El corazón tiene razones... [Hogar de Aidan/Imbolc 2012]

Las encontré en una isla. Eran pupilas mías cuando me iniciaba como profesora; en ese entonces tenía yo una profesión estable y próspera. Lo más estable que había tenido en mi vida de viajera errante. A los veinte años ya conocía varias lenguas y las costumbres de distintos paises se mezclaban con las mías. Había pensado que la Academia era el lugar idóneo para radicarme. Estaba equivocada.

Una década después, me hallaba en otro espacio diferente. Ellas me habían llamado, y yo acudí. Estoy habituada a los viajes, a los cambios, a los finales, y a los nuevos inicios. En su tarea de restaurar la aldea de la isla, mis antiguas estudiantes contaban con la ayuda de un consejo de druidas, todos de sexo masculino. Eran los guardianes de la isla, algunos de los pocos sobrevivientes de la epidemia que asoló la isla hace unos años. Eran jovenes en su mayoría, de edad similar a la de las hechiceras y a la mía también. Me agrada conocer gente, soy amable en tanto el temperamento de la otra persona me lo permita. Por eso acepté visitar a Aidan. El trato que había tenido con él desde mi llegada había sido escaso, por lo que su invitación no dejó de sorprenderme pero se apreciaba un clima hostil entre hechiceras y druidas por lo que agredecí ese gesto de hospitalidad. Hasta entonces, mi estadía se había limitado a convivir con las chicas y en eso llevaba meses. Los druidas más jovenes me dirigían la palabra más alla de lo estrictamente formal, entre ellos Aidan que no por eso dejaba de ser tímido. Bueno, así lo caracterizaba yo. Amelie decía -con una mezcla de veneno y exasperación- que siempre parecía estar viendo hacía su interior. Eso no era malo a mi parecer, yo hacía lo mismo.

Fue ella quien me acompañó hasta la casa, pues yo no conocía el camino y luego se marchó. Se había ofrecido a llevarme solo porque tenía que visitar a alguien que vivía por allí. Con la correa de Wendy sujeta a mi muñeca, grité a modo de saludo:
-¡Hola!- a fin de anunciar al druida de mi llegada.

-Sophie-Repetí para mi mismo una vez que la conocí. Siempre pensé que conocer a la mujer que llevaba toda mi vida esperando iba a ser como un golpe fuerte, una maza que me golpeaba en medio del pecho, un volcán para mis sentidos ya casi muertos. ¿La reconocí de inmediato? Sí, por supuesto. Su llegada en cambio fue muy diferente a como había imaginado. Mirarla trajo un soplo de vida a mi mustiedad, escucharla fue comprender que ya no era un maldecido. La primera vez que yo tomé su mano entre las mías para un saludo encontré el lugar al que yo pertenecía: A su lado.
Ella en cambio no podía verme... no cambió a mis ojos por esto, yo había estado cuidando de esta Isla a la que amaba, pero en un momento de retrospección pensé que nada de lo que había hecho podía enseñárselo. Mis oraciones antiguas habían dado sus frutos pero yo me sentía frustrado. Como hombre no podía alardear de mi trabajo, de mi casa hecha para ella, y me encontré pensando que no tenía nada para darle, y ni la más remota idea de cómo conquistarla. Aunque en uno de esos días que compartimos casi todos Thera me dijo que tenía mi amor y a mi mismo, yo en realidad creo que solo tenía mi amor, mi persona entera le pertenecía. Ya entendía porque nunca veía las imágenes que veía mi compañera ¿Sería capaz de hacer que ella viera lo que yo veía?

