Sueños [Anastasia - Raphael] [Imbolc 2012]

Llevaba la casa ya bastante adelantada, en un principio pensé que iba a demorar mucho pero Aidan realmente tenía un don para estas cosas y escogimos una casa que estaba deshabitada y que había pertenecido a la familia de Jake. Los arreglos iban viento en popa y la verdad yo estaba casi desesperado por poder mudarme. La cama que utilizaba era la de Valen quien me había prestado su cuarto por ser el más alto y el más alejado del resto... y de Anastasia. Había estado trabajando desde antes del amanecer y luego de un baño me encontraba muy cansado por lo que me desnudé y puse mi ropa en un montón sobre una de las sillas antes de acostarme en la pequeña camita sin dejar de pensar cuan ridículo debía de verme allí.
Poco a poco supongo me fui quedando dormido.
Los sueños son pedazos de imaginación que nos juegan trastadas. Veía la casa terminada y a Anastasia sentada en el portal esperándome y luego se desvanecía y estaba solamente yo construyendo las barandas del nuevo jardín.

Fdr: Se acostó desnudo?? Pervertidaaaaaaa XD


Hace días me acechaban extraños sueños que no me dejaban descansar lo suficiente, en algunos aparecían raros personajes que hablaban en un lenguaje oculto tratando de iluminar mi sueño. No sabía qué hacer, nunca antes me había pasado aquello y solo había comenzado el segundo día de haber llegado a la Isla. ¿Tendría algo que ver con ello? Quizás estaba enferma.

Ante esta idea me incorpore de la cama quedando sentada sobre las sábanas blancas, casi nunca estaba enferma. De hecho en mi vida no recordaba ninguna enfermedad por la que hubiera pasado y nadie me había contado nada de pequeña. ¿Qué haría? Tal vez Claude pudiera ayudarme, Thera me había dicho que era sanadora, quizás yo tuviera alguna especie de virus o algo así.

Me estremecí por unos momentos sintiendo miedo, queriendo que algo o más bien alguien en específico me abrazara pero él estaba lejos de allí.

Con extremo silencio salí de mi cama, la cual pertenecía a Evan en el dormitorio de Thera y me adentre a los pasillos de la Academia. Había escuchado entre las hechiceras que Raphe estaba durmiendo en la habitación de Valentine. No había que ser muy inteligente para darse cuenta que lo querían mantener alejado de mi pero ¿porque? Raphael había sido mi guardián toda la vida, de hecho en noches como está siempre necesitaba estar cerca de él o que me hablara para sentirme mejor, más segura.

Avance entre la oscuridad tanteando con mis manos hasta llegar al lugar indicado, se me ocurrió tocar pero imagine que Raphe debía estar dormido así que me adentre en la habitación con sumo cuidado de no hacer ningún ruido.

Allí estaba, acostado y descansando, como yo imaginaba que estaría. Reprimí las ganas de saltar sobre él, abrazarlo y acostarme a su lado, de seguro recibiría un regaño por aquello y a él lo pondría muy furioso.

Mis ojos fueron bajando desde su rostro hasta el resto de su cuerpo percatándome que estaba desnudo por lo que sonreí y eleve una ceja divertida ¿Pero que creía? Estaba en una casa rodeada de chicas que no eran todas ni su hermana ni su prima. ¿Qué dirían ellas si supieran que no lejos de sus habitaciones dormía un hombre desnudo? Y no cualquier hombre sino Diego Raphael D Vartan.

Con pasos ligeros me acerque a la cama, quedando a milímetros de esta y me senté con suavidad en el suelo; apoyando mi mentón sobre el colchón para mirar el rostro de Raphe que ahora quedaba frente al mío.

Era hermoso, cada rasgo en su figura lo hacía único y tan él. Mi mirada se posó en sus labios trazando una línea imaginaria sobre ellos que me hizo soltar un pequeño suspiro. Resignada cerré los ojos y me concentre en Raphael, en cuanto me gustaría poder penetrar en sus pensamientos y decirle todo lo que me hacía sentir….

Pasados unos segundos sin darme cuenta todo a mi alrededor comenzó a cambiar:
De repente me encontraba en lo que parecía ser una casa, una casa en la Isla? Definitivamente por el paisaje alrededor pero yo conocía todas las viviendas de la isla y aquella todavía no había sido construida. Algo asustada pero asombrada por lo que estaba sucediendo camine alrededor de ella y unos metros de mí divise a ¿Raphael? Estaba en lo que parecía el jardín de la casa, reparando o construyendo algo de madera.

