Conoce nuestra historia - La Orden del Árbol Sagrado

No creo en el Destino; creo que cada uno puede hacerse el propio. Pero no puedo negar que –a veces- un momento parece ser el resultado de toda una serie de acontecimientos, errores y decisiones. En ese instante, parece que llegas al final de un camino que no sabías que seguías… un único camino. Te encuentras en un lugar que no esperabas llegar, pero que parece que te estaba esperando. Las personas que se hallan en tu mismo asombro, cobran entonces un sentido diferente, no las conoces pero crees conocerlas desde siempre. Porque siempre estuvieron ahí, en un camino paralelo al tuyo, creando lazos entre una y otras… hasta que se crea una telaraña que las atrapa en medio. Han llegado a un lugar del cuál no pueden escapar, del que no quieren irse, están unidas y para siempre.

Las primeras impresiones generaron apodos que perduran aún. Bajo la arbolada en la cuál nos cruzamos, me nombraron “la escéptica”, porque en un principio manifesté que no creía posible conformación de una Orden entre desconocidas. Mentiras, porque si nos conocíamos… solo que hasta entonces no nos habíamos encontrado. Descubrirán muy pronto que quien les escribe, desmintió a su impresión inicial. Desde que sellamos nuestra unión, dediqué cada día a concretar nuestros propósitos. Nunca soy lo que enseño, nunca hago lo que supone que debo hacer. Y también soy, quizás, la peor de todas.
Mi hermana es mi opuesto. Ella es “la leal”. De nuestra madre, heredó la belleza… a diferencia de mí, que en cambio, fui enseñada a seguir las ideas y aprender el carácter de mi progenitora. “La leal” es la amiga, la buena y dulce. Puede cometer todo tipo de errores en su vida, pero siendo ella, se la puede perdonar.
Su mejor amiga es “la exploradora”. Tiene más agallas que sentido común, unas ansias de ir por el mundo llevándose todo a su paso. Es auténtica, escandalosa y generosa. Tiene una prima, “la observadora”, debe su apodo a que nunca parece estar presente, sino colgada de alguna nube de ensueño. Es inocente y soñadora, carga con un sufrimiento que no se merece.
“La recelosa” es quien, así como yo, vaciló en un principio. Aceptando luego tomar las manos de esas desconocidas con las que prometía crear una amistad. Ella era amiga de una niña, una “pequeña sabia” –su apodo lo dice todo- que creyó desde el comienzo que era posible, más que nadie tal vez, en la Orden.
El árbol que servía de testigo de esa inesperada unión, inspiró a “la explorada” con el nombre. Yo redacté los mandamientos, con los aportes de todas. Yo fui la que invitó a todas a jurar sobre los Mandamientos para crear lo que sería nuestra Orden del Árbol Sagrada y la que improvisó el juramento, fue “la pequeña sabia” quien propuso compartir chocolate.

El lazo que nos unía era la magia, conocida en la tierra que nacimos, el hogar que hasta entonces nos había cobijado, tal como a otros jóvenes con las mismas habilidades. La Corte como llamábamos a los gobernadores –un grupo de elite de poderosos hechiceros- nos brindaba un espacio donde poder canalizar nuestra magia de distintas maneras, velando nuestro bienestar y seguridad. El problema se desencadenó con nuestra unión.
El don de cada una pasó a crecer inesperadamente alcanzando límites insospechados. La fuerza radica en la unión, eso era cierto. Éramos portadoras entonces de un poder en estado puro que despertó recelos y miedo de la Corte. Éramos peligrosas; ellos se convirtieron en una amenaza. Los atentados comenzaron por separado, intentaban tras una fachada de ambiente pacífico debilitarnos individualmente. Lo consiguieron. Pero la Orden respondía a sus Mandamientos, y habíamos jurado nunca más estar solas. Nos rebelamos.
Abandonamos el hogar, buscando una nueva tierra donde aprender a convivir y practicar nuestro recién descubierto grado de magia. Nos buscaron, nos persiguieron,… nos separaron… pero logramos reunirnos en un nuevo refugio. Bajo el Árbol Sagrado. No respondíamos a nuestras identidades pasadas, por precaución, solo a nuestros apodos, los que habíamos obtenido por primeras impresiones.

