y devolverle el gesto cariñoso. Tuve que hacer acopio de toda mi fuerza pues sus palabras provocaron profundas emociones en mí, las lágrimas humedecían mis ojos pero aunque amenazaban con surcar mis mejillas las contuve y sonreí apoyando mi cabeza en su hombro justo antes de recibir un cariñoso beso en la coronilla. – Habríamos sido muy felices, nos habríamos divertido mucho rompiéndonos la cabeza para decorar bonita la habitación, soy un desastre en eso, no tengo gusto – reí levemente al imaginármelo – habríamos hecho emocionantes viajes y no por lo exótico sino porque con tu sabiduría sobre las civilizaciones antiguas habría sido una delicia conocer nuevos lugares – siguiendo su ejemplo me deje llevar por la imaginación, después de tanto años nos merecíamos dar rienda suelta a los sueños que no habían podido ser y porque no, también pensar en los sueños del futuro.

Me puse más seria al recordar la segunda parte de su comentario – no habría permitido que te tocasen un pelo Sophie, si nos hubiesen atacado antes de que me fuera habría sido una lucha a muerte, o ellos o yo – sentencie con firmeza, la furia hacia nuestros enemigos se hacia patente en mi voz – de ninguna manera tolerare que la Corte me arrebate de nuevo a las personas que más quiero, ya no soy una niña – respire hondo para calmar mi agitación, no quería inquietar a mi amiga con mis palabras.

- Tienes razón, somos felices y estamos juntas, la vida nos sonríe ahora, hay que disfrutar el momento – concluí el tema con voz más optimista y alegre. – Sophie, hace tiempo que le doy vueltas a algo, es una tontería pero quiero preguntarte una cosa – acaricie distraídamente su mano intentando buscar la mejor manera de decir aquello – tienes solo unos pocos años más que yo, seguramente será una locura y no lo hare si te molesta, pero…desde que casi me adoptas cuando era una niña te he visto como una figura materna – trague saliva pues me avergonzaba muchísimo plantearle aquello - ¿te haría sentir incomoda si te llamara mama? – levante la cabeza y deje de apoyarme en su hombro para captar su reacción, quizás ella no se atreviese a rechazar mi propuesta y tenia que asegurarme que tratarla así no la hiciese sentirse mal.

fdr: majo!!!! q tal tus examenes ^^?. si sophie no mata a meg es q es una santa XDDDDDDDDDD.

-Lo sé, ahora ya es imposible que logren separarnos.- sonreí, reafirmando mi abrazo. Las chicas habían sufrido mucho en los últimos años, pero cada dolor las había hecho más fuertes e invencibles. Poderoso es aquel que conoce el sufrimiento y lo supera, pues sabe que es capaz de sobrevivir. Ellas ahora ya no conocían el miedo, habían madurado y eran capaces de enfrentarse al dolor.

-Te escucho- dije cuando anunció que tenía algo para preguntarme, que hacía tiempo la inquietaba. Por mi mente pasó el pensamiento fugaz de mi propósito de adoptarla. Pensé que podía ser algo relacionado con ello, pero no podía imaginar qué. Era una oportunidad perdida en el tiempo, y no se podía regresar al pasado. Por más que en el se encontraran momentos maravillosos e inconclusos. Lo que daría por volver hacía atrás, y vivir cada año, cada día, cada hora, cada minuto, como madre de Vic.
Lloré cuando me preguntó si podía llamarme mamá. Puede que fuera por el aluvión de pensamientos y recuerdos, por sentimientos y esperanzas calladas; sollocé y un torrente de lágrimas le siguió.
-Claro que no, mi niña.- reí porque era de alegría que lloraba. -Lo más hermoso que podrías decirme en la vida sería "mamá".- me sequé apenas mis lágrimas, con las manos torpes.
Respiré hondo y con una sonrisa, dije:
-Nunca creí en el amor, sabes, te digo esto ahora que eres adulta porque de niña nunca te lo hubiese podido explicar. Aunque siempre fuiste muy lista para tu edad. Pero creo que algunas personas si nacen para amar, y no quería influirte con mis ideas. Yo nunca confié en que un hombre pudiera amarme fiel e incondicionalmente, así que de joven renuncié a la idea de casarme o buscar una pareja. Y una parte de mí lloraba, porque deseaba tener hijos, y era incapaz de tomar ese compromiso con alguien. Supe entonces que habría hijos para mí en el mundo, puede que no biológicos, pero que al conocerlos, se creara ese lazo. No importa que edad tienes, yo te siento mi hija.

