Encuentros y Reencuentros [Morada de Myles/Yule 2010]

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Sonreí al ver que tomaba en cuenta mi consejo y se agarraba a mi cuello, todos mis músculos y mis sentidos se tensaron al tenerla tan cerca, sentir su frágil cuerpo recostado contra el mío me provocaba múltiples sensaciones. Note que ella bajaba la mirada y supuse que mi atrevimiento la había incomodado así que el corto espacio entre mi hogar y los jardines lo cubrí en silencio fijándome en el camino aunque lo sabia de memoria, cuando al fin llegamos me permití mirarla por unos instantes, ella debió de intuir que la observaba pues alzo la cabeza – bienvenida a mi humilde morada – le dijo sonriendo y sin más subí los escalones que llevaban a la casa y empujando la puerta con la pierna entre en la salita de la casa.

Durante el trayecto permanecí mirándole pero baje la mirada antes de llegar para que el no se fijara. Solo la alcé nuevamente para mirarlo cuando ví su casa ante mi. Parecía un sueño y me quedé asombrada, realmente parecía sacada de un cuento de hadas.
Le mantuve la mirada cuando me dio la bienvenida pero no sonreí, solamente asentí mientras el subía las escaleras conmigo en brazos.
Al entrar me revolví en sus brazos un poco asustada, pero al mirar a mi alrededor todo cambió, mi forma de ver las cosas, mi desesperación y recordé la forma en que el me había brindado su casa. Podía quedarme allí y esa idea me gustaba.
Le miré aun en sus brazos y sonreí. -Me gusta- le dije mientras me mordía los labios. -¿Vas a curarme?- pregunté ya un poco calmada pensando. -Tengo heridas en todo el cuerpo, ¿podrías prestarme una toalla para cubrirme luego de que me quite la ropa?- lo miré confiando en él. Me sentía incómoda pero aun sangraba un poco y ´tenía que verle como médico, o al menos intentarlo.

La observe al sentir que ella se movía en mis brazos, quizás estaba incomoda en esa postura, intente acomodarla mejor para darle mayor confort. Sonreí ante sus palabras – me alegro porque este será tu hogar hasta que encontréis uno para vosotras – calle ante sus preguntas – si, lo mejor será que te acuestes en la cama es lo más cómodo – dije mientras me encaminaba a las escaleras para llegar a la habitación, concentrándome en subir sin hacerle daño pues la imagen de su cuerpo desnudo formándose en mi mente me había pillado desprevenido y maldecía mentalmente por pensar primero en eso que en que ese cuerpo estaba lleno de heridas, debía de tratar de verla como las curas que les hacia a sus hermanos druidas, pero….es que aquello era tan diferente. – No te preocupes, te daré una camiseta y unos pantalones que tengo que me quedan pequeños, no quiero que te sientas incomoda solo pretendo sanarte – dije manteniendo el tono de voz tranquilo aunque empezaba a estar un tanto agitado. Pase por el estrecho pasillo y me adentre en la habitación tragando saliva bloqueando los pensamientos que se me venían a la mente, demasiado tiempo solos en la isla…..la recosté en la cama y le acomode los almohadones. Me acerque al armario y saque la ropa, me gire y se la di. – te dejo que te desvistas mientras iré preparando para hacerte las curas, pega un grito cuando termines - le dije sonriendo de lado y abandone la habitación.

