Peligrosa atracción [Jardín Mirador/Yule][+18]

"Aprecio más a las bestias en comparación" Una carcajada mía le había demostrado cuando me lo dijo lo que yo pensaba sobre el asunto; sin embargo me gustaba él, sus maneras directas, no era un hombre de estos de los que se hacían los victimas de todo lo que una hacía, el no se hacía el indignado para mantener una supuesta superioridad. Este era un hombre, indignado cuando hacía falta, sensual cuando era requerido y siempre superior.
Al llegar al Jardín Mirador me detuve a admirar el paisaje, ese lugar me gustaba y podía sentir allí el olor de Valentine, ella había llegado. Sonreí.
Lentamente pude girarme y agarrarle a él de su pecho, mis manos como garras, -Espero que si aparece otro halcón no le tomes mucho cariño ni atención, detesto la competencia- me giré y caminé hacia delante aun dándole la espalda, -no me gusta que toquen lo que es mío, y tu lo eres- le dije mirándole por encima del hombro. -No aumentes tu ego aun, es simplemente que no dejaré que tomes a ninguna de las otras, son demasiado buenas para ti- me encongí de hombros dejando que la manta cayera unos centímetros y mordí mis labios en lo que podía parecer un acto bastante tímido, pero que en realidad era el conocimiento de que al hacerlo mis labios se hinchaban y se tornaban más rojos por la sangre. Cuando lo miré todo en mi reflejaba decadencia. -¿Donde están ellas?-

Sabía que tenía que llevarla directamente con las otras muchachas, pero mi fachada de indignación estaba resquebrajándose con preocupante rapidez; no podía mostrarme molesto con esta mujer por más tiempo si la llevaba a mi lado vestida solo con una manta. Frotándome la nuca, torcí la dirección hacía el jardín mirador, donde esperaba poder encontrar las palabras que nunca aprendí para algo que sonara a un amago de disculpa.
Viéndola caminar por delante era lo necesario para hacerme perder la concentración, para que nunca pudiera hallar esas palabras ni ninguna otra. Se detuvo para darse la vuelta y pegarse a mi cuerpo de una manera que encendió la alarma que no presagiaba nada bueno, aunque para mi si podía serlo. Esbocé mi sonrisa amplia, esa que aprendí cuando cometía picardías de niño.
-Si te preocupa la competencia, no es en halcones que debes pensar- mis ojos se oscurecieron mientras lo decía, reteniendo sus manos con las mías que segundos después se escaparon para darme la espalda y continuar su andar. Le reí la broma, reconociendo sus palabras como un juego pues si ella me conociera sabía que mi libertad no conocía final ni mujer que pudiera detenerme. Posiblemente, tendríamos mucho tiempo para conocernos.- No, bella, yo no soy de nadie. Pero si lo que quieres es ser mía…
Era una provocadora, ignoré deliberadamente sus últimas palabras pues sus gestos nublaban cualquier intento de oírla. Acorté la distancia con unos pocos pasos, y tomando su garganta con mis manos acaricié con el pulgar la línea de su mandíbula. Con solo unos centímetros separando mi rostro del de ella, me incliné para decir:
-Sabes lo que estás haciendo, lo que estás buscando.- era una afirmación, mi voz sonaba tan ronca por la contención de instintos que estaba experimentando-¿Segura que quieres jugar con la bestia?
No espere una negativa, aunque estaba seguro que tampoco la recibiría. La arrinconé contra el árbol más cercano, encerrándola entre la corteza áspera y mi pecho. Mis manos se deslizaban suavemente por su nuca para cogerle el cabello imposibilitándole escapar, así como lo hacía también la amenaza que se leía en mis ojos oscurecidos.
-No soy un niño, sabes, no era mi intención hacer una escena para darte una pésima bienvenida. Pero no me agradan las sorpresas.- la disculpa se generó quizás en el momento más inesperado, y sin embargo, por mis intenciones, en el ideal. Mi mano izquierda se perdió en el interior de la capa, encontrando su cintura desnuda con el anuncio silencioso de ir más allá.- Me gusta tenerlo todo bajo control.
La besé devorando sus labios con ansías contenidas por tantos meses de contar con compañía exclusivamente masculina, desahogándome por tanto extrañar el tacto de una mujer. La piel, el aroma, la pasión. Yo no era de ella, ni ella era nada mío. Pero eso se lo explicaría después. Contra sus labios, pregunté:
-¿Cómo te llamas?- necesitaba ponerle un nombre al fuego que sentía.