No pude evitar alarmarme al ver que Sophie se echaba a llorar, un nudo se formo en mi garganta, no tenia muy claro cual era el motivo de su llanto, esperaba que fuese de felicidad pero desde que era pequeña había aprendido a no dar nada por sentado.
Limpie con cariño aunque con poca eficacia las lágrimas que brotaban de sus ojos y le dedique una sonrisa temblorosa pues mi resistencia al llanto estaba llegando a su límite.
Y la presa se rompió al escuchar las palabras de mi amiga, me uní a sus sollozos y entre las dos forjamos una extraña melodía de felicidad, risas y llanto.

Sonreí como una boba enternecida por sus palabras – lo más hermoso para mi seria que me llamaras hija – respondí con voz entrecortada por las sobrecogedoras emociones que me invadían.
Imitándola respire hondo, tranquilice mi espíritu y le devolví la sonrisa mientras la escuchaba con suma atención. Me conmociono su historia, en mi mente de niña pequeña siempre había estado la imagen de la mujer protectora y cariñosa pero no había sido hasta la edad adulta que había sido plenamente consciente de algunas decisiones de Sophie.
- Gracias por ser tan cuidadosa de no influirme con tus ideas y permitir que creara mis propias reflexiones, yo no se si existe o no, nunca me he enamorado, no tuve tiempo para eso, para cuando tenia la edad idónea mi mente tenia otras preocupaciones y luego bueno, lo aparte de mi vida. Es difícil tener una relación sin confianza y huyendo constantemente, así que quizás a mi manera tampoco crea, aunque en el fondo anhelo estar equivocada. De todas formas creo en el poder de la amistad, que es el que me ha mantenido a flote todo este tiempo, creo en el amor hacia alguien que consideremos familiar aunque no lo sea biológico, porque lo que importa son los lazos que se crean, por eso estoy feliz de tenerte mamá – dije por primera vez sonriendo ampliamente con los ojos brillosos por la emoción que esa charla estaba despertando en mi.

Era injusta la vida que habían llevado ese grupo de amigas. Habían madurado a edad temprana, privándose de lo propio de su juventud, aprendiendo demasiado pronto lo cruel que podían llegar a ser las personas. Habían perdido tanto. Habían renunciado demasiado. Victoria no había tenido un amor de colegio, no había asistido a su gala de egresados con un precioso vestido, no se había divertido en discotecas con compañeros sin pensar en consecuencias. No había sido loca, irresponsable, desenfrenada, ingenua. Había obtenido sabiduría siendo tan pequeña.

-Yo también estoy feliz de tenerte, hijita- contesté con la voz entrecortada por los sollozos ahogados. Me limpié con la mano derecha una lágrima errante.-Yo espero que encuentres el amor, el verdadero, el perdurable, ese que dicen que ilumina la vida de las personas que lo experimentan. A mi también me gustaría estar equivocada con respecto a mis creencias. En secreto, ruego estar equivocada.- susurré en voz baja.

Siempre había deseado estarlo. Cuando era adolescente y no creía en el amor, envidiaba en silencio a sus amigas por entregarse tan ingenuamente a sus sentimientos. Las oía reír, y luego llorar. Y otra vez reír. No entendía como podían amar con tanta intensidad en tantas oportunidades. No creía en el amor y sentía que era la única que lo hacía. Siendo sincera consigo misma, no quería creer en esos amores temporales, porque esperaba encontrar uno "verdadero". Aquel como se lo había descrito a Vic. Y ese amor no existía en su vida. "Yo también desconfío y huyo constantemente" pensó.

