Regresar al corazón | Megan

He tenido unos sueños extraños estas noches, de los cuales me despierto en sitios que nunca he visitado, entre personas que no conozco. Como si fuera el tronco de un árbol, mis pensamientos como extremidades invisibles de mi cuerpo, se extienden, se expanden, se abren para recorrer todo lo ancho y largo de este mundo, cruzan caminos, atraviesan ciudades, invaden espacios. Es una sensación tan rara la de comenzar un sueño despertando, abriendo tus ojos a algo desconocido y que es tan familiar a la vez, con un reloj que va marcando el tiempo, a veces breve, a veces son horas.

Me libero de esos sueños encontrándome con la oscuridad de la madrugada en mi dormitorio, por detrás de las nubes hay un tímido tono naranja que se adelanta al amanecer. Retiro las sábanas que cubren mi cuerpo para salir de la cama, descalza camino hacia la ventana que me permite fijar la vista entre el cúmulo de nubes y un primer relámpago aparece, destella contra sus bordes. Estos días de residir en la isla del Árbol Sagrado me permitieron aprender el control del clima con una prudencia mayor a la de mis primeras experiencias, cuando cualquier exabrupto de mi parte provocaba chaparrones inesperados sobre nuestras cabezas.

Cubro mi cuerpo apenas abrigado con la ropa de dormir, con un tapado más grueso y pesado, encuentro las botas debajo de la cama y antes de que el sol se alce sobre la línea del horizonte, procuro llegar a los acantilados. Es allí donde puedo seguir trazando relámpagos sobre las líneas de las nubes, esas necesarias descargas de electricidad que siento correr en mis venas y que estallan lejos. —No podía dormir— digo, al escuchar los pasos de Megan que se acerca. — Últimamente en sueños no encuentro descanso— explico, froto mi frente con los dedos. Sonrío al darme la vuelta hacia ella. —¿Y tú que tal?

Las noches nunca habían sido fáciles para mí, desde la muerte de mis padres la oscuridad y caer en los brazos de Morfeo era una tarea ardua que solía acabar con mi desasosiego en su punto álgido y mi cuerpo entumecido. Solo durante un tiempo aquello mejoró un poco, mi estancia en la escuela mágica y todo lo que viví en ella me hizo relajarme y recuperar un poco de esa paz que me habían arrebatado en su momento. Pero la felicidad no era eterna y aquello también terminó de una manera dolorosa. Nuestra huida durante nueve años de la Corte Oscura añadió demonios a esa oscuridad y esas noches pasaron a ser mi peor enemigo otra vez. En esa época no solo cargaba con lo que me habían provocado a mí sino también con las visiones de mis hermanas sufriendo...

Después de un mes en la isla mi cuerpo y mi mente empezaban a relajarse, la preocupación seguía ahí pero ahora mi sueño era más tranquilo. Pese a ello algunos días me despertaba pronto, sobre todo en los que mi mente se paraba a reflexionar sobre todo lo que estábamos viviendo en este paraíso que nos había acogido con tanta generosidad y como no en los druidas con los que parecía que nos unía un fuerte hilo rojo. Por esos pensamientos es que me encontraba meditando junto a la ventana esperando ver amanecer, me sorprendí al ver a Diana salir de la casa y la curiosidad guió mis pasos hacia ella.

El primer relámpago me sobresalto, sabia que no era casualidad, Diana se estaba desahogando pero ¿qué motivaba esas emociones en ella?, estaba dispuesta a averiguarlo.

Sonreí comprensivamente - yo tampoco - escuche con atención lo que me contaba - ¿qué sueñas?, ¿qué es lo que te perturba, que necesita tal descarga? - pregunte sonriendole con cariño cuando se dio la vuelta. Me encojo de hombros ante su pregunta - todo lo que ha pasado me tiene pensativa, todavía estoy asimilando nuestra suerte y los acontecimientos recientes - expreso abiertamente con ellas nunca tengo dobleces.

Saber que no soy la única que aún se remueve incómoda en la cama, volviendo al hábito que había creído perdido de las noches en vela, por encontrarnos en un lugar mucho más calmo del que conocimos quizás alguna vez, hace que busque su muñeca para tomarla en un agarre suave, como uno de los pocos gestos que permito dentro de mi carácter que suele rayar en lo distante. Un rasgo que fue a mi conveniencia en estos años de huida y que debo aprender a hacer un lado cuando se trata de mis hermanas, así como a saber encontrar mi voz para dar una respuesta a las dudas de Megan, cuando es fuerte la costumbre de callar o de mentir, es lo que he venido haciendo por tanto tiempo. Un último relámpago resplandece entre las nubes y se apaga.

