Las puertas de roble macizo siempre cerradas para impedir la entrada de cualquier inoportuno o las miradas curiosas de algún estudiante. Para quien tenga intenciones de entrar, primero debe llamar a la puerta y esperar la autorización de la señorita Montblanc.
Es este un espacio reservado solo para aquellas personas que ella considera dignas de entrar, exceptuando a sus amigas que son bienvenidas en cualquier ocasión, pues son las únicas que se siente a gusto de compartir su lugar. Más que un despacho es una biblioteca, las paredes están repletas de estantes con libros de toda época y todo autor.
El escritorio de la profesora está prolijamente, sin muchos papeles sobre la superficie a no ser uno que otro libro y una pluma. No posee ninguna fotografía enmarcada ni tampoco colgada en las paredes. Más bien extraños objetos regados por aquí y por allá; si tocas alguno te encontrarás con la mirada amenazante de su dueña. Cuida cada paso que das.