Lo miré sorprendida cuando me dijo que ese iba a ser mi hogar hasta que el me explicó que solo sería hasta que me encontraran uno nuevo. Iba a preguntar si mi hogar seria como este pero al decirme que me llevaba a la cama me quedé callada tragando en seco. Sonreí de medio lado sin que me viera, pareciamos recien casados, el me llevaba a la cama en sus brazos. Al llegar al pasillo suspiré, yo generalmente no hacía bromas de ese tipo pero por alguna razón me sentía disupuesta a bromear mientras iba en sus brazos.
Un detalle de lo que me habían dicho en el Jardín antes se coló en mi mente. Ellos necesitaban el equilibrio en la Isla, y no había mujeres allí.
-Gracias- le dije por el ofrecimiento que me hizo de su propia ropa y lo miré mientras me dejaba recostada en su cama y tomé la ropa de sus manos.
"¿Pega un grito cuando termines?" sonreí en mi mente recordando las lecciones de mi niñez, una señorita jamás levanta la voz. Me desnudé en su cuarto y me vestí con su ropa y salí a buscarle.
En mi mente aun la inquietante verdad de que solo había hombres en aquel lugar y ellos nos necesitaban, no podía ser yo muy ingenua ¿o si?
-Myles- llamé mientras lo buscaba en voz baja, solamente asomada al pasillo. Si el resto de nosotras llegaba allí y tenía fé en que así sería, seriamos capaces de ayudarlos. Cerré los ojos recordándoles a todos y finalmente al dueño de la casa en la que estaba y de la ropa que cubría mi piel y sonreí recordando su olor. -Myles- llamé nuevamente.

Me pare un momento en el pasillo para poner en orden mis pensamientos, pues desde que había posado mi atención en aquella mujer habían sido un torbellino imparable. Las curas Myles, las curas me dije mentalmente reaccionando, fui al baño tome el material medico y volvía por el pasillo cuando escuche la voz de la mujer llamándome. Alce la cabeza y mire a la dueña de la voz, la sorpresa se reflejo en mi rostro a pesar de que yo mismo le había dado la ropa, vérsela puesta había desatado en mi muchas reacciones, que no estaba seguro si eran recomendables estando a solas y teniendo que curarla. La miraba de arriba abajo embobado, solo el tacto del maletín medico me saco del estupor y mi expresión cambio, la mire con los ojos entrecerrados – No puedes caminar, te dije que gritaras – replico muy serio y volví a tomarla en brazos como había hecho en el jardín, dejando en su regazo el maletín para que lo sostenga mientras la llevo de nuevo a la habitación y la poso suavemente en la cama – ¿donde estas herida? – le pregunto con suavidad pues antes he sido algo autoritario.

Lo iba a llamar una vez más cuando el apareció en el pasillo y le sonreí por un momento pero el no se fijaba en mi sonrisa. Myles miraba mi cuerpo de una manera que me hacía sonrojarme. Y sin querer me mordí los labios pero el me miraba ahora de forma diferente y serio mientras me regañaba y me tomaba de nuevo en lo brazos. Al sentirme regañada las lágrimas llenaron mi ojos pero de nuevo en sus brazos la sensaciones eran mucha más intensas. Su suavidad para ponerme en la cama luego de toda la dureza en su voz me hizo sentir mucho más sensual que jamás en mi vida. Yo era consciente de mi naturaleza de mujer frente a él.
En ese momento en la cama y con él mirándome no existía nadie más, solo nosotros dos. Un miedo visceral me recorrió pero al mirarlo a los ojos no había nada más que no fuera tensión.
Pensé en rebelar la herida en mi cadera pero las marcas de cicatrices de lobos traerían demasiadas preguntas que en mi estado no sabía si podría hacer frases lo suficientemente coherentes para explicar.
Intenté subir la camiseta sin dejar de mirarle a los ojos, pero la pena pudo más que yo. - Tengo una herida debajo de... de...- tomé su mano y lo guié justo debajo de mis senos por debajo de la camiseta de él.