En el escape nos despojamos de nuestros nombres, de todo aquello que nos hacía fácilmente reconocibles, nos alejamos de nuestros seres queridos para enviarlos a un lugar seguro; vivimos casi en las sombras. Pero de las penumbras asechaban las amenazas. La Corte Oscura es rencorosa, no perdona ofensas, ni admite un poder que supere el suyo. Nos separaron.
Me encontré sola, con un colgante en mi cuello como único medio para mantener contacto con mis amigas. Poseía grabados simbólicos, como el Árbol Sagrado y el Triquel, como un adorno extravagante todas llevaban escrito el número 777 que –nadie más que nosotras sabía- guardaba la magia. El mensaje que buscábamos transmitir se manifestaba en la receptora como una visión, una serie de imágenes.
Así fui testigo impotente de los ataques a mis amigas. Hasta que un día, el paisaje de una isla fue la que me despertó. Nos llamaban. La siguiente imagen fue la de unos hombres, reunidos en un círculo de ruinas. Entonces, semanas después, vi a “la observadora” de pie en el centro de ese círculo.
Respondí al llamado y recibí las señales para encontrar el lugar. Me esperaban, así como a las demás, un grupo de hechiceros que habían focalizado su magia en un aspecto diferente al que habíamos aprendido con la Corte. Eran druidas; fundaron siglos atrás la Tierra del Árbol Sagrado, manteniendo una cultura que se creía olvidada. Una que –considerando la magnitud de nuestra magia- era un buen ejemplo. Una que nos brindaría la posibilidad de explotar nuestra capacidad pero por los caminos seguros y provechosos, a fin de encontrar la conexión con la verdadera fuente de la magia del mundo: la naturaleza.
No creo en el destino. Pero nueve años después de ese encuentro bajo el árbol, llegaba a una isla donde me recibían diciéndome que llevaban décadas esperándonos. Nosotras –por nuestra magia- éramos las elegidas para comenzar con la tarea de generar el renacimiento de una cultura que se estaba muriendo al ser atacada por otros grupos de hechiceros que hacían mal uso de su don, para crear las bases para lo que sería la Academia de Druidas. Nos necesitaban, y nosotras necesitábamos ese lugar… ese refugio…
Unidas nunca seríamos vencidas. Fuimos, “la observadora” y la “escéptica” las primeras en reencontrarnos en la isla. Las que iniciamos nuestra labor a la espera de la llegada de las demás.

En los momentos más oscuros sólo me sostuvo mi unión a ellas. Dicen que aquellos que han sufrido se vuelven peligrosos, porque saben que pueden sobrevivir. Cargué por muchos años mi inmensa pena, una pena que es capaz de acabar con el alma, dejándola vacía y oscura. Sin sentirme parte de nada, y no queriendo pecar de desagradecida con la rama de la familia que me acogió cuando el licántropo destruyó mi vida delante de mis ojos 13 años atrás. Al momento de encontrarnos debajo del arbol, alguna magia antigua surgió; en ese momento pensé que todo tiempo oscuro había terminado para mi. La ingenuidad me tenía atrapada entre sus filas. El tiempo realmente oscuro estaba por comenzar. Solo que esa vez, yo estaba decidida a no perder a aquellos a los que amaba... y tenía el poder para hacerlo, un poder que no soñé tener... un poder que surgió en nosotras a través de la unión.

Mi nombre actual carece de importancia, mi antiguo nombre es tabú, pero seguro han oido hablar de mi, me nombran "La observadora".

Dicen que detrás de los extremistas se esconden los oportunistas, y creo que es verdad. La Corte nos cazaba, pero en el fondo deseaban nuestros dones, porque fueron dones que nacieron de la amistad más pura, de una hermandad real, un concepto que ellos jamás entenderían. Nunca supe que fue peor, si los atentados detrás de una fachada de seguridad que ellos creaban o el ataque directo, pero este último logró separarnos. Fisicamente era necesario dividirnos, espiritualmente siempre estuvimos juntas y nuestras mentes eran una sola. Para mi fue más fácil, los vinculos humanos no me eran tan necesarios en ese entonces. Pero el golpe vino de donde menos lo esperaba, de aquella persona que se suponía que debía protegernos. Uno de los pilares principales de La Corte se descubrió como el licántropo que acabó con mi familia, no iba a dejar que me arrebatara a mis nuevas hermanas. Luego de ese descubrimiento nunca más fui una observadora, me convertí en una guerrera.