-Uno de los druidas me dijo que...- vaciló, no tenía pensado confesar aquello a Vic.-Que yo era su alma gemela. Que toda su vida había esperado encontrarme... Eso es, supongo, algo que todos hacemos. Pero él lo decía como si eso fuera realmente importante en su vida. Más allá de ideas románticas, o de búsquedas existenciales. Él estaba convencido de que estábamos destinados a estar juntos.

Un observador ajeno a la charla que manteníamos podría malinterpretar lo que veía y pensar equivocadamente que estábamos conversando sobre algo muy triste y trágico pues los sollozos ya se habían descontrolado por parte de las dos a causa del río de emociones que las recorría.

Un calor reconfortante inundo mi pecho al escucharla llamarme hijita y una sensación de paz y descanso relajo mi cuerpo, después de tantos años habíamos recuperado una vieja ilusión, ser madre e hija.

Sonreí tiernamente a Sophie, como siempre ella tenía deseos y buenas palabras para mi. – Yo también espero que lo encuentres, te lo mereces, has pasado tu vida consagrada a los demás y ya es hora de que alguien haga lo mismo contigo – mientras le decía aquello pensaba principalmente en cierto druida que la miraba con especial atención, ¿se habría dado cuenta ella también?.

Como si Sophie tuviese el don de la telepatía, me dejo boquiabierta al sacar el tema y atreverse a revelar algo tan intimo y que seguramente se habría negado a si misma incluso. Tome unos segundos para organizar mis ideas, aquel era un tema especialmente delicado con cualquiera de las otras chicas podría hablar con ligereza y no provocaría ninguna conmoción pues todas más o menos habían tenido sus historias pero con su madre adoptiva sentía que debía tener especial cuidado, ella misma se lo acababa de confesar no creía en el amor y ya había desistido de toda relación romántica así que no debía presionarla con mis teorías.

- Eso suena muy halagador, me recuerda a los caballeros de brillante armadura de los novelas. Ese druida siente algo muy profundo por ti si lo tiene tan claro – sabia perfectamente que hablábamos de Aidan pero prefería que fuese ella quien revelase el nombre. – Quizás si sea realmente importante para él, hay personas que no se sienten completas hasta que encuentran a la persona amada y cuando lo hacen su vida cobra sentido – deje caer observando todas sus reacciones.

- Puede que ese druida sea una de esas personas, pero por como hablas creo que dudas de sus palabras, ¿crees que esta equivocado?, ¿que no siente realmente eso por ti? o ¿no crees que alguien pueda sentir eso por ti? - pregunte mirándola con cautela y conteniendo inconscientemente la respiración.

Los deseos de Megan me llevaban a abrazar -como tantas otras veces- una frágil esperanza. La vida era una calesita de vueltas inesperadas. Podría ser que en una de esas, encontrara a alguien. Encontrara algo bello y único. Y luego en otra vuelta, entre la niebla y la oscuridad, lo perdiera. Descubriera que no es algo bello siempre. Ese era mi temor, el que me impedía confiar.
Esperaba de Meg una opinión o un consejo, a pesar de la diferencia de edad, confiaba en ella y en su criterio. Siempre me había parecido una niña con mucha madurez. Su primera observación me hizo sonreír.

-Si, digamos que se parece bastante a un caballero de brillante armadura. Apuesto a que los cuentos de hadas se inspiraron en él para esbozar al príncipe azul, es un buen hombre... demasiado bueno quizás... que temo haberlo lastimado con mi rechazo.- susurré, recordando ese día en que el que me negué a dudar siquiera de mi teoría de que el amor no existe.

Escuché sus preguntas y me prometí ser complementamente sincera con ella. ¿Cómo si no podría orientarme en mi confusión?