La observo pacientemente a la espera de una respuesta perdiéndome en su mirada. Vi que subía la camisa y el pulso se me acelero, tienes que verla como una paciente me repetía como un mantra. Me toma por sorpresa que agarre mi mano y más al ver al sitio al que la dirige, le dejo hacer pues estoy pasmado, la suavidad de su piel, el calor de su cuerpo, demasiado tiempo solos, mis sentidos me bombardean implacablemente. Trago saliva, demonios parezco un chiquillo - empezaremos por ella – digo con la voz más ronca de lo normal. – permiso – digo mirándola a los ojos mientras le levanto la camiseta hasta que la herida queda al descubierto, tengo cuidado de no descubrir más de lo necesario por el bien de mi salud mental – voy a limpiártela – le digo mientras tomo del maletín unas gasas y agua oxigenada. Me siento en la cama y me inclino sobre ella limpiándole la herida con mucho cuidado. - ¿qué te parece lo poco que has visto de la isla? – pregunto para distraernos a ambos, a ella del dolor a mi de la tentación.

Sentí sus dedos en mi piel, más que una exploración eran una caricia. Yo jamás había tenido novio pero tenía 25 años y bastantes ideas. Desesperada cerré los ojos, esperando que el resto de mi cuerpo pudiera esconder lo que mi mirada no podía.
Era injusto que en medio de todo lo que había pasado, esperando al resto de nosotras yo estuviera sintiéndome así pero no podía negarlo.
Su voz ronca pidiendo permiso aun sonaba en sus oidos pero yo prefería mantener mis ojos cerrados.
Sentí su toque en mi herida, primero en los bordes y sentí que ardía pero podía aguantarlo. Sonriendo por su pregunta abrió los ojos- Me ha gustado mucho- le respondí mirándole en lo que pretendía que fuera bastante sugerente pero no tenía ni idea si lo había logrado y me disponía a cerrar los ojos nuevamente para evitar la vergüenza cuando el agua oxigenada cayó en la herida haciéndome resistirme a sus cuidados mientras le empujaba las manos rechazando la cura por el dolor del momento y moviendo los brazos de manera que la camiseta se subiera un poco más de donde estaba antes. Por un momento me quedé quieta mirándole, sabiendo que el me miraba y cuanto veía y luego bajé la camiseta. -No hay otra manera de curarme supongo- le dije algo nerviosa.

Atento a sus reacciones, sonreí al oír sus palabras y me pareció notar una cierta picardía en ellas, pero quizás mi mente elucubraba sola. Curaba la herida hasta que ella aparto mis manos la mire interrogante pero fue una muy mala idea, pues en mi campo de visión se coló su cuerpo expuesto, por un momento me quede mirando absorto pero sus palabras me hicieron apartar la vista y mirarla a los ojos – me temo – carraspeo un poco pues de pronto noto la boca seca – me temo que es la única forma de asegurarme que no se te infecta – consigo decir – debí avisarte que escocia, tratare de tener más cuidado – le digo sonriendo tenuemente disculpándome, me concentro de nuevo en la herida y al cabo de un momento ya esta limpia. – Por suerte la herida no es muy profunda no tendré que darte puntos, te echare una crema y te la vendare – digo sin alzar la vista pues debo comportarme correctamente, ella esta herida y bajo mi protección. Saco del maletín la crema y la echo en mis dedos, la extiendo con mucho cuidado por su herida, y por ultimo la vendo, tiro de la camiseta hacia abajo y la cubro y por fin me permito mirarla - ¿tienes más heridas? –

Soporté las ultimas curas en esa zona más nerviosa que adolorida. Asentí casi sin mirarlo a los ojos cuando el me dijo que la herida no era muy profunda. Lo siguiente que dijo pasó desapercibido para mi, de pronto tenía sus manos delicadamente en mi cuerpo untándome crema. Por unos instantes me permití perderme en esas sensaciones hasta que terminó por vendarme la herida y me cubrió.
Me obligué a mi misma a mirarlo a los ojos. Suspiré de pronto consciente de que al ver mis cicatrices estaría espantado, realmente no eran muchas solo cuatro y una pequeñita en mi cadera izquierda peor yo las detestaba.
Aparté la mirada de sus ojos y comencé a bajar la otra prenda que me había dado por un costado de mis caderas. Mis manos temblaban y me mordía los labios inconscientemente hasta que bajé la prenda entera hasta la mitad de mi caderas y mi ropa interior solo de ese lado.
En este punto de desnudez temblaba considerablemente y no podía mirarle.