"Cuando compito lo hago con mis iguales" pensé mientras el se quedaba mirandome y evitaba mi pregunta, yo que me veía igual como halcón que como mujer.
Le miré absorta en sus ojos, eran ojos de un cazador, el era mi igual y reconocer esto me asustó, experimenté el miedo y el placer en una misma ecuación. No sabía si debia aceptarlo, pero sabía que tarde o temprano me´iba a rendir ante él.
Quizás debía dejar que el creyera sus propias palabras, el cielo era testigo que ambos nos pertenecíamos. Yo había vivido demasiado para andarme por las ramas. Como animal salvaje conocía mi especie y seguía mi instinto. La chica provocadora habitaba en mi, pero yo era una Mujer.
Sus manos en mi garganta quemaban, me hacían temblar, y sabía que el lo sentía.
-Yo no estoy jugando druida- fue todo lo que acerté decir antes de que me arrinconara, a fin de cuentas yo podía escapar en cualquier momento disolvíendome entre sus manos.
Sus ojos aunque el mismo no lo supiera demostraban posesión y la sangre corrió or mis venas a una velocidad mayor. Al escuchar su disculpa si cabe lo entendí mejor, esto era el, un Hombre, y era un Hombre que había nacido para mi.
-Puedes ignorarlo todo lo que quieras, a ver cuanto tiempo te toma, pero tu eres mío, naciste para mi, viviste y la vida te llevó a lo que eres ahora para mi, esperando mi llegada, tu me necesitas..- su mano en mi cintura me dejó momentaneamente sin habla.
Aproveché la oportunidad para quitarle su camisa y poner mis manos en su pecho, sentirlo, su comentario antes de besarme no me importó, lo que siguió era demasiado mágico, demasiado duro, volcánico, total.
Devolví su beso con toda la inexperiencia que tenía besando, aunque en otras cosas mis experiencias harían sonrojar al demonio en el tema de los besos yo siempre era demasiado tímida, un beso era algo especial, pocas veces compartido.
-Thera- acepté a decir mientras inclinaba mi cuello dejándolo a su merced y mis uñas dejaron surcos en su espalda mientras mascullaba ansiosa. -Al menos hoy yo soy tuya, sólo tuya, toda yo, mi parte animal también y tu eres mío extraño- le dije finalmente mientras tocaba su boca con mis dedos deseando que me besara de nuevo, sabiendo que me deseaba pues lo notaba tan junto a mi como él estaba, olvidando por unos momentos a mis hermanas que esperaban. Las había buscado por 9 años, pero a el llevaba esperándole toda mi vida.

En medio de esa tormenta de sensaciones, en el calor abrasivo de esos brazos que me sujetaban con fuerza atrayéndome a lo sublime, un sonido de alarma retumbó en algún rincón de mi mente nublada de pasión. El mensaje posesivo de esa mujer me alarmaba. Me reclamaba como de su pertenencia, y aunque se entregaba en la misma medida, no era eso lo que yo quería. No quería oír esas declaraciones, esas condiciones. Con un gruñido me aparté de ella pero sin liberarla de mis brazos.
-No sabes lo que dices- acerqué mis labios a su garganta, rozándola apenas.-Hablas como si existiera algo entre nosotros, y no somos más que desconocidos.
No sabía si creer en las palabras de ella, considerarlas una confesión me resulta aterrador y aunque fuera un engaño, las prefería como un juego previo al acto. Esos momentos de vacilación fueron los que me devolvieron a la realidad.
-Thera, no se que debo hacer…- musité contra sus labios, no sabía si terminar lo que habíamos empezado o llevarlas hasta sus amigas que las estaban esperando.
Como egoísta que siempre fui, la despojé de su manto para aprisionarla contra el árbol, enfrentándola con mi duro deseo. Serían solo unos minutos de desahogo, después la devolvería con sus amigas sin pensar en lo sucedido ni una vez más.

Me sentí apartada aunque no del todo. Podía ver que el lo negaría y maldije mi "suerte" con los hombres. Maldije a mi tío, maldije a el chico del cual me enamoré estando en la Academia y al resto de los sin nombre que pasaron por mi vida.
Cuando sus labios rozaban mi garganta le respondí. -No, no lo sé, no tengo idea de que cosas digo, tu y yo jamás nos hemos visto.- Lo dije de manera mecánica, sin sentir ninguna de las palabras, hastiada, cansada por lo que había vivido, por perderlo a él aun antes de que fuera mío. Intenté transformarme y buscar a mis hermanas por mi misma pero no contaba con la determinación suficiente para hacerlo.
Su siguiente comentario me paralizó. Lo miré de arriba a abajo asombrada. -¿Eres virgen?- no pude evitar preguntarle, nadie nunca me había confesado algo como eso, ni siquiera quien en realidad lo era.
De pronto y aun sin respuesta me vi despojada de mis ropas justo cuando pensaba que me iría del lugar. Sentí el arbol en mi espalda, y por delante todo él, su masculinidad demostrándome que me deseaba aunque esto fuera contra su voluntad, aunque lo hubiera burlado antes como un halcón, aunque mis palabras le molestaran... ahi estaba la prueba de nuestra química. Una pasión creciente, una melodía apasionada. -¿Necesitas que te enseñe que debes hacer?- pregunté aun sabiendo la respuesta y mi mano curiosa buscó en su ombligo y siguió hacia el Sur en su cuerpo llegando hasta todo su poder, recorriendole y abriendo los ojos incrédula cuando me pareció que debía terminar la longitud pero seguía y seguía...
Tragué saliva ansiosa y con miedo, pero expectante. -Te deseo- fue lo único que dije.