Me costó mucho trabajo tomar la iniciativa de hacerle una invitación, sin embargo el hombre en mi se impuso, yo la quería en mi casa.
Abrí la puerta al escuchar su saludo -Hola- le respondí y tomé su mano a la vez que saludaba a Wendy cariñosamente con la otra mano -Hola Wendy, tu también eres bienvenida- A su alrededor yo siempre andaba a tientas, muchas veces no sabía que hacer, al menos esta vez que había armado un plan pero al verla no sabía si funcionaría. Yo quería mostrarle mi casa pero ¿lo apreciaría ella o sería una falta de tacto de mi parte?. Comencé a caminar con ella de la mano -Mi casa es oscura por fuera, la madera sin embargo por dentro es muy clara o está pintada de blanco. Mi perro Peter Pan (xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD) hoy anda fuera. No sé si te gusta el mar, tengo una terraza muy linda desde la que puedes escucharlo, a mi al menos me relaja. Si prefieres que te muestre la casa sólo tienes que pedírmelo; o si quieres dar un paseo por los alrededores- Me quedé sin palabras mirándola, era preciosa y me ponía nervioso, creía haber hablado más de la cuenta.

Al escuchar el crujir de la puerta al abrirse sonreí anticipándome al saludo de Aidan. Dejé que su mano guiara mi camino, con Wendy por detrás sabiendo que no debía adelantarse cuando era otro mi guía. Subi los escalones ayudándome del pasamanos, cada paso dado con vacilación. Entonces Aidan comenzó a describirme su casa, a grandes rasgos. No sabía que tenía un perro.

-Me encantaría ir a la terraza- dije con ilusión, inmediatamente después de que terminara de hablar. Solo lo había pensado y puesto en palabras.- Amo el mar, su aroma salado y el fresco de su brisa; eres muy afortunado con tenerlo a poca distancia.

Apoyé mi mano en una pared cercana acariciando la madera, era mi manera de conocer las cosas. En todos mis años había aprendido a andar despacio, a moverme con un lento cuidado. Aidan no me parecía de esas personas que fueran a enojarse con facilidad, si es que rompía algo, pero por si las dudas...

-Viven en una isla realmente hermosa,- comenté, mientras nos encaminábamos a la terraza- las chicas me contaron de los distintos lugares que hay, y es íncreible como todo fue construido por las mismas personas que habitaron esta tierra. A salvo del mundo exterior- suspiré, era triste pensar en como los druidas contemporáneos habían protegido la naturaleza mientras en otros lugares se explotaban los recursos o todo se concentraba en el turismo.- Me gusta vivir aquí.- afirmé, como ya lo había hecho desde que llegué.

Inmediatamente me felicité, haber escogido ese lugar para contruir la casa para ella. Cada cosa que había hecho lo hice para ella, y Sophie me parecía perfecta a cada instante un poco más.
La ví caminar despacio, tocando la pared y sin prevenirlo ni premeditarlo las palabras salieron de mi mente. -Poco a poco te irás acostumbrando a la casa- Acabando de hablar me arrepentí pues daba por hecho que ella llegaría a vivir allí o al menos me visitaría con frecuencia. -Quiero decir... espero que te sientas cómoda, si quieres venir o mudarte al lado del mar, si prefieres esta casa te la regalo, yo podría irme si lo prefieres y esta sería tu casa..- Salíamos ya de la cocina para acceder a la terraza, sus cabellos revolotearon con la brisa y se los aparté suavemente sin poderme contener.
-Me alegro que te sientas bien aquí en la Isla. Ojalá te quedaras para siempre, eres muy bienvenida Sophie.- La acompañé hasta el columpio y me senté a su lado acariciando a Wendy con la mano y sin decir nada más. Me dediqué por completo a mirarla, no creyéndome que por fin ella hubiera llegado.