Pensé que ya había pasado lo peor, que había logrado evitar la tentación y había hecho un buen trabajo pero al ver que se bajaba el pantalón me di cuenta que la tortura acababa de empezar, concéntrate, concéntrate me decía para darme fuerza. Cuando media cadera quedo descubierta pude vislumbrar unas cicatrices, sin poder reprimirme las acaricie con suavidad – Valentine – susurro – has sufrido mucho - le digo mientras alzo la mirada posándola en sus bonitos ojos – nadie debería sufrir así – me percato entonces de sus temblores y no lo puedo reprimir la abrazo intentando calmarla – aquí estas a salvo – le prometo en un susurro pero con determinación.

En medio de mis temblores sentí la suavidad de sus manos en mi piel, justo encima de las cicatrices. Como el pronunciaba mi nombre y la manera en la que dijo las cosas me hizo verlo a los ojos.
El mantenía su mirada en mis ojos, y no se que me hizo quedarme así sin poder moverme, aun temblando pero sin despegar mi vista de la de él. En toda mi vida nunca había sentido algo así. Era pura magia lo que despertaba Myles en mis sentidos.
Su abrazo repentino hace que algo dentro de mi se funda en calor, no se si es mi corazón o mi piel pero no quiero despegarme. Puse mi mano entre nuestros cuerpos, justo encima de su cadera intentando que mi sangre no manche sus ropas. El contacto sin embargo fue algo violento, lo sentí vibrar entre los dos pero no podía apartar mi mano de él, no quería.
Lentamente miré entre el espacio reducido entre nosotros y luego a sus ojos, expectante y mi respiración agitada.

Siento su mano posarse en mi cadera el contacto me sorprende y me provocaba un escalofrío, noto que me aparta, me separo lentamente pues me había sentido extrañamente a gusto abrazándola. No se si me aparta porque no quiere que la abrace o porque esta herida, clavo mis ojos en los suyos para tratar de obtener la respuesta, la veo expectante y mis dudas se resuelven. Le acaricio la mejilla me tiene embelesado, he perdido la noción del tiempo y me tiene atrapado en su mirada.

Intento mirar sus ropas, no se si he conseguido sin querer mancharlas con mi sangre. Miré y no me lo pareció por lo que subí mi mirada y el aun mantenía sus ojos fijos en mi.
Por unos momentos no hicimos más que mirarnos y no hubiera sabido que hacer si no hubiera sentido su caricia, lenta, dulce, arrebatadora en mi mejilla. Inconscientemente paso la punta de mi lengua mojando mis labios resecos. Siento mi cuerpo expectante, todo revolucionado ante él pero no sé que debo hacer. Siento que mi semidesnudez es ahora más evidente pues no llevaba sosten debajo de sus ropas y mi cuerpo entero experimenta una sacudida.
Despacio sin casi notarlo mi mano se mueve por su ropa, antes lo mantenía separado de mi y este nuevo movimiento es un intento por atraerlo, sin notarlo ni yo misma hasta que mis dedos rozan su piel justo allí en su cadera. Por unos segundos me quedo paralizada y luego lo arrastro mas hacia mi, casi pegando nuestros cuerpos.

Mi atención se posa inconscientemente en cada uno de sus movimientos, primero en su lengua refrescando sus labios, miro su boca el deseo esta inundando mi piel, acaricio sus labios en trance, su suavidad agita mi respiración. No puedo apartar mi mirada de ella, no quiero. Noto su mano moviéndose pero esta vez me acerca, se me eriza la piel, necesito calmar este ansia que siento. Bajo mi mano de la mejilla al cuello acariciándolo, pido permiso con la mirada para seguir bajando y muevo mi mano por su costado tocando pero sin tocar solo con las yemas, siento un cosquilleo en las manos.