—Es como si siguiera buscando algo— explico, miro al vacío que sigue al borde del acantilado, debajo escucho como las olas se estrellan contra los peñascos y de a poco el cielo va tiñéndose de colores al despuntar el día. —Aun estando aquí, cuando creí que la búsqueda había acabado, por estar con ustedes y estar en un lugar que me hace sentir que estoy en casa, sigo con la confusión de saber qué sigue a esto o si…— vacilo, evito mirarla al continuar, —siquiera merezco estar aquí. No soy como ustedes. No creí que esto fuera posible, en los años de estar separada, no creía que un lugar donde volviéramos a coincidir pudiera existir— confieso, y pese a que lo digo, no recuerdo un día en el que no haya pensado en ellas, evocando lo que habíamos vivido y que eso mismo me impidiera volver a ser la misma persona que fui antes de ellas, aunque algunos defectos de carácter persisten.

El agarre de Diana me hizo sonreírle con cariño, no era muy dada al contacto por eso el gesto era más tierno.

Alce una ceja al escuchar su explicación y la mire con curiosidad - ¿sientes un vacío? ¿piensas y ahora qué?, mientras huiamos teníamos un objetivo, sobrevivir, ahora nuestro objetivo no está claro - dije expresando lo que a veces yo sentia por si se identificaba con ello.

Frunci el ceño y agarre su muñeca para transmitirle mi apoyo - claro que te lo mereces, ¿que te hace pensar que no?, has sufrido mucho, te mereces que la felicidad inunde tu vida, quizás ese sea el objetivo aquí aprender a ser felices y dejar el pasado atrás - dije suspirando porque la tarea me parecía muy ardua, luchar era fácil, instintivo, relajarse y vivir era la complicado.

¿Siento un vacío? ¿Es eso? Será cierto que el final de todas las búsquedas nos llevan a estos puntos de inicio en el que nos reencontramos con todo lo perdido, y se cumple el vaticinio de que se trataba del camino, no del destino; que anhelar era la razón para continuar y tolerarlo todo, que satisfecho ese anhelo, nuestros pies se detienen en el lugar soñado, se detienen así como el tiempo, como la motivación para seguir caminando. Encontrarme en este refugio con mis hermanas es todo lo que necesito para sentirme finalmente en paz, ¿y si no es así? ¿Si hay algo que ha quedado por fuera de esta isla que debo buscar?

—Nos hemos acostumbrado a deambular, se volvió costumbre y es difícil abandonarla, es como si nuestros sentidos se hubieran acostumbrado a estar alertas y a que el primer instinto sea el de huir — susurro, estrechando un poco más el agarre de sus hombros, el contacto que quizá hubiera rechazado de más joven y tras años de separación, necesito. —Es difícil explicarle a la mente que ha cambiado el objetivo, a convencer al espíritu de que hemos encontrado tranquilidad— suspiro.

La mueca en mi cara está lejos de ser una sonrisa, felicidad no es algo que haya puesto como meta en mi vida alguna vez. Sobrevivir, esa fue por tantos años. Y si bien me siento feliz de reencontrarme con mi hermana y nuestras amigas, tan cambiadas, a la vez tan fácilmente reconocibles, no es el trofeo al que aspiro. Porque si volvieran los malos tiempos, si todos nuestros enemigos arribaran a la orilla de esta isla, si nos condenaran a penurias, estar con ellas seguiría siendo a lo que me aferro para sentirme bien. —¿Así es como te sientes, Meg?— prefiero preguntárselo a ella, consigue que mi semblante se torne más amable. —¿Algún druida quizás…?

Sonreí al notar su contacto más estrecho, me gustaban las muestras de cariño de Diana, era un bien que antaño había escaseado tanto por la huida como por su personalidad, siempre había notado su afecto hacia mi pero ahora parecía necesitar más de la piel, los años transcurrían para todas y todas habíamos cambiado.

Asentí - si, es muy difícil la reconexión con la realidad que hará vivimos - le concedi pues se notaba que ambas luchabamos por adaptarnos a las nuevas circunstancias.

Aspire profundamente el olor del mar y eso me trajo el recuerdo de Jake, una sonrisa se dibujo en mi rostro pero este torno en sonrojo cuando Diana indago como me sentía y sobre mí trato con los druidas. - Bueno he hecho algún avance con Jake, no te lo voy a negar pero es más bien por todo en su conjunto, un sitio seguro, nosotras reunidas y viviendo juntas, retomar la relación madre - hija con Sophie que quedó en suspenso después de nuestra huida - suspiré había muchas cosas que me hacían feliz en ese momento y que demandaban de mi atención. - Pero a pesar de ello los recuerdos de batallas pasadas siguen acudiendo a mi en forma de pesadillas nocturnas, en difícil para mí conciliar la paz del día con la zozobra de la noche, ¿tiene algún sentido para ti? - dije inmersa en el desconcierto que mis sensaciones contradictorias me provocaban. - ¿Y tú has estado entretenida con alguien? - dije moviendo cómicamente mis cejas. - ¿O querrías estarlo? - sonreí mirándola divertida.