El druida tenía una forma peculiar de decir las cosas, o mejor dicho, de decirme las cosas a mí. Era atento y parecía que lo único que le importaba era que me sintiera a gusto; las primeras veces creí que se debía a mi ceguera, eso lleva a algunas personas a considerarme "especial", por ello es que el trato que me daban solía ser similar al que se da a un niño que apenas aprende a caminar. Se me escapó una carcajada y lo interrumpí diciendo:
-Aidan, no tengo ni la menor intención de desalojarte de tu propia casa, que dices. Quizás si venga a molestarte algunas tardes para escuchar el mar, pero por el momento me siento cómoda viviendo con las chicas, no te imaginas cuanto las extrañé.
Subí mis pies a la hamaca y me columpié levemente, para sentir el vaivén tranquilizador. Amarré la correa a un brazo del asiento, dejando a Wendy un corto espacio de desplazamiento en la terraza.
-Para siempre es mucho tiempo...- murmuré,- Pero me agradará quedarme aquí todo el tiempo que pueda.

Escuchar su risa y poder mirarla eran regalos que no había esperado, o a lo mejor si, pero la verdad yo hacía mucho tiempo había perdido las esperanzas antes de que ella llegara.
-No sería un desalojo puesto que si te gustara vivir aquí con las chicas yo me trasladaría, me gustaría poder darte el placer de estar cerca del mar. Si prefieres tener tu propia casa yo podría hacerla para ti, aunque fuera un refugio pequeño para pensar y estar a solas con Wendy.-
El vaiven de la hamaca me hizo suspirar pero sus siguientes palabras me dejaron helado "Para siempre es mucho tiempo" Mucho tiempo fue mi vida antes...
Tomé su mano en la mía, estreché sus dedos, les di la vuelta en los mios, miré la piel de sus manos y finalmente y sin poderme aguantar besé la cara interna de su mano antes de solatarla y pararme para acercarme a la barandilla y calmar mis pensamientos.

Su generosidad me tomaba desprevenida, me sorprendía y no sabía si restarle importancia con una sonrisa no haría más que ofenderle. Parecía sincero en su ofrecimiento, por lo que me cuestioné si es que acaso los druidas estaban tan acostumbrados a construir casas que algo común para ellos. No sabía si arriesgarme a pensar en que había algo oculto tras su generosa oferta.
-Gracias, Aidan, eres muy bueno conmigo, y tendré en cuenta tu ayuda- dije luego de pensar concienzudamente mi respuesta.

Lo siguiente si que me dejó sin nada que decir. Retiré mi mano apenas sentí su roce, a riesgo de ofenderle, quedándome sumamente sorprendida. Sentí en la hamaca la ausencia de su peso, por lo que supuse que se había incorporado. Sus pasos en la terraza resonaron en mis sensibles oídos pero sin alejarse más que un metro. Me quedé aturdida, poniéndose mis defensas en alerta, activando los sentidos de la desconfianza. Si me guiaba por las acciones de Aidan terminaría creyendo que en esa isla era costumbre demostrar cariño a todo habitante en un sentido u otro, no obstante, soy de esas personas que ponen limites a las demostraciones cariñosas. Por mi parte, no alentaría esas actitudes.
-¿Te agradan las chicas? Digo, ¿no les molesta a los druidas que ellas vivan en esta isla?- pregunté lo primero que se me pasó por la mente, para seguir como si nada hubiese pasado.

Para una persona como ella imaginé que no fuera nada fácil tomar lo que yo le brindaba, a fin de cuentas yo crecí con esta carga, con esta pesadilla de saber que había una sola dama para mi en el mundo. ¿Cómo podría explicarle a ella algo como eso?
-Te debo una disculpa Sophie- respondí a su intento de olvidar lo que acababa de ocurrir. me acerqué nuevamente y me senté a su lado.
-¿Recuerdas la historia de las colonias mágicas en Eslovaquia?- le pregunté intentando que se hiciera una idea. -Aquella historia que a todos los chicos magos les hacen estudiar sobre las costumbres de esas colonias, donde los hombres toman pareja para toda la vida, hay dentro de todas la historia especial del Jefe de aquel lugar y la maldición de su hijo que nunca encontró a su dama y que fue desterrado, ¿recuerdas esa historia en especial?- la miré ansioso.
No sabía como reaccionaría ante mis palabras pero me negaba a seguir escondido de todos y menos de ella.
-Yo soy ese hijo desterrado, si tu te sientes mal con mi presencia no tienes más que decirlo, si te molesta que esté en la Isla yo me iría nuevamente, si tu me pidieras cualquier cosa yo la buscaría, porque Sophie tu acabas de romper esa maldición-