La caricia de sus labios fue como una brecha en el muro de mi contención. La caricia nuevamente en mi mejilla y luego en mi cuello me exalta, mis movimientos son a su mismo compás, a su mismo ritmo.
Su mirada fue a la vez un pedido y una afirmación. Era una manera de expresar que estaba a su merced pero que me cuidaba, me respetaba y fue esto lo que me hizo arquear mi espalda buscando un contacto más cercano a mi pecho cuando sus dedos se desplazaban por mi costado.
Mi mano seguía aferrada a él en la cadera pero tomo lo mismo que doy y suelto sus ropas para acariciarle de un modo más íntimo, mis dedos se desplazan por la piel desnuda de su torso pero esta vez soy consciente del movimiento de mis dedos en su piel. -Myles- susurro pero su nombre era una pregunta y una afirmación.

Siguiendo un camino no trazado en el campo, pero aprendido de memoria por las veces de recorrido, conduje a la nueva hechicera a la morada donde la primera viajera era atendida por el médico del lugar, Myles, el hermano menor de Lucien y afortunadamente, muy diferente a él. En todo el trayecto no habíamos intercambiado palabra, es más, me mantenía a la delantera seguido por ella unos pasos más atrás. Era cierto que su… impresión inicial había chocado increíblemente con mi paciente y compresivo carácter, lo que explicaba porque yo estaba imitando su descortesía. No obstante, pensé que yo era algo así como una de las cabezas del grupo de druidas, y ella era algo así como una invitada que posiblemente no sería mucho tiempo solo una invitada, así que no me quedaba otra mostrar algo de buenos modales.
-Llegamos- anuncié, alcanzando la entrada al hogar de Myles y dando unos golpecitos con los nudillos en la puerta cerrada-, aquí está ella. Mi nombre es Loghan, el médico que la está atendiendo en estos momentos es Myles, y tu amiga Valentine puede explicarte la situación- concluí, quizás demasiado bruscamente.- O yo, como prefieras- me esforcé en agregar.

Mientras mi rostro permanecía inescrutable, los pensamientos se me arremolinaban en mi mente, recuerdos de tiempos pasados y expectativas presentes. Estaba a punto de reencontrarme con ella, y posiblemente, con las demás. Mi mente estaba en cualquier otra parte menos concentrada en el camino que estaba siguiendo o el guía que me enseñaba el camino. Subí casi inconcientemente las escaleras, y la voz del hombre así como el golpe de sus nudillos contra la madera me sacaron de mi ensimismamiento.
Podía entender cierto tono cortante en su voz, aunque el desagrado era mutuo. Esperaba que los otros dos que lo acompañaban y si es que había más –como parecía ser-, fueran una compañía un poco más amena. Lo único que importaba, era que su nombre era Valentine.
-Yo soy Diana- me presenté, adelantándome a él para girar el picaporte de la puerta y abrirla. Juro que no fue mi intención sonar tal como él, pero así fue.- Y creo que prefiero…
La salita de la casa estaba vacía. No se escuchaba ninguna voz, ni nada. Nadie. Por un instante, por solo un maldito minuto, había confiado. Había depositado confianza en un desconocido como una estúpida niña inocente. Había caído en una trampa. Él me encerraría en esta casa. Me giré hacía Loghan echando chispas por mi mirada.
-¿No eres tan tonto como para tenderme una trampa en solitario, verdad?- le pregunté sintiendo como mi temperamento crecía.