Ella finalmente lo había entendido; no debía preocuparme ahora de que ella considerara siquiera que nuestras acciones tendrían alguna consecuencia. Moldeaba su figura con mis curiosas manos, deslizándose por cumbres y curvas, explorando esos particulares puntos femeninos de placer. Buscando que ella compartiera la misma intensidad que me invadía en este encuentro salvaje e improvisado. No era cierto, no podía estar acosándola en un rincón del jardín mirador, donde cualquiera de mis amigos podría llegar inesperadamente para encontrarnos en la intimidad del momento. Pero no me importaba. Me reí asaltando sus labios, mascullando una negativa a su pregunta.
Ahogué mi risa cuando su caricia me arrancó un gemido, conteniéndome degusté su garganta con mis besos. Cuando mis labios siguieron el sendero a su pecho, respiré hondo escuchando el latido de su agitado corazón.
-Tienes dos opciones, bonita- murmuré con voz ronca, preso en el valle de sus senos-, o te tomo aquí mismo sin contemplaciones o reparos, o vas con tus amigas, las saludas y esta noche mientras finges dormir esperas a que yo te busque…
Entonces le enseñaría como se ven las estrellas de la isla, desde mi cama.

El recorrido de sus manos me volvía más salvaje, si se pudiera decir eso, si se pudiera lograr que me sintiera aun mejor.
Escuchándole mientras yo misma le tocaba a él. Mi mano sin esperar permiso de mi cerebro buscó aun más esta vez dentro de su ropa hasta que encontré su intensidad, su longitud y esta vez aumenté la intensidad de mi caricia. Sus besos risueños me hacían olvidar el lugar y el momento en el que estábamos.
Paré cualquier movimiento cuando sentí la caricia sutil de sus labios bajando desde la base de mi cuello.
-No hay otra opción para mí- respondí. -Luego de encontrarme con ellas no tendré tiempo para tí- "Al menos por un tiempo" -Sólo tenemos el aquí y el ahora-
Sujeté su cara entre mis manos mirándole a los ojos y busqué nuevamente el sabor de sus labios entreteniéndome con su labio inferior mientras le desnudaba y luego le miraba en todo su explendor.
-Tu tienes dos opciones- le dije sonriendo. -Me tomas ahora y luego me olvidas para siempre, jamás luego de hoy me buscarás, me tomas y me pierdes hoy o puedes buscarme y aceptar que me quieres en tu vida, que tu eres mío- terminé de decirle mientras me separaba de su cuerpo recogiéndome el pelo hacia arriba para mostrarme más ante él.

Mis manos colaboraron con las de ella para desprenderme del estorbo de mi ropa y botas, sin preocuparme en quedar en el mismo estado de desnudez. La admiré de cuerpo entero consumiéndome de dolor, y luego la levanté en brazos, poniendo sus piernas alrededor de mi cadera, enfrentando su suavidad con mi dureza, para apresurar el momento.
-Eso lo decidirá el tiempo- fue mi escueta respuesta, perdido mi control que en la desesperación por calmar las ansías de mi deseo con un gemido entré en ella, agradeciendo en mi fuero interno su cálida bienvenida. Manteniéndola fija entre mi pecho y la corteza del árbol, profundicé el ritmo de las embestidas en tanto mis labios abrían los suyos para imitar con la lengua el accionar de mi miembro. Cuando la pasión del beso me resultó limitada, mis labios, lengua y dientes fueran a la búsqueda de territorios más extensos, deteniéndose en la cumbre de sus senos. Entre jadeos y gruñidos, me hundí en su profundidad, presionándola tan fuerte que temía haberle hecho daño.
La conexión me hizo sentir uno con ella, embriagado por una lujuria que no reconocía. La mente se me nubló, mis sentidos se alteraron. Lo único que me importaba y sentía era mi unión con ella.
-Thera- rugí, liberado.
Y la vez, atrapado en su magnetismo del cuál no podía alejarme. No quería dejarla ir, deseaba suspender el momento en el tiempo. No me arrepentía, cabe aclarar, de la prisa que nos hizo impacientes, porque ella me hacía desear eso. Ser rudo, salvaje, llevar el mando, dirigir los tiempos. Si le daba ese permiso a ella estaría perdido.
Me retiré de ella sin liberarla de mis brazos, con mi frente en su cuello. Estábamos desnudos, en el jardín mirador. Constatar eso me hizo comprender la fortuna de los habitantes del Edén.
-Te llevaré a la casa.
Me incliné para recoger la capa caída con la que envolví a Thera. Después me senté en el césped para colocarme los pantalones y calzarme las botas, mientras mi corazón recobraba la tranquilidad de sus latidos.