-Creo que puede estar equivocado. Que no es eso lo que realmente siente por mí. Y creo que yo tampoco merezca que me amen así.- negué con la cabeza, y suspiré:- ¿Cómo puede él estar seguro de que soy su alma gemela?- una mueca triste se dibujó en mi cara imitando a una sonrisa- ¿Que hice yo para que él creyera eso? Nunca lo alenté, ni le di un pizca de esperanza. ¿Y si solo confunde un enamoramiento obsesivo con amor? Creo que cuando dos personas responden a la atracción que sienten desde un primer momento, luego pueden pagar el costo de lamentarse al descubrir que la otra persona no es como la imaginaban. Temo que él esté cometiendo este error. Y... Aidan es un hombre tan noble que cualquier mujer aceptaría su oferta sin importar las consecuencias, y él se merece alguien así, una mujer que lo ame como si él fuera su alma gemela. Es horrible cuando alguien ama demasiado y no es correspondido en igual medida...- callé. Después levanté la barbilla y con una sonrisa, añadí:-Por cierto, el druida del que hablo es Aidan, se me escapó el nombre.

Poco a poco a medida que Sophie iba hablando relaje la tensión inconsciente que había aparecido en mis hombros y me permití respirar con más tranquilidad, había temido tomarme demasiadas confianzas con ella, pese a ser grandes amigas, tenia miedo de cómo reaccionaria a mis palabras, pero por suerte mi psicoanalización no le había sentado mal.

Sonreí enigmáticamente al escuchar la descripción que mi mami hacia de Aidan, era una suerte que no tuviese el poder de leer la mente porque no le gustaría nada saber lo que estaba pensado, quizás Sophie no estuviese tan lejos de sentir lo mismo que el druida sentía por ella. Hice un apunte mental para poner en mi lista de pendientes una visita para hablar con él, si podía ayudar mejor que mejor, Aidan me caía muy bien, era el único druida del que me fiaba completamente.

- No te preocupes, no creo que te guarde rencor, Aidan es muy bueno y seguro que comprende que no quisiste hacerle daño – respondió intentando animarla, nunca lo había sentido pero las penas del corazón debían de ser tremendamente desgarradoras, esperaba que Aidan no lo estuviera pasando muy mal, si Sophie se enteraba se sentiría culpable.

Fruncí el ceño disgustada por escuchar como con sus palabras mi antigua profesora se menospreciaba, sabia que necesitaba sacar de dentro todo lo que pensaba sobre este tema y que si la interrumpía regañándola la desviaría del tema y la distraería, así que me mordí la lengua y escuche pacientemente hasta que termino su alegato.

- Primero: nunca te menosprecies Sophie, eres una mujer excepcional, cariñosa, comprensivamente, generosa y solo con tu presencia llenas de luz una habitación, ¿que hombre no se enamoraría de ti? – cuestione apasionadamente pues estaba convencida de todo lo que decía.
- Segundo: no se hasta que punto esta enamorado de ti Aidan – sonreí al pronunciar el nombre me alegraba que se le hubiera escapado, eso facilitaba la charla – lo poco que lo conozco no me parece dado a las obsesiones, me parece un hombre serio, centrado, que no juega con los sentimientos de las mujeres, como algunos de los otros druidas – dije arrugando la nariz, algunos de ellos habían daño a mis hermanas y eso no me gustaba.
- Y tercero: Aidan se merece a alguien como tu, toda bondad, que conecte con él, los dos sois muy espirituales, tu puedes ser esa persona que lo ame como necesita, pero primero tendrás que superar con paciencia tus miedos y permitirte creer, solo así tendréis la oportunidad que ambos merecéis – termine mi propio alegato dando un cariñoso apretón de manos a mi amiga y pensando muy a mi pesar que siempre había sido un fraude, allí estaba diciéndole todas esas cosas a Sophie cuando no tenia ni idea del amor, nunca lo había experimentado y mi propia cabeza era un lío tremendo de emociones. Pero sabia que lo que le había dicho era verdad aunque no me lo aplicase a mi misma.

