La Primera Maestra Hechicera en llegar [Jardín Mirador/Yule 2010]

La había llevado en brazos hasta el jardín mirador, siguiendo el consejo de Aidan. Ella no despertaba de su inconciencia aún, prestándose a ser observada por las miradas de los druidas que, ante ese abandono, no se molestaban en mostrarse disimuladas. Yo tampoco podía apartar mi mirada de ella. Ni siquiera sabíamos su nombre, pero un halo especial la envolvía.
Descansaba en un sillón de mimbre, con un almohadón bajó su cabeza. Me encontraba sentado en otro, con los brazos colocados a los lados, esperando su despertar. Lo habíamos conseguido, ella había llegado hasta nosotros. Las demás vendrían después, aunque todavía no supiéramos cuantas eran. Ni como eran. Y si estaban dispuestas o no a ayudarnos.

Como rey en su tierra, conocía cada piedra de esta isla, el nombre de cada árbol y el sonido del cantar de los pájaros. Ante mi presencia llegó Loghan cuando arribó a la Tierra del Árbol Sagrado buscando escapar de si mismo y aceptar su legado; ante mí arribó un perdido Aidan, también con una punzada de dolor constante su interior. Ante mí, porque esta es mi tierra.
Loghan desempeñaba un liderazgo nato, y aunque podría oponerme, consumirme de envidia quizás, o planear un revocamiento sutil, no lo haría nunca. Porque ser el jefe significa ser el dueño de muchas vidas, y yo apenas puedo ocuparme de la propia. Yo no nací para trabajar por el pueblo, para rendir cuentas a alguien, para tomar decisiones o ejecutar ideas. Loghan sabía que podía decidir por las vidas de otras personas –detrás de su fachada de líder carismático, no es más que un manipulador y un fanfarrón-, pero la mía nunca. En sus manos se encontraba esa niña que descansaba bajo nuestras miradas.
Di una par de pasos hacia ella, buscando con descaro observarla con más detalle.
-Es bonita.- opiné con una sonrisa ladeada.- Si todas se parecen a ella creo que no podremos cumplir con nuestro voto de celibato por más tiempo- bromeé.
Doblé mis rodillas frente el sillón, extendiendo una mano para acariciar su cabello cobrizo.
-No creo que siga desmayada, para mi que está fingiendo.- comenté en voz alta para alertar tanto a mis hermanos como a la chica.

Me sentía transportada, sabía que me llevaban a algún lugar y como algo lejano oía la voz del que me cargaba. Sin embargo las promesas de seguridad para mi ya no significaban nada.
Me sentí mucho mejor cuando me recostaron. Podía oler el aire fresco de la montaña, el sonido de los pajaros y una extraña tranquilidad me invadió. Una premonición de que este era mi hogar.
Sentí una nueva voz, ya completamente consciente y al escucharle apreté sin querer mis piernas. La inocencia que habitaba en mi se movió sin mi permiso, interpretando sus palabras del modo equivocado... quizás.
Al sentir su caricia me asusté y al verme completamente descubierta abrí los ojos para clavarlos en los del hombre más fuerte que había allí.
-¿Que quieren de mi?- le pregunté sin apartar la vista. -¿Por qué nos buscan?-

Le dirigí una mirada fulminante al fastidioso Lucien; no era más que un descarado, y con sus juegos no conseguiría tranquilizar a nuestra inquieta visitante. Sentí la necesidad inmediata de protegerla, así que aparté la mano de Lucien con un movimiento reprobatorio. Aunque fuéramos amigos, él era una de las personas con las cuáles discutir era casi un hábito diario.
-Tranquila- repitió a la muchacha-, estás en casa. Somos los Druidas de esta isla, solo queremos ayudarte y protegerte. Porque necesitamos también, de tu colaboración. Mi nombre es Loghan…- hablaba suavemente esperando calmar sus exaltados ánimos, sonriendo de esa manera que usaba para persuadir- ¿cómo te llamas?

MIré callada al hombre hasta que el otro hombre, el que me dió su mano para ayudarme a levantarme lo quitó y con esa voz tranquila que tenía empezó a explicarme. Respiré varias veces y luego asentí con un gesto.
-¿En casa?- demasiado confundida aun para entender. - ¿Ayudarme?- pregunté y de pronto una de sus palabras penetró en mi con intensidad, "Druidas" y sin pensarlo toqué mi medallón, pues sabía que tenía símbolos druidas.
-Mi nombre es P..- paré en secó lo que iba a decir. -Nuestros nombres fueron la manera en la que nos encontraban y dejamos de usarlos. Me dicen la observadora. Luego comenzamos a llamarnos por otros nombres, ahora soy Valentine D´Remy. - les dije y me paré aun algo débil, habían dicho que estábamos en una isla y que iban a ayudarme y protegerme.
-¿Como lograron traerme aquí? ¿Pueden traer a las demás?- pregunté rapidamente, donde quiera que estuvieran no iba a ser peor que aquí con La Corte persiguiéndolas. -Somos 6 en total, sin contar la familia ¿podemos hacerlo?- me senté nuevamente agotada, la última pelea fue dura. -¿Como se llega a esta Isla? ¿Los que nos persiguen pueden llegar? ¿Por qué necesitan de mi colaboración?- sabía que hacía demasiadas preguntas pero no podía evitarlo, la vida de las otras estaba aun en peligro.

