Psicoanálisis - Esteban & Anastasia

Vienen del pasillo

No sabía porque pero aquel hombre me inspiraba confianza, había algo en su mirada que me hacía sentir segura así que lo seguí hasta el despacho de Claude como me lo indico. Observe los alrededores de aquel lugar, desprendía la misma energía que su dueña, me parecía raro estar allí. Divise un butacón cerca de otro y fui a sentarme con calma.

Cruce mis brazos y baje la mirada pensativa, medite en las palabras del druida y le dije:
-Si con otras formas te refieres al sexo creo que tienes razón, aunque yo no sabría cómo hacerlo. Supongo que esa es la diferencia entre las amigas de Thera y yo- dije resignada, como si esa diferencia fuera una desventaja significativa para mí.

Sabía que los hombres eran muy dados a esa clase de placeres, que las mujeres que eran inteligentes los seducían en la cama hasta tenerlos rendido a sus pies. Raphael era un maestro en ese tipo de cosas y yo solo una absurda debutante. ¿Era por eso que no me veía como a las demás? Quizás no se atrevía a nada por miedo a que yo pueda decepcionarlo de esa forma

Nunca antes había entrado en el despacho de una de las hechiceras de la Orden pero esa fue la primera puerta que encontré subiendo las escaleras. Al entrar una extraña sensación de tristeza me golpeo, estuve al punto de preguntarle a la chica de quién era ese despacho porque al entrar no había ningún tipo de insignia con nombre pero me abstuve al ver el rostro de la muchacha.

Me senté a su lado en silencio esperando y observando cada uno de sus movimientos. Cuando finalmente se decidió a hablar me sorprendió la forma en que interpreto mis palabras dejando claro, al menos para mí que era virgen. Cosa que habría preferido no saber ya que era algo privado y la muchacha apenas me conocía pero cuando trabaje en la universidad era común que mis pacientes hicieran esa clase de confesiones.

-Yo no dije que el sexo era una de las formas para volver loco a un hombre. Aunque ciertamente hay muchos que pierden la cabeza ante los encantos de una mujer pero más bien me refería a cosas más especiales y únicas. Todos los seremos humanos tenemos algo diferente que ofrecer a los demás, quizás tu tengas un algo especial que haga algunos hombres enamorarse de ti y a otros alejarse, depende de cada individuo. Claro que la exterior es importante pero creo que el interior lo es más aún. ¿Tú crees que eres bonita también por dentro?- le pregunte mirándola fijamente a los ojos.

Lo escuche atenta, cada palabra hacia que algo dentro de mi reaccionara de una forma extraña. Me sorprendió su facilidad de palabras y su tono, casi parecía un profesor dando una conferencia. Sin poderlo evitar recordé a mi hermano y a mi familia, casi no tenía recuerdos de ellos pero me hubiera gustado que mi hermano hubiera sido como aquel hombre.

Ante su pregunta asentí con seguridad:
-Si lo soy. Pienso que tanto externa como internamente. El problema es que no logro que …..- me detuve por varios segundos sin saber si continuar o no pero al final me decidí confiando en que mi secreto se guardaría -….pues no logro que cierta persona vea eso en mí. Que conozca cuan bonita soy por dentro y por fuera. A veces me desespero porque lo deseo con tanta fuerza que creo que voy a reventar- mencione casi sin respirar y de pronto sin saber porque le pregunte:

-¿Usted cree en los amores prohibidos?-

Mi respuesta era si, desde que había conocido a Niamh creía que enamorarse era posible para mí nuevamente. No sabía que fuerza tenía aquel sentimiento pero sabía que de cierta forma era imposible. Aún así no era ético de mi parte responder a una pregunta basándome en mis razones personales. Debía saber que era lo mejor para aquella muchacha, sobre todo por el hecho de que ella creía que lo suyo era un amor imposible. Abrí mis labios para hablar cuando unos gemidos atravesaron la habitación. Al principio creí que eran imaginaciones mías pero luego se hicieron más notables, tanto que me quede inmóvil por unos segundos sin saber cómo reaccionar.

-Creo que será mejor seguir esta charla en otro lugar- dije inmediatamente y me levante de mi asiento para tomar la mano de la chica, ayudándola a pararse. Juré internamente que mataría a Myles por aquello, si no me equivocaba era él el culpable de aquello y la otra voz……no quería ni imaginar ¿Tan avanzada estaba las relaciones entre los otros druidas y las hechiceras? Seria yo el único que no podía expresar sus sentimientos? No, seguro que Jake y Loghan serían tan serios y calmados como yo. Sonreí para mis adentros ante esta idea y espere la respuesta de la chica.

La imagen que me encontré al subir de la cocina, estaba seguro me torturaría hasta el fin de mis días.
Esteban era un druida que me agradaba, si hubiera sido otro no sabría lo que hubiera ocurrido. Creía que era un hombro en el cual se podía confiar, pero lo odie en ese momento por ver como sostenía en su mano la mano de Ana. EL impulso de reclamar a Anastasia en voz alta fue tan fuerte que llego un momento en el que no supe si lo había dicho en voz alta o no. -Esteban- salude con la cabeza educadamente. -Me permites?- señale la mano de ella sin poderlo evitar y tome su mano en las mías. Sentir sus manos tan frías fue como un trozo de hielo clavado en mi alma. Estábamos en verano, que diablos hice? que demonios había pasado para que ella estuviera así?
No iba a fingir que no entendía, solo una cosa llevaría a Anastasia a ese estado. Ella nos había visto.

-Si nos disculpas Esteban, quizás en otra ocasión, en estos momentos necesito tener una conversación con Anastasia. Mas tarde si me lo permites necesito conversar contigo.- le dije mientras me despedía y sintiéndome culpable arrastraba a Ana de aquel lugar. Estaba seguro que un día ella me haría pagar tratarla como a una niña pequeña, pero en esos momentos ambos necesitábamos intimidad. -Anastasia- susurre colocando mi brazo sobre sus hombros para dirigirnos a la casa que aun estaba construyendo.

Mi casa, nuestra casa.