El silencio de la sala a mi también me llamó la atención, como pude notar que a ella la puso en cautela. Seguramente Myles había acomodado a Valentine en un dormitorio disponible, para aplicar algún tipo de sanación, lo que no era mi especialidad. Pero que ahora me afectaba porque esta chica de ojos verdes de repente pasaba de ser un pasivo gatito a una enfurecida leona. Entrecerré los ojos al oír su provocación.
-Para dejar las cosas en claro desde un primer momento,- dije dando un paso adelante para que viera que no me intimidaba-, no pienso hacerte daño, ni a ninguna de tus amigas. Se que todas han pasado por tiempos oscuros y sobrevivido a ataques de hechiceros que antes decían protegerlas. Pero no formamos parte de ese grupo; solo somos un grupo de hombres con nobles inocentes- recalqué la palabra “noble”, no fuera que creyera que nos aprovecharíamos del hecho de que éramos unos hombres solos en una isla con varias mujeres-, que esperamos contar con ustedes para ayudarnos a cuidar esta tierra.

-Tengo mis razones para ser desconfiada- aclaré por mi parte, igualando su tono arrogante-, como tú dices, han sido demasiados años sobreviviendo a intentos de asesinato contra mi persona y mis amigas.- yo también di un paso buscando aunque sea hacerlo retroceder.
Rodando los ojos al oírlo hablar de nobleza y reprimiendo el impulso de decirle que más de un hombre utiliza esas mismas palabras para ligar, escuché una última parte de su discurso que realmente me desconcertó.
-¿Qué? ¿De que estás hablando?- exclamé,- ¿Eres un granjero?
Por una vez me permití estudiar sin disimulo su físico, y aunque la vista fue agradable, me detuve más en el detalle de que tenía la musculatura propia de un hombre de campo, así como recordaba, también lo tenían sus compañeros del círculo. Mi mirada regresó a sus ojos para detenerse en ellos. Un momento que se perdió un segundo después, cuando rompí el instante apartando mi mirada para evaluar el lugar que me rodeaba.

Me froté las sienes con una mano, no solo para apaciguar el dolor de cabeza que comenzaba sino también para tener un escudo a ese par de ojos verdes que a veces parecían no decir nada y al siguiente se fijaban en uno diciendo todo. Tenía ganas de darme media vuelta y dejarla en esa sala para retirarme por la salida.
-No, no soy un granjero- contesté con exagerada paciencia.
Quería terminar de una con esa situación, así que tomé la salida fácil.
-¡MYLES!- grité, resonando mi llamado en toda la casa.
Pasé de largo al lado de ella para tomar asiento en el sofá de la sala, a la espera de que el médico se dignara aparecer. No me molesté en invitarla a hacer lo mismo.

Una extraña mezcla entre gruñidos y sonrisas me invade cuando noto como arquea el cuerpo en respuesta a mis caricias. La calidez de sus manos en mi pecho me abruma, al oír mi nombre en sus labios detengo mi mano en su cadera y levanto lentamente la cabeza para posar mi mirada en sus bonitos ojos. – Valentine – susurro acercándome poco a poco a ella pero a escasos centímetros de su rostro la voz de Loghan llega alta y clara a mis sentidos. Me detengo, me lleva unos segundos recuperarme, con desgana me separo y me levanto de la cama – ¡YA VOY!– grito cerca de la puerta, vuelvo a acercarme a la cama y carraspeo – será mejor que termine de curarte y baje – digo con voz extrañamente ronca. Solo me lleva unos minutos terminar la cura – ya esta, ya puedes vestirte, voy a bajar a ver que pasa, ahora vengo – digo a modo de explicación y aun un tanto aturdido voy al baño y me lavo las manos y bajo las escaleras para encontrarme con Loghan. - ¿Qué ocu….- pero la frase muere en mis labios pues al ver a una mujer en medio de la sala me callo por la sorpresa. – Hola, bienvenida a mi casa y a estas tierras – digo suavemente mirándola – soy Myles Rondeau – me presento acercándome.