Sonreí ilusionada y divertida ¿estaba en el sueño de Raphe? O era yo la que estaba soñando y esta era mi sueño? No me importaba, el hecho es que él estaba allí y yo podía hablarle o al menos eso creía. Bien, con probar no se pierde nada.

Me acerque lentamente hasta él sonriendo de forma algo atrevida.
-Hola ¿me estabas esperando?- fue lo primero que se me ocurrió decir, la verdad no estaba segura si él podía verme, escucharme o tocarme.

El sueño proseguía y yo seguía construyendo las barandas para el jardín trasero. Me gustaba pensar que un día podía compartir mi casa. La persona destinada a hacerlo en mis sueños siempre era la misma por eso comencé a pensar en lo que le gustaría a ella. En realidad no sabía si prefería las cosas más sencillas o más trabajadas. Comencé a hacer dibujos en la madera usando los métodos en ebanistería que me había enseñado mi abuelo cuando apenas era un niño.
Sin darme cuenta fueron saliendo unicornios y esto me frustró aun más, yo conocía la historia de los Ivanova y su magia y que incluso en sueños no pudiera abandonar mis deseos comenzaba a hacerme sentir frustrado.

Su voz me sobresaltó y me giré confundido, y allí estaba ella, tan luminosa como siempre.

La miré y sonreí porque nunca en mis sueños ella parecía tan real. -No te basta estar el día entero en mi cabeza y ahora invades mis sueños- De alguna manera yo sabía que estaba en un sueño.

Me concentré una vez más en la construcción y de pronto una idea me asaltó. -¿Te gustan las barandas con unicornios? Cada vez que construyo algo pienso en ti y nunca puedo preguntarte- No tenía ningún sentido mentirme a mi mismo en sueños, ella me obsesionaba cada segundo del día, imaginaba su ojos mirándome de esa manera inocente y pícara y en lo único que pensaba era en correr lo más alejado posible para no caer en su hechizo y faltar a la palabra que había dado a su hermano, mi mejor amigo. Era imposible que yo pudiera mirarlo a los ojos algún día y decirle: "Lo siento no pude resistirme, ella es mi vida" la confesión de algo así en mi subconsciente me hizo seguir con mi trabajo tratando de alejar su imagen.

Ella se veía preciosa pero algo en lo que no me había fijado llamó mi atención y volví a levantar la vista de mi trabajo.
-¿Por que estás en tu camisón de dormir Ana?- Me levanté y me acerqué a ella despacio pues no quería manchar su cuerpo con mis ropas de trabajo. -No me gusta que andes así por la isla, no me gusta que te alejen ¿sabes? Hay muchos druidas aquí y tu eres mía Anastasia.- le dije sin pensar y me corregí al momento. -Eres mi protegida.-

Le devolví la sonrisa divertida, negando con la cabeza ante su primer comentario.

-No, no me es suficiente-

Lo observe en silencio con anhelo en mis ojos hasta que volvió a hablarme.

-Los unicornios están unidos a la historia de mi familia- mencione acercándome a la madera tallada para trazar las formas de la figura con mis dedos. Con la mirada perdida en los unicornios repetí las palabras de Raphael en mi mente “Cada vez que construyo algo pienso en ti “

Su siguiente pregunta hizo que me incorporara saliendo de mi trance y le volviera a sonreír:

-Creo que ahora mismo me estoy portando muy mal ¿Qué tiene mi camisón? No te gusta?- cuestione sintiendo una corriente eléctrica por mi cuerpo cuando se acercó a mí.

-¿Soy tuya?- pregunte sorprendida por su declaración aunque luego rodé los ojos soltando un suspiro de frustración – Claro, tu protegida- sin saber muy bien lo que hacía cubrí el espacio vacío que existía entre nosotros dejando solo una línea fina entre su cuerpo y el mío.