Cada día que pasaba las visiones eran más oscuras, las imágenes me paralizaban pero a la vez me daban fuerzas para seguir, cada batalla ganada, cada peligro evadido me llenaban de un valor que era preciado. Luego de un ataque particularmente sangriento las imágenes me llenaron, pero no espeluznantes imágenes de otros ataques, sino celestiales. En ese momento haciendo gala de mi apodo, solamente observé, paralizada, creyendo que había llegado mi turno de morir. Sentía el llamado, el lugar tiraba de mi. Creo que lo sentimos todas juntas, sin embargo mi espíritu estaba demasiado cansado, y me rendí a esas imágenes con más rapidez hasta que el amuleto que nos dimos una vez bajo el árbol tiró de mi y me encontré de pie en el centro del círculo.

Mi cuerpo se reveló al viaje pero mi mente aun fuerte dudó y de pronto traté en un esfuerzo tardío de protegerme. Sabía que nadie de nosotras había estado antes allí y temí porque fuera una amboscada, ya no confiaba en nada. Poco a poco empecé a sentirme más segura, los hombres que nos llamaron, aquellos que nos salvaron con su llamado necesitaban de nosotras para evitar la destrucción total de su mundo. El camino a seguir era difícil, sin embargo la llegada de nuestra lider me llenó de confianza y la escéptica ya no lo era, así como tampoco la observadora, pero por fidelidad a las otras mantuvimos nuestros apodos. No nos podíamos permitir olvidar. Juntas esperamos a las demás, esforzándonos por mandar las imágenes que las guiarían y la voluntad de no darnos por vencidas.

Sin saberlo activamos en nosotras una magia antigua. Al enfrentarnos fuimos pasando por las tres categorías druidas, eso unido a los símbolos que portabamos y que jamás nos quitamos y al respeto que demostramos a la naturaleza en cada batalla y en tantos años nos hizo herederas de un antiguo poder y una antigua magia. Juntas todas creamos la academia, con un esfuerzo común y sin utilizar la magia, como una ofrenda a la Naturaleza, devolvimos cada arbol y cada piedra que utilizamos con sudor de nuestros cuerpos, con sangre de nuestras manos y con amor. Que fue quizás el elemento fundamental de nuestra unión.

Nueve años…..la vida tenia una macabra forma de hacerme madurar, tan esquiva era mi suerte que siempre que alcanzaba a tocar con la punta de los dedos una agradable paz, esta se deshacía con rapidez entre mis impotentes manos. Impotencia, eso es lo que llevo sintiendo toda mi vida, ver los hechos pasar sin poder poner remedio…La triste historia se repetía como una cruel burla del destino, primero fueron mis padres, me privaron de su amor, sus enseñanzas, su guía, no había entendido como ni porque, ahora la verdad se revelaba ante mi, la Corte…siempre la corte vapuleando mi vida.

Tiempo después la esperanza se abrió paso, un mundo nuevo se revelo ante mis fatigados ojos, tenía un don: la magia. Para mi alegría me encontré con otros jóvenes con el mismo don con los que compartí enseñanzas, descubrimientos y el día a día en ese maravilloso mundo. No creo en las casualidades, la magia nos envolvió aquel día, brotando de lo más profundo de nuestro ser, uniendo nuestros anhelos, nuestras fuerzas, enlazándonos para siempre en una indestructible amistad. Pequeña sabia me llamaron, una sonrisa irónica cubre el dolor que me provoca recordar mi apodo. Un fraude eso es lo que soy, si hubiese sido sabia habría aprendido de lo sucedido con mis padres, si hubiese entendido antes lo que iba a pasar, ellas no hubiesen sufrido, no nos habrían separado, al menos habrían estado alerta y no habría llegado de nuevo la oscuridad.

La Corte es poderosa y peligrosa, primero te tiende las manos para conocerte, descubrir tus debilidades, de forma que si te rebelas pueda noquearte. Con cada visión me aferraba desesperadamente a nuestro amuleto, impotente como siempre….cada sufrimiento desgarraba mi alma, un pedacito de mi ser moría en cada ataque. La culpabilidad estrujaba mi corazón, yo las había puesto en aquella situación, si no hubiese dicho aquellas fatídicas palabras que nos unieron, ellos no habrían tenido razones para separarnos, una forma tan cobarde de pensar que ni yo misma me reconocía, nueve años de persecución me habían transformado. Lo más doloroso era ver como las atacaban, cuando los ataques se volvieron hacia mi ni siquiera sentí dolor, sino justicia, tenia que pagar por mi imprudencia…

En esos momentos en los que todo era desolación, solo me mantenía en pie la loca idea que en algún momento nos volveríamos a unir y nunca más nos separaríamos. Supongo que mi mente va por delante de mi consciencia pues ese día llego, unas extrañas imágenes de una isla, unos hombres y parte de la Orden invadieron mi mente y de repente un día me encontré en medio de un círculo de piedras, rodeada de los hombres de mis visiones.