Lo miraba asombrada y ansiosa, de tal manera que no ví el momento en el que mis pies ya no estuvieron más en el suelo. De pronto me encontraba en sus brazos, unida a el... a cada momento más.
Al momento de poseerme completamente hubo un pensamiento errante qeu me llenó. "Siempre he sido yo quien lleva el control, salvo cuando no tenían mi consentimiento" No sabía porque pero quizás el conocimiento de lo que era el dolor cuando alguien te poseía yo comencé a poseer a mis amantes. Sin embargo no fue así con él, con el druida mi cuerpo se acoplaba como si fuera un ritual entre animales, no se podía pensar solo sentir, y él era mi pareja y yo la suya.
Su boca en mi boca fue una confirmación de nuestra ansia, como si nada pudiera calmarnos, el poco a poco bebía todo de mí y yo comencé a besar su pecho, su cuello y su mandíbula con hambre de bestias.
En el momento en que profundizó en mi interior mi mente se llenó de estrellas, algo que pensé que nunca volvería a ocurrir, pero esta vez la explosión me dejó sin fuerzas y me aferré a su espalda con mis uñas intentando sostenerme en medio del terremoto de sensaciones.
Escuché el sonido de mi nombre en sus labios como si fuera un rezo prohibido confirmando su rendición al placer y escuchar su voz ronca y susurrante me hizo afirmar algo en mi mente. "Mío"
Sentirme separada casi provoca dolor físico en mi, casi porque por unos momentos aun estábamos juntos, sin embargo sus siguientes palabras enfriaron mi interior como hielo líquido por mis venas. La frase sonaba como si estuviera dejándome a cargo del resto que era exactamente lo que hacía. Por un momento en el calor que nos envolvió, en la energía que sentimos como mágica durante el acoplamiento pensé que mi historia cambiaría pero no era así, yo fui simplemente de las que llegaron la única dispuesta. Admiré su presencia con mis ojos de mujer y la furia contra mi misma, contra mis ganas de entregarme siempre completamente, contra mis ganas de amar... esa furia creció y explotó en mi silenciosamente.
-No hace falta- disfruté el momento en que sus ojos aun nublados de pasión se enfrentaban a los míos. Yo sabía que podría tenerle como amante hasta que se cansara... pero estaba cansada de ser utilizada, si me había entregado esta vez no era por simples deseos, ya no era una niña, me entregué porque como animal, como halcón y como mujer finalmente reconocía a mi pareja.
Me despojé de la capa y me lancé desde el jardín en la cima de la montaña hacia abajo, en el camino transformándome en halcón. "Están en una casa"

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Su estallido en plena cara fue como una bofetada, me dejó desconcertado y haciéndome sentir como un estúpido a la vez. Posiblemente ella esperaba palabras dulces después de lo sucedido, pero reaccionaba como si la hubiese insultado. Fue una frase con sentido neutral, ofenderla era lo que menos deseaba. Mi error estaba en que me había considerado victorioso antes de tiempo. Pensé que como gente adulta podríamos entendernos con sencillez y adoptando una postura madura, mientras la veía elevarse al cielo convertida en halcón, huyendo como la más infantil de las mujeres. ¿O la estaba juzgando erróneamente? Mi ego me había impedido pensar en un primer momento que en algo había fallado, pero esa pequeña duda se había colado entre mis divagaciones, agigantándose al seguirla con la mirada. ¿O se había arrepentido de lo hecho? Estas eran las incertidumbres que me carcomían la mente, incapaz de entender a las mujeres y su particular característica de ser impredecibles.

Me eché en las raíces de ese árbol, sosteniendo mi cabeza entre mis manos. Thera me recordaba a una diosa generosa, daba todo de sí siguiendo sus impulsos, así como yo. Sin embargo, esperaba una retribución, y yo siempre he sido demasiado egoísta como para rendir culto a una diosa.

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