-¿Y si no quisiera ser solo tu protegida? Porque no puedes verme de otra manera Raphe?- levante mi mano derecha y acaricie lentamente sus cabellos oscuros –¿Porque no me miras como lo hacías con aquellas mujeres que llevabas al castillo?- cerré los ojos concentrándome por unos instantes y cuando los abrí mi camisón de dormir había pasado a ser un escotado vestido rojo que resaltaba cada curva de mi cuerpo acompañado de un rojo brillante sobre mis labios. No sabía de donde había sacado aquella combinación pero estaba segura de haberla visto en algún filme con Evan.

"No, no me es suficiente" Sus palabras me advirtieron de lo que estaba por venir, me dejaron como anonadado mirándola.
En respuesta a mi otro comentario vi como se acercaba a las barandas y miré sus dedos acariciando la madera que acababa de pulir. -Anastasia debo advertirte que estoy teniendo pensamientos demasiado indecorosos- fue la única estúpida frase que pude construir en mi mente y expulsar fuera como una manera de advertencia.

-No me gusta que andes en camisón por este lugar, y menos con intenciones de portarte mal- le dije completamente serio tratando de que no se notara las alteraciones que me hacían sufrir su escaso vestuario, lo cual empeoró cuando se acercó a mi. -¿Es un sueño?- pregunté no sé porqué, creo que solamente para estar seguro. Lo que podía cambiar que fuera un sueño era una línea sutil que no sabía si podía brincar sin sentirme como un ser traicionero.

Su pregunta me hizo enfadar. -No te puedo ver de otra manera porque juré protegerte, le juré a tu hermano, mi mejor amigo que sería tu protector...- las palabras que seguían se perdieron cuando sentí su caricia y me percaté del escaso espacio que había entre ambos. -¿Que sabes de aquellas mujeres Anastasia?- le pregunté asustado, si ella realmente viera como en realidad la miraba cuando ella no prestaba atención sabía que saldría huyendo.
Miré el cambio inexplicable de la ropa y suspiré aliviado, definitivamente esto era un sueño; pero mi propio alivio me dio miedo.

La agarré por su antebrazo y la pegué completamente a mi. -¿A que juegas?- le solté iracundo mirándola de arriba a abajo. El traje me demostraba algo, ya no era una niña. Admiré despacio sus formas de mujer ante mis ojos, sus pechos completamente resaltados y dirigí mi mirada a sus ojos. -Prefería el camisón en comparación- le susurré al oído. -Este conjunto no te pega querida, una piel como la tuya se puede llenar de rasguños del complicado corsé y eso no me gustaría- seguí susurrando antes de separarme y volver a mirar a sus ojos y a sus labios, luego de unos segundos miré a sus ojos nuevamente.
-El color de los labios en cambio conozco otra forma de deshacernos de él.-

“¿Qué sabes de aquellas mujeres Anastasia?”
-Lo suficiente para tener la certeza que cambiaría cualquier cosa por ser una de ellas aunque fuera una noche- respondí con seguridad alzando una ceja de forma misteriosa sin embargo su agarre me sorprendió de sobremanera deseando como otras tantas veces que se acercara y me besara.

Pero el beso no llego y si varias preguntas a las que no supe cómo responder:

-No estoy jugando- conteste a la primera esbozando una sonrisa de lado cuando me percate como sus ojos recorrían cada detalle de mi cuerpo, no sabía muy bien cómo responder a su mirada y sus siguientes palabras cayeron como un cubo de agua fría que borro de mi rostro toda sonrisa anterior, aun cuando su susurro en mi oído hizo que mi piel se erizara.

- Claro, porque lo que te preocupa es que mi piel mantenga su delicada forma- solté exasperada, furiosa y en unos segundos todo el conjunto desapareció para volverme a encontrar de nuevo con el camisón de dormir.

Estaba tan molesta que su último comentario me pareció frívolo y poco convencedor.
-Ya sé!!, seguro que me lo querrás quitar con agua y jabón ¿no?- golpeé con fuerza su pecho y solté un grito de frustración.

-Será posible que ni en sueños puedas comportante como un hombre!!-me mordí los labios y empecé a caminar por el jardín hasta llegar a la entrada de la casa. Entre de un portazo y me senté sobre el primer sofá que divise, carcomiéndome por dentro, sintiéndome impotente y rechazada a la vez.

-Por supuesto que me preocupa tu piel- le respondí de pronto confundido, ¿cómo no me iba a importar? La verdad cada vez se me hacía más difícil entenderla.
Ante el cambio nuevamente de vestuario me separé un poco. ¡Dios ella iba a hacerme enloquecer!