MIraba de uno a otro de todos nosotros. Todos tenían la mirada fija en ella, como esperando. Sn embargo yo sabía que ella no era mi dama, estaba seguro de reconocerla sólo de verla. Yo, tendría que seguir esperando, rezando para que una de ellas fuera la que había estado esperando desde siempre.

No pude evitar fijarme en su medallón. Nosotros estuvimos teniendo las visiones de ellas, unos más fuertes que otros y miré al resto de nosotros sin decir palabras.
-Mi nombre es Aidan Von Savage, eres bienvenida- le dije cuando nos dijo su nombre.- Queremos ayudarlas, aquí solo llegan los que nosotros queremos, nadie puede seguirlas aquí, pero necesitamos que nos hables de ellos...de La Corte- le pregunté maldiciéndome por hablar de algo que evidentemente a ella la trastornaba. Miré a Lucien como pidiendo ayuda, ya no sabía que hacer.

Siguiendo a las palabras de Aidan, con paciencia, colocando mis codos sobre las rodillas levemente encorvado hacía adelante, pasé a explicarle a la muchacha la situación, como si los dos estuviéramos solos y no siendo observados por tantas miradas curiosas. Sostuve su mirada para que acaparar toda su atención.
-Entiendo… Valentine- accedí, asintiendo con la cabeza-, no se quienes las están persiguiendo no se quienes se esconden tras el nombre de la Corte Oscura, pero si quieres contarme, te prometo que no permitiremos que les hagan daño. Con nosotros, están protegidas- repetí-, esta isla está a kilómetros de distancia de algún puerto de Gran Bretaña, nadie conoce de su existencia a no ser los Druidas encargados de cuidarla… Esta tierra, Valentine, posee magia en estado pura, y está siendo amenazada- callé esperando ver alguna reacción en sus delicadas facciones, alguna señal de compresión, de interés quizás-, la magia se está debilitando porque no se consigue el equilibrio… porque la ausencia de las Druidas en estas últimas décadas está generando una desestabilización tal que aunque nosotros hagamos hasta lo imposible, no es suficiente. Porque las necesitamos… a ustedes- y la miré, me mantuve firme a esos ojos azules que me devolvían la mirada.- Ese circulo de piedras en el que apareciste está conectado a un Árbol Sagrado en el bosque, ese a su vez al colgante que tienes en tu cuello- se lo señalé con la mano-, por ese medio la llamamos a todas aquellas que sean portadoras del un colgante semejante, tus amigas si deciden responder, llegarán pronto.
Sabiendo que lo último podría desconcertarle un poco, se lo aclaré.
-Ese Árbol representa la Vida misma pero, sobre todo, se le atribuye un don particular… el de poder establecer conexiones, sin importar las distancias. Porque el mundo en sí está conectado, ¿sabes?- se que sonaba complicado, pero esperaba que pudiera entenderme:- Ese Árbol posee raíces que penetran kilómetros bajo tierra y se expanden por gran parte de la isla; si colocas tu mano en su tronco, si guardas silencio y escuchas con cuidado, podrás sentir la isla. Así es el mundo; todos formamos parte de el, estamos unidos… el tiempo es una ilusión también lo es la muerte. Si uno se detiene un momento, abre su mente y se permite sentir, descubre que todo responde un solo núcleo que nos mantiene unidos.
Me puse en pie, sonriéndole con amabilidad.
-Descansa, Valentine, te quedarás unos días con nosotros… pero, tranquila, nadie te hará nada- dirigí una mirada significativa a Lucien, como advertencia-, ni te incomodará. Aidan puede acompañarte a una habitación libre…- giré hacía el aludido para indicarle que se encargara de la joven.- Lucien, ven, tenemos cosas que hacer.
Me retiré del jardín sin mirar si Lucien se tomaba la molestia o no de seguirme, pero sabia que lo haría. Aunque se mostrara indiferente, le intrigaba conocer a las otras herederas. Hechiceras poderosas, se decía. La primera había sido una grata sorpresa, tan bella, delicada y asustada, despertaba en mi el deseo de protegerla, de prometerle que todo estaría bien. Valentine había logrado impresionarme; no sabia que podía esperar de la siguiente.