Para mis hermanas de La Orden soy la exploradora, para La Corte... el mayor incordio al que se han enfrentado.
Por un tiempo fui parte de ellos, al menos eso creyeron, incluso hasta a mi misma me pareció que era así; aunque para ser sincera (y pocas veces lo soy si no me lo propongo) en el fondo yo siempre estuve un paso adelante, les conocía más secretos que ellos a mi. Sin embargo y como dicen mis hermanas, mi error fue dejarme llevar por mis sentimientos, ver lo que no existía, confiar en quien no debía...mi error tenía nombres y apellidos.
Si nos remontamos más atrás podría decir que yo tomé más de ellos que ellos de mi; pero en mi caso siempre es así. Había recibido entrenamiento desde los nueve años, quizás por eso los ataques en mi caso fueron más fáciles de aceptar. Pero a mi me persiguieron con ahínco, o me aman o me odian a muerte, pero no paso desapercibida y ellos me odiaban... a muerte.
Estar lejos de mi hija por nueve años, perderme como crecía era algo que no les iba a perdonar, por eso les devolví cada golpe, uno por cada uno de los mios y uno por cada uno de los que fueron contra las mías. Sin embargo se cuidaron de no molestarme demasiado, a mi no me mostraban sus caras pero no contaban con las imágenes que veía de los ataques. Un día en una de ellas lo ví, el era parte de ellos. A partir de ese día deje de ser perseguida y comencé a perseguir.
Los poderes nuestros habían crecido y comencé a desarrollarlos, los necesitaba, sin que mis hermanas lo supieran fui anotando sus mensajes en forma de visiones, mi mente demasiado analítica comprendió un patrón en los ataques. Después de cada ataque a ellas yo atacaba, siempre me llevaba la peor parte; pero si algo aprendí es que con los animales uno no puede ser el perseguido, a fin de cuentas yo, algunas veces era un animal.
Las visiones empezaron a llegarme poco a poco, al igual que a las demás, no me extrañó ver a mi Valentine primero, pues su mente captaba señales extrasensoriales mejor que todas nosotras, pero ver luego a Diana y después a Megan era demasiado, no sabía si dejar solas a las otras dos. Pasé muchos horas pensándolo... y al final la idea de buscar un nuevo lugar para mi hija fue más fuerte, no había futuro allí para ninguno de nosotros.
De esa manera tracé una estrategia, sabía que la visión no tardaría en llegar y me preparé, mi cuerpo y mi mente disfrazados, mucho más fáciles de transportar que el de cualquier humano. Sentí la espiral de la llamada dentro de mi. Cuando era transportada me convertí, y al llegar mis ojos de halcón los analizaron a todos.

He perdido la noción del tiempo, han pasado años que me parecen siglos desde la última vez que recuerdo: fui feliz. Lo tenía todo, todo lo que podía haber soñado y poco a poco lo perdí, ellos me lo quitaron... todo. En aquél entonces era joven y un poco desconfiada; hoy he madurado y aunque sigo siendo joven, en nueve años crecí más en cuanto mis habilidades, conocimientos y sentimientos. Antes, había encontrado lo que le hacía falta a mi vida en una reunión debajo de un árbol, de ahí nació una gran amistad, una hermandad; hoy, las he perdido, me encuentro sola y sin saber a donde ir, aún sigo huyendo, de mis fantasmas personales y de aquellos que me persiguen dándome caza como cual animal. Antes sabía lo que era amar y ser amada; hoy soy fría y dura como una roca...

Justo cuando me abrí a otras personas, mis amigas... mis hermanas, comenzó lo que sería la peor etapa de mi vida. Conocida como la "recelosa" en el grupo de jóvenes adolescentes que practicaban la magia en un internado que parecía el más seguro y honesto, ahí fue cuando desperté a la realidad. La cruda realidad, como le he escuchado llamar.

Me dí cuenta que vivía en un mundo de ensueño, donde todo parecía llevar un orden, que jamás hubiese pensado que todo estaba fríamente calculado. La Corte, ellos, como les digo yo, se desenmascararon y se desató el apocalipsis. Tenía 17 años cuando la verdad salió a la luz y un buen amigo que se había convertido en mi profesor, al cual veía como un ejemplo a seguir, resultó ser un Licántropo y justamente él, había acabado con la familia de una de mis hermanas. Todo tenía un fin en particular y al final, nos vieron como una amenaza a la que tenían que desaparecer de la faz de la Tierra pues su mundo utópico salía de su asqueroso balance con nuestra presencia y habilidades que cada día crecen un poco más. Lo que ellos no sabían ni entendían, fue que nuestra unión era más fuerte que cualquier magia que pudieran imaginar, pues aún después de nuestra separación las sentía cerca de mi y fue ese calor el que me sostenía y no me hundí en el abismo en el que se convirtió mi vida. La Corte nos cazó individualmente, tenía pesadillas o visiones -aún no estoy segura- del cómo torturaban a las chicas que amaba.