¿Agua y jabón? Podía ser ella todavía tan inocente acaso. La respuesta era afirmativa pero su golpe me dejó sin saber que hacer de repente, lo que le dio ventaja para echar a correr. -No seas injusta, intento comportarme como un hombre de honor y tu ni siquiera lo ves- le reproché antes de verla caminar hacia la casa.

El portazo fue el colmo de lo que podía aguantar y la seguí entrando a la casa. La miré sentada en el sofá como si fuera un bichito pequeño a punto de ser aplastado. ¿Como le hacía más daño? La levanté del sofá y alzándola en brazos la saqué al portal y la acomodé justo encima de las barandas que ya estaban puestas para ponerme justo entre sus muslos, mientras sujetaba su cuerpo por detrás con una mano abierta en lo más bajo de su espalda.

-¿Sabes por qué siempre busqué mujeres mucho mayores Anastasia?- pregunté sin dejar de mirarla. -¿Sabes lo que pido de ellas?- Mis manos cubrieron su rostro acariciando suavemente. Despacio fui acariciando su cuello hasta el escote del camisón. Me acerqué a su perfil derecho y le susurré al oído. -Les pido redención total, cuando estoy con una mujer quiero que ella se rinda ante mí para poder darle todo el placer que merece, quiero que esté dispuesta a que bese su cuerpo, todo su cuerpo, que ella sepa que su placer es el mío. La quiero rendida, saciada, desmayada de tanto placer- Le decía todo aquello para asustarla pero cuando miré de nuevo a sus ojos era yo quien tenía miedo por mi mismo.
Hacía un rato que no analizaba nada de lo que decía, no me importaban las consecuencias, este era mi sueño y yo podía vivirlo tal como nunca lo haría en la vida real.
Besé su mandíbula de un lado a otro antes de poder acercarme para seguir susurrando. -Cuando tengo a una mujer conmigo la quiero atada a mi cama, bajo mi dominación, rendida a mis deseos- No podía dejar de advertirle, la quería lejos de mí, huyendo, porque yo no era mucho más fuerte.

-Te dejaste el color de labios- le dije mientras con mi dedo índice tocaba su boca. -Por cierto nunca pensé en quitártelos con agua y jabón- fue lo último que le dije antes de acercar mi boca a la de ella con la separación de un suspiro solamente entre ambos. -A ti, podría pedirte mucho más que al resto- Lo siguiente fue besarla como si no hubiera un mañana mientras mis manos se enredaban en un pelo y en su espalda.

-¿Pero qué haces!!??- pregunte sintiendo como Raphe me levantaba del sofá, sacándome de la casa sin reproches para colocarme encima de las barandas que estaba construyendo antes. La furia que sentía se incrementó hasta que fue reemplazada por miedo cuando observe como él se colocaba entre mis muslos y su mano descendía por mi espalda.

Algo alarmada trague saliva y en apenas un susurro pregunte: -¿Raphe que estás haciendo?-

Ante su primera pregunta negué con la cabeza como un gatico asustado, sentirlo tan cerca y tan imponente me hacía sentir indefensa y extraña a la vez.

La respuesta a su segunda pregunta quedo en un silencio sepulcral mientras cerraba los ojos y sentía como su mano me acariciaba. Dejándome llevar por aquella sensación sonreí cuando susurro cerca de mi oído sin embargo sus siguientes comentarios me asustaron, sintiéndome una niña inocente ante la sugerencia que acompañaba aquellas palabras.

Cuando miró de nuevo a mis ojos le respondí con miedo y muy en el fondo con anhelación por aquello que me había susurrado al oído. Deseaba que se convirtiera en verdad, que me tomara como él decía que lo hacía con aquellas mujeres pero ¿Estaría yo preparada para eso?
Solté un suspiro de placer cuando sentí sus besos sobre mi mandíbula que fue cortado nuevamente por sus palabras ¿Por qué me hablaba de aquella forma tan posesiva?