-Encantada- le dije a Aidan cuando se presentó y su mensaje de que allí no podrían hallarnos me dió esperanzas. Sin embargo cuando mencionó La Corte sentí como si alguien me quitara el aire de golpe y bajé la mirada.

Cuando Loghan se inclinó y comenzó a explicarme me calmé intentando seguir sus palabras. -Se hacen llamar a ellos mismos así, -le dije- por muchos años se han encargado de la educación de las chicas y los chicos como yo. Los respetaba, porque la imagen que teníamos de ellos era de seres justos. -Callada pensé por una vez en el pasado y en los chicos que igual que nosotras un día, confiaban en ellos.
-Un día nos reunimos 6 chicas en el colegio y fundamos una Orden bajo las ramas de un árbol. Desde ese día sin siquiera notarlo nuestra magia creció. Hay cinco chicas además de mi, tres mayores y el resto menores. También está nuestra familia, protegidos de momento.- empecé a explicarle de manera general y a cada palabra por dentro rezaba para que todos estuvieran bien, por no estar cometiendo un error. -Al principio no notamos que nuestra magia crecía, poco a poco sin embargo se fue haciendo evidente. Buscaron debilitarnos, una a una, cuando permanecimos unidas el golpe fue directo y nada sutil.- les dije y suspiré recordando. -Lograron separarnos fisicamente, sin embargo al tener los medallones sentíamos la presencia de las otras...nueve años de ataques.-terminé diciendo y comencé a escucharlo mientras el seguía hablándome.
Lo que el me decía parecía de un cuento de hadas, pero algo en esa tierra me llamaba, me hacía sentir diferente y no podía mantenerme al margen de lo que le pudiera ocurrir. Entendí que nos necesitaban, allí solo había hombres. Esa idea me inquietó y decidí preguntarle cuando terminara de hablarme de la Isla.
-Nosotras decidimos hacernos los colgantes, nadie nos los dió ¿Como puede ser coincidencia?- le pregunté confundida.
-¿Unos días? Pensaba que...que podríamos vivi aquí- dije y negué con la cabeza avergonzada de haberme hecho ilusiones. Iba a preguntar sobre la manera en que les podiamos ayudar, sabía como pero no tenía ni idea de que esperaban. La vida que llevaba durante nueve años no dejaba espacio a nada más. -¿Como se supone que haremos para ayudarlos?- pregunté pues de pronto tenía la imagen de una subasta de mi persona entre tantos hombres.
Por último me paré haciendo gala de mis pocas fuerzas. -¿Cuando podemos llamar a las otras?-

Habían hecho un esfuerzo enorme para atraer a la isla a las mujeres, temía que a pesar de sus intentos no lo consiguieran, pero allí estaba ella. No podía dejar de mirarla, había tenido numerosas visiones en la que ella se le aparecía, miles de veces me había preguntado quien era, como pensaba, si los ayudaría y había deseado ayudarla. Hasta ahora me había mantenido observando, pues la presencia de la mujer me tenía embelesado, aun no la creía real, había dejado actuar a mis compañeros. Como si hubiera emergido de un profundo sueño mi mente despertó cuando Loghan le asigno a Aidan ocuparse de ella, - Aidan, se quedara en mi casa y yo me mudare a la tuya si no te es molestia – le dijo al hombre sonriendo pero con firmeza – la casa más cercana es la mía y tengo conocimientos médicos, hay que trasladarla lo menos posible y curarla – sentencio con renovada determinación. Poso su vista en la mujer y se acerco – me llamo Myles Rondeau, si me permites te curare las heridas, en cuanto te recuperes te prometo que nos reuniremos de nuevo para traer a las otras – le aseguro sonriéndole tranquilizadoramente.

Tal como había dicho, ella solo fingía dormir. Por la intervención de Loghan y por la propia inquietud de la chica, me distancié unos pasos de los dos, aunque este último me resultaba atractivo en una joven bonita. Me recosté contra una columna con los brazos cruzados viendo como nuestro autonombrado líder presumía de su carisma y diplomacia para poner a Valentine al corriente de las cosas. Fue una charla larga entre los dos, que me producía aburrimiento cuando él hablaba pero que adquiría un matiz interesante al escucharle a ella. Mi hermano menor también se hallaba cerca, todos parecíamos aves rapaces sobrevolando a la presa, si es que eso puede definir el brillo que habitaba en nuestras miradas al observarla. Myles se veía tan embelesado de Valentine como Loghan. Solo Aidan parecía ajeno; como si no fuera ella lo que esperaba. Seguramente ella tampoco era la indicada.
Loghan hizo amago de retirarse del jardín, y a la orden de “Lucien, ven” que sabía que odiaba, lo imité, pero Valentine reunió fuerzas para encararnos y formular una última pregunta. Dejando que mi compañero se encargara de ello, me adelanté hacía la salida sabiendo de sobra a donde quería que lo siguiera. Ese conejito asustado había perdido todo interés para mí.