Con mis hermanas aprendí a ser lo contrario de mi apodo, si tan solo no hubiese perdido ese sexto sentido, quizás hubiese presentido el ataque que sufrimos. Y fue ese ataque y los acontecimientos que pasaron después lo que me hizo dura de corazón... Si tan solo las volviera a ver.

Me hallaba protegiéndome de la intemperie en un escondite ¡Y no solo de la intemperie!, fue cuando escuché pasos cerca de donde me encontraba, cuando sentí aquel llamado dentro de mi y las visiones que parecía compartíamos, pero ya no eran de tortura, sino de paz. Era eso lo que necesitaba, cerré mis ojos y desee con fuerza estar ahí pues si me habían encontrado y tenía que morir, quería imaginármelas una última vez antes de mi fin...

... Los ruidos cesaron y fueron reemplazados por voces extrañas, demasiado cerca, a decir verdad, era como si hubiese aparecido en medio de un círculo y los integrantes del círculo se sorprendieran de mi aparición. ¿Estaba muerta? ¿Era este el lugar a donde las almas iban cuando dejaban el mundo terrenal? ¿El lugar donde debía pagar todos mis errores? ¿Sin dolor... aún? Un miedo me invadió, tan rápido se habían deshecho de mi... Comencé a temblar y fue cuando por fin, abrí mis ojos.

Y desperté en el lugar de mis visiones, si este era el infierno, moriría más seguido... Había encontrado el camino a casa.

Yo era la más vulnerable de todas y al final quizás ellos comenzaron a desistir.

Conocía muchos secretos…..demasiados. Quizás la esperanza para ellos, La Corte, era la seguridad de que nunca los revelaría; al menos no los importantes. Las razones me las reservo porque estoy segura que ustedes también lo harían.

Hubo una etapa de mi vida en donde la magia solo significo parte de mi sufrimiento sin embargo fluía dentro de mí por el legado familiar del cual renegué por mucho tiempo. Tal vez para la mayoría de las personas es solo un don inimaginable pero nosotras, La Orden, sabemos que es algo que viene con equipaje pesado.

A diferencia de mis hermanas yo me refugie en la monotonía de la vida común, luego de ver cómo nos separaban no me quedaron fuerzas para continuar o quizás desistí a la idea de volver a estar juntas. Parece una ironía ya que fue nombrada “la leal” aquella vez bajo el árbol sagrado pero hay muchos matices de mí que aún no conocen, quienes me están leyendo, ni lo harán. Solo aquellas que formamos parte de la Orden conocen mi verdadera esencia.

Por los siguientes nueve años me encontré trabajando como simple humana en un pequeño poblado. ¿Qué hacía? Curaba …..Enfermedades del alma, el corazón y el cuerpo. Vivía para mi profesión, solo recordaba a mis hermanas cuando en algún inútil intento abrazaba la superficie del medallón que jure una vez no retirar jamás.
La soledad volvió a formar parte de mí y el único nexo mantenido con la antigua vida que había llevado era mi amigo inseparable de tantos años, el lobo blanco.

No crean que fueron 9 años de una triste existencia, si ustedes me hubieran conocido antes sabrían que la tristeza siempre formo parte importante de mi así como la soledad. La puerta de la felicidad solo se abría en presencia de mis hermanas, La Orden……..y sin ellas volvía a ser nada…..solo algo más.

Yo era la más vulnerable de todas y al final quizás ellos comenzaron a desistir.

Es por eso que las visiones aparecieron en mi de última, si soy sincera nunca pensé que llegarían. Dude de ellas, de la magia, las aparte con fuerza y por eso tardaron en llegar. Quería mantenerme allí donde había permanecido tantos años, esperando que el tiempo barriera mis angustias dejándome sin nada……… pero el amor por mis hermanas fue mayor, el sentimiento de felicidad al tener la esperanza de volver a verlas creció demasiado y aparecieron las visiones transportándome a un lugar desconocido en el cual me sentí por primera vez en paz.