“Te dejaste el color de labios”
Como reflejo ante esta frase lleve mis dedos hacia los labios pero al hacerlo sentí el dedo índice de Raphe sobre ellos y al escuchar sus siguientes palabras mi corazón se congelo por unos instantes dejando de latir ¿Me iba a besar? Por fin iba a obtener lo que quería? Cerré los ojos esperando el momento pero su último comentario me hizo incorporarme dudosa y preguntar:
-A que te refie….- mi pregunta fue opacada por el beso de Raphael que me tomo por sorpresa dejándome sin fuerzas y sin pensamientos coherentes. Mi mente se tornó en blanco dejando que aquella sensación tomara posesión de mi cuerpo y respondiera con la misma intensidad, saboreando cada rincón de su boca.

Había besado a algunos chicos antes pero nada se comparaba con un beso de Raphael D Vartan. Me sentía en el cielo, indefensa, con ganas de más, deseando que no terminara nunca. Mis brazos se enredaron en su cuello atrayéndolo más hacia mí, tratando de pegar cada partícula de mi cuerpo al de él para sentirlo muy cerca, su calor , su olor lo que me hizo recordar conversaciones femeninas detrás de una puerta.

En contra de mi voluntad me separe apenas unos milímetros de sus labios y con algo de miedo e inseguridad pregunte -¿Me vas hacer el amor?-

No había renuencia en su beso, solo entrega. Sentía que ella intentaba darme tanto como yo le daba y la bestia dentro de mí gimió de gozo. Puso los brazos en mi cuello y me atrajo hacia ella misma con ansia, cuando estuve mucho más pegado de lo que era mi intención en un principio el dique se rompió con intensidad lo que me hizo ser un poco más suave con ella, ya estaba completamente decidido, no hacia falta demostrar nada, ni a ella ni a mi mismo.
Realmente mirando hacia el pasado el desastre se veía venir, yo no iba a ser capaz de evitarlo. Sentir toda su piel pegada a la mía me hacía ser posesivo y no quería separarme para nada cuando fue ella quien se apartó.
"¿Me vas a hacer el amor?"
Cuando la miré a los ojos vi todo eso que me había negado a ver antes de besarla.
-Sabes que estoy haciendo Anastasia, estoy haciendo lo mismo que juré y prometí no hacer jamás, te estoy seduciendo.- confesé de pronto sintiendo que me había traicionado a mi mismo por no hablar de su hermano. Pero ella había preguntado antes y para la última pregunta aun no estaba preparado.

La miré a los ojos fijamente absorto en ella, en todo lo que reflejaba su mirada en esos momentos, se veía que estaba nerviosa pero profundo en su mirada todavía quedaban vestigios de la neblina de deseo que había expresado sin saber con todos esos suspiros.
-Te pesan los párpados ¿cierto?- le dije con orgullo de macho mientras la acariciaba de forma seductora en el cuello. -Me has tenido embrujado desde que cumpliste los 16 años Ana, huyendo como un animal asustado de ti, que apenas eras una niña.-

Suspiré y me separé de ella por unos segundos antes de recogerla en brazos de la baranda y sentarla en uno de los pocos muebles que había en la terraza antes de sentarme justo frente a ella. -Cualquier historia que hayas escuchado antes sobre mi, olvídala Anastasia. Voy a hacer esto, pero necesitas saber que voy a pedir aun más de ti que lo que pudiera haber pedido de otra mujer. Voy a hacerlo pero será según mis reglas.- dije finalmente antes de ponerme de pie y darle la espalda aferrándome a la baranda y mirando lejos porque no sabía como responder a su pregunta con toda la sinceridad que siempre le había hablado.

-Puedes estar malditamente segura de que te voy a hacer el amor- solamente giré mi cabeza para mirarla a los ojos. -Pero antes de que eso ocurra tu vas a pertenecerme de todas las maneras posibles Ana. Quiero que estés segura de eso antes, porque una vez que tome tu inocencia no podrás correr a ninguna parte.-

Su confesión me golpeo de pronto, percatándome de que Raphe hacia un esfuerzo muy grande por cumplir la promesa que le había hecho a mi hermano y yo……solo estaba seduciéndolo al abismo, a la deslealtad. A romper con su imagen de hombre de honor que se había forjado durante toda la vida ¿Tan egoísta era que no me daba cuenta de aquello?

Su mirada me puso a temblar como otras veces, sin embargo ahora despertaba un oscuro deseo que antes no había sentido; que se incrementaba con cada caricia que recibía de él, justo como estaba haciendo ahora con mi cuello.