"No creo que te guarde rencor" me dijo Megan, y Aidan era de una naturaleza tan bondadosa que no lo creía capaz de albergar malos sentimientos. Pero, ¿y si el dolor lo había guardado dentro incapaz de exteriorizarlo en enojo? ¿Si en cambio poseía una herida profunda a causa del rechazo? Si me odiara, sufriría, pero saberme responsable de su dolor sería aún más terrible. Exhalé un largo suspiro para ahuyentar tan negros pensamientos. Tomé la resolución de platicar con Aidan en la próxima oportunidad que se me presentara, aunque no tenía idea de que decirle. Pedirle perdón, quizás.

Levanté la cabeza con una sonrisa a medias en mi rostro al escuchar los cumplimos de mi hija. Sentía que las lágrimas amenazaban con escaparse otra vez por mis mejillas.

-Gracias, cariño- murmuré.-Eres muy dulce.

Cuando dedicó elogios similares a Aidan, sonreí ampliamente. Megan tenía razón. Y yo había rechazado a un hombre así, ¿por qué? ¿Tanto me costaba creer que un hombre así, un amor así, podía ser real? ¿Eran ciertas las semejanzas que me unían con el druida como las enumeraba ella?

-Supongo que... la próxima vez podría tener mejor predisposición a escucharlo. Y no esconderme en mi caparazón cuando tome la iniciativa...- sugerí, más para mí misma-Supongo que podría darle una oportunidad.

Y me permití una pequeña broma:

-Además, sí es como dices, y es el único druida aceptable en toda la isla no puedo dejarlo pasar, ustedes podrían agarrarlo para sí en cuanto menos me de cuenta.- rocé su hombro en una caricia.-Pero según los rumores oídos, Aidan puede estar tranquilo pues son otros los receptores de las atenciones de las hechiceras de la Orden, ¿no es así?

Sonreí satisfecha al oír las palabras de mi madre, parecía que había conseguido hacerle entender mi punto de vista y que lo compartía, esperaba de corazón que los dos pudiesen hablar y aclararme el tema, que después pasase lo que tuviese que pasar pero al menos que no se convirtiese en un “y si…”, me regañe a mi misma mentalmente como podía ser tan hipócrita, pensando aquello y actuando completamente diferente, acaso no estaba haciendo yo lo mismo con Jack que Sophie con Aidan, prefería no pensar en eso y me centre en escuchar la broma de mi amiga.
Me reí al escucharla, aquello si que era un cambio notable en ella, me encantaba notarla alegre y sonriente, me transmitía su alegría a mi.

- Eso parece, mamá – me deleitaba con ese apelativo cariñoso cada vez que la charla me lo permitía, hacia tanto que no pronunciaba esa palabra que tenia que recuperar el tiempo perdido.

- Talmente pareciera que las chicas se han interesado cada una por un druida, es extraño a veces tengo la sensación como si estuviera predestinado que se conocieran y se interesaran unos por los otros – filosofeé clavando mi mirada distraída en el horizonte y tratando de hablar impersonalmente pues no estaba segura de querer hablar de mi propio interés pues todavía estaba muy confusa por lo ocurrido.

- Creo que Lucien y Thera fueron los primeros en caer, los dos son muy pasionales, pero debe ser cosa de familia porque Valentine tampoco perdió el tiempo con Myles – fui nombrando las parejas según iba recordando las charlas con las chicas y los sucesos ocurridos. – El resto de las chicas creo que va más despacio, pero aun si creo que también tienen sus más y sus menos con ellos – dije sonriendo al recordar la agitada reunión entre druidas y hechiceras. – Espero que no les hagan daño o si no tendrán que vérselas conmigo – sentencie poniendome de repente seria y frunciendo el ceño.