-Mejor aún, Myles, encárgate de ella…- accedí, cuando ya me dirigía a la salida con Lucien detrás- Aidan, tú búscale un hogar. Cuando decía que solo se quedarían unos días con nosotros, me refería a nuestros hogares. La Tierra del Árbol Sagrado les da la bienvenida por todo el tiempo que así lo deseen.
La última pregunta de Valentine me obligó a darme la vuelta y enfrentarla. No había respondido las anteriores, ni pensaba hacerlo aún; pero parecía desesperada por saber que sería de la fortuna de sus amigas.
-Eso es lo que iré a hacer ahora, pero tú debes quedarte aquí, con Myles.- se que había sido brusco, acostumbrado como estaba a dar órdenes pero con ellas debía ser más suave-, por favor.
Sin darle oportunidad de decir algo más, salí del jardín mirador hacia el Círculo de Piedras siguiendo a Lucien, a esperar a la siguiente viajera. Si todas se asemejaban a Valentine, pensaba, ese día sería realmente extenuante.

Me sentía segura con Aidan y me sorprendí cuando uno de ellos que hasta el momento se había apartado se acercó. -Gracias- le respondí mirándo a unos asombrosos ojos azules cuando él me brindó su casa.
Me paré e intenté apoyarme en el hombro de Myles pidiendo permiso con una mirada. En mi mente ocupada pasaban un millón de imágenes. Escuché a Loghan e iba a protestar cuando el terminó diciendo un "por favor". Respiré lentamente y asentí suavemente con la cabeza.
-Gracias- le dije finalmente y los miré a todos, no se me ocurría que más podía decir y comenzaba a sentirme más débil por las heridas recientes, al pensar en eso recordé exactamente en los sitios que estaba herida y miré a los ojos del dueño del hombro en el que estaba apoyada.
Justamente él pensaba curarla y la timidez logró teñir sus mejillas. -Podemos ir cuando quieras- le dijo en un alarde de valentía que no sentía. Comencé a caminar a su lado pensando en las otras y esperando que llegaran pronto y que todas lo lograran.

Me había brindado a cuidar de Valentine, sabía que de todos los presentes yo era el único que no la importunaría, ella se sentiría a salvo conmigo. Sin embargo Myles me dió una orden clara disfrazada de pedido y asentí sonriendo. -Eres bienvenido a mi casa- le respondí.
Aun estaba pensando en toda la información que la chica nos había dado. Nueve años de batallas y estando solas... Miré a a chica nuevamente, parecía frágil pero aunque engañara a otros yo estaba seguro que los poderes que portaba eran muy fuertes. Ninguna niña, que era lo que debía ser cuando todo empezó, ninguna niña hubiera sobrevivido sola a una cosa así. Valentine era mucho más fuerte de lo que parecía.

.Buscaré un lugar en el que se puedan acomodar todas- les dije y me despedí para caminar por la Isla.

Ignore las palabras de Loghan, pues no necesitaba de su consentimiento para prestarle mi ayuda a la mujer, tenia toda mi atención centrada en ella – un placer – le respondí con suavidad a su agradecimiento. Deje que se apoyara por un momento en mi hombro mientras agradecía al resto de chicos, y mire a Aidan dándole las gracias con la mirada pues sabia que antes había sido un poco brusco. Mire curioso como se sonrojaba pero ello no se notaba en su voz, la mire maravillado y solo atine a seguirla unos pasos pero en seguida recupere el control y con falsa mirada inocente – permiso – le dije mientras la cogia por las piernas y la cintura – no es recomendable que camines las heridas se te pueden abrir, puedes agarrarte de mi cuello para sujetarte mejor – le ofreció mientras salían del jardín.

Caminaba a su lado, mi mano apoyada en su hombro. Sentía sus músculos moverse bajo mis dedos. Miré atrás por un momento, no sabía cuando llegarían las otras. Mi alivio era grande al saber que tendriamos ya un lugar. Me giré a mirar a Myles cuando pidió mi permiso e iba a preguntar por que cuando me alzó en sus brazos.
Abrí la boca dispuesta a decir algo, cualquier cosa, pero volví a cerrarla sin saber que decir. Jamás había estado tan cerca de un hombre que no fuera de mi familia. Me abracé a su cuello sin hallar otro lugar donde poner mis manos. Su olor me hizo tener un escalofrío poniendo mi piel de gallina. Baje mi mirada apenada, esperando que el no se percatara y cuando volví a mirarle me encontré con su mirada mientras ibamos a su [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]