-¿Solo desde los 16?- pregunte en broma mientras mis labios dibujaban una sonrisa coqueta, no podía evitarlo, jugar con él y seducirlo era algo que nacía en mi sin poderlo frenar.

Cuando me tomo y me deposito nuevamente sobre el mueble del jardín me quede muy quieta mirándolo fijamente, observando cada uno de sus movimientos. Escuchando atenta a sus palabras.

-Raphe y yo quiero darte todo lo que soy pero no sé qué es aquello que me exigirás a diferencia de las otras. Experiencia no tengo, y lo sabes. ¿Qué podría darte yo que no te diera ya el resto de tus amantes?- pregunte confundida sin embargo cuando se volvió a levantar tuve ganas de agarrarlo por la manga y apretarlo contra mí lo más fuerte que podía.

Al oír su afirmación sobre mi pregunta un escalofrío recorrió mi cuerpo, así como lo hicieron sus siguientes palabras.

Cuando Raphael termino de hablar me mantuve unos minutos en silencio con la mirada perdida, después me incorpore y me acerque a él para besarlo en los labios y agregar:

-Puedes tomar todo lo que quieras de mí que yo no voy a correr a ninguna parte pero primero todo esto debe ser real- al concluir mi frase cerré los ojos y me obligue a mí misma a regresar a la habitación de Valentine.

Cuando los volví a abrir todo estaba oscuro y el frio suelo de la habitación hacia que mi piel se erizara. Sonreí al ver dormir plácidamente a Raphe ¿Y ahora qué pasaría? Lo que había pasado era real? Como había sido capaz de entrar en su sueño?

Millones de preguntas me asaltaron a la mente pero lo único que importaba era la confesión de Raphael, ahora solo debía hacer que la expresara en voz alta y aquí, en la realidad. Pero…..no sé si estaba preparada para eso.

Después de unos instantes de indecisión suspire resignada y salí de la habitación de Valentine para regresar a la mía, junto a Thera.


FDR: Tata si quieres cierra tu el rol *-*

La veía estremecerse con mi mirada y mis caricias y el control que tenía se fue a un lugar muy lejos, completamente ajeno a mi. Su broma y su sonrisa coqueta me hicieron reir por primera vez. Mi carcajada no se había hecho esperar.
Ahora yo estaba de espaldas a ella y debía responder preguntas para las que no tenía respuesta, aunque si era sincero conmigo mismo, si las tenía pero no la quería huyendo de mi asustada.
-No busco experiencia Anastasia, me gusta tu inocencia, saber que antes de mi nadie te ha tocado, nadie te ha tenido, y que siempre sera asi porque luego de mi nadie más podrá hacerlo pero... ¿puedes vivir tu con eso, sabiendo que yo seré siempre el único?- era una pregunta retórica, más para mi mismo que para ella.

Cuando se incorporó me asombró, que estuviera ella lista para tomar la iniciativa y besarme de esa manera, de alguna manera me tenía esclavizado esta mujer. Pensar en ella en esos términos me asombraba realmente pues nunca antes la había visto así, con su camisón de dormir desarreglado, sus labios hinchados y en el resto de su cara las marcas de mi barba de dos días. Nunca nadie se vio así, parecía que acababa de salir de mi cama y ni en sueños hubiera soñado con esta belleza.
"No voy a correr a ninguna parte" Esa frase me llegó bien hondo pero las palabras que siguieron me descolocaron. El sueño se desintegraba y un torbellino parecía des dibujarlo todo. Entré en otro sueño, ahora yo estaba donde mismo me había dormido y ella cuidaba mi sueño.

El ruido de la puerta al cerrarse me despertó, o al menos eso creí. Sin embargo debió de ser otra cosa, nadie aquí iba a entrar a mi habitación cuando yo dormía.
El recuerdo del sueño tan nítido y con detalles me llegó de repente y suspiré aliviado de que en realidad no la había besado, yo no había roto mi promesa. Ahora además de la imaginación tendría ese sueño para mi. La sábana me molestaba mientras trataba de recordar los besos que habíamos compartido, mi cuerpo aun dormido había reaccionado.
-Estupendo- exclamé frustrado, si seguía de esa manera empezarían los sueños húmedos como si fuera un chico de quince años.