Lo siento en mi piel, en todos lados de mi cuerpo y finalmente en mi mirada más que verlo lo siento también. Mi nombre en sus labios me provocó un suspiro e impaciencia y el momento es un preludio armónico antes de sentir sus labios.
El momento es interrumpido por un llamado que me hace consciente de nuestra situación, pero los cuidados rápidos de pronto me demuestran que Myles me cuida de otras miradas y sonrio mirándole.
Al bajar el pienso que debo hacerlo yo también, el momento ha pasado y mi timidez me pide que no lo prolongue, Cruzé mis brazos a la altura de mis senos para evitar que mi casi desnudez sea demasiado evidente y bajé las escaleras.
Sin embargo en el salón se encontraba una mujer hermosa, y Myles está presentándose embelesado. Un puñal de hielo me atravesó ¿como puede un corazón detenerse así y como puede él luego de nuestro... de lo que pasó en el cuarto... como puede estar embelesado?
La curiosidad por esta bella mujer me hace mirarla más aun y advierto el medallón en su cuello, han pasado muchos años pero esa mirada de pronto es para mi tan familiar como el primer día que la ví bajo aquel árbol.
-Has cumplido- le dije a Loghan con felicidad y me lanzo a los brazos de quien un día fuera la escéptica.

Se mostró evasivo, reservado. Demostró su malestar frotándose la frente lo que me irritó aún más y me dejó en claro que era un arrogante al que le gustaba que todos sigan sus propias reglas. Llamó a gritos a un hombre que le responde del piso superior con el mismo tono. Le di la espalda a Loghan para mirar la vista a través del ventanal de la sala. “¿Dónde estás?” la llamó en silencio.
Los pasos que descendieron por la escalera me anunciaron la entrada del médico que atendía a mi amiga. Un hombre joven que se detuvo sorprendido al verme para luego tenderme la mano a modo de saludo. Mi mirada se cruzó con la suya, una algo se divisaba en sus ojos que reconocía como admiración. Podría haber disfrutado de esa sensación, pero así como había sucedido con los hombres del círculo, lo ignoré. No podía negar que ellos eran atractivos, inclusive en altanero que se encontraba sentado en el sillón. Todos tenían un aire a… salvaje. El rostro de ese chico, en cambio, una frescura de juventud que los otros parecían haber perdido hace un par de años.
Mi atención se concentró en la muchacha que lo siguió. Sentí un escalofrío que subió por mi columna; me enfrentaba a un espejismo, mis defensas se desmoronaron y me hallé corriendo hacía ella para estrecharla en mis brazos. Una oleada de calor se extendió por mi pecho, pero no llegaron a quemar mis ojos con lágrimas; nunca más volvería a llorar.
-Soy yo- dije, mi nombre tácito-… Diana- agregué, tomando su cara entre mis manos como si de una niña se tratara aunque yo fuera menor que ella. Pero necesita ver en esos ojos a la adolescente que había sido mi amiga.

Sonreí ante el escrutinio al que me sometió la mirada de la mujer pero su indiferencia me confundió por lo que me quede observándola descolocado. Una voz a mis espaldas llamo mi atención, me gire dispuesto a reprenderla de nuevo por el esfuerzo al que había sometido a su cuerpo maltrecho al bajar las escaleras pero enmudecí al darme cuenta del momento tan emotivo que se desarrollaba ante mis ojos. Pose mi mirada en el abrazo de las amigas y sin poder evitarlo me contagie de la magia del momento enternecido por el reencuentro. Sin darme cuenta mi vista se poso en una de las heridas de Valentine y reaccione, me acerque con cautela a ellas y toque el hombro de la pelirroja para llamar su atención odiándome por interrumpir el momento pero la preocupación por sus heridas prevalecía a las miradas asesinas que aquella intromisión podía provocar. – Será mejor que os sentéis, en el sofá podréis hablar más cómodas – dije mirando a ambas – tus heridas se volverán a abrir si sigues haciendo excesos – advertí suavemente a Valentine posando mi mirada en ella.