Fdr: Supongo que ella mejor que nadie para recordar parte de la historia de la magia xD

Me hubiese gustado que no insistiera en eso, que se guardara esa disculpa y así poder restarle importancia a ese momento de incomodidad. No me gustan los enfrentamientos, ni hablar francamente de algo que considero que debe dejarse en el pasado.
-Aidan...- procuré decirle que no tenía por qué disculparse, que fingiéramos que nada había pasado. Pero mi intención quedó atorada en mi garganta.
Él se sentó a mi lado otra vez, la hamaca se meció con su peso. Habló de historias que pensé eran para cambiar el curso de la conversación; respiré aliviada creyendo que era así. Asentí cuando me preguntó por las colonias de Eslovaquia, siguiendo atentamente su explicación.
-Si, la recuerdo.- fue todo lo que salió de mi pecho. No sabía como atenerme a lo que mi intuición me dijo que vendría después. Estaba aterrada, si. Ese tipo de presentimientos me da verdadero terror.
Respiré hondo a los minutos que siguieron a su declaración. Sabía que no podía evadir lo que acababa de confesarme, pues como la vez anterior, no me lo permitiría. Así que vistiéndome con mi atuendo de dama fría y segura de si misma, le pregunté:
-¿Cómo lo sabes? Yo se que no lo soy, ¿cómo puedes saberlo tú?

Me había lanzado de cabeza por un acantilado y sin cuerda de seguridad y lo sabía; sin embargo lo único que me molestaba era haberla hecho sentir mal.

-Sophie- suspiré sin saber que decirle porque sus palabras me frustraban. -Ya te dije una vez y lo reafirmo, si mi presencia te incomoda no dudes en decírmelo, si prefieres que nunca más toque este tema, por favor sólo tienes que pedirlo, pero por favor no me niegues-

Porque ella era la única de las compañeras que no lo aceptaba, porque ella era la única que no lo sentía... por esas razones yo había decidido alejarme, porque ella no me necesitaba, no me quería y para mi su bienestar era lo más importante.

-Llevo demasiados años esperando por este momento, por la mujer adecuada pero nunca pensé que ella al llegar me viera insuficiente. No te preocupes Sophie- argumenté- como te dije lo que tu decidas con mi vida yo simplemente lo haré, no tendrás que escuchar nuevamente de mi, si prefieres que seamos amigos y nunca más se toque el tema también lo aceptaré y respetaré siempre tu decisión. Siempre soñé con tener niños corriendo a mi alrededor, con mis propios hijos pero -me encongí de hombros aunque ella no podía verme- da igual-

-Aidan, tu me agradas y mucho- insistí, pues me dolía que él pensara que su presencia me molestaba; era una de las personas más amables que había encontrado en la isla, nunca lo había considerado como un incordio. Nunca había pensado decirle que se alejara de mí, no lastimo a las personas adrede. Ahora me preguntaba si lo mejor era decirle que sí prefería mantener las distancias.
Pensé que contaba con la fuerza suficiente para decirle que no quería volver a tocar el tema, que nos limitáramos a un trato de amigos. Con el tiempo él se daría cuenta su error, comprendería que yo no era el tipo de mujer que encajara en historias como esa. Lo último fue un golpe bajo. No creía en el amor, no en ese amor que idealizaban las personas y por el que erraban por el mundo buscándolo. No creía en el amor, ni tampoco había encontrado nunca un hombre cual lazo de amistad me diera la posibilidad de pensar en formar una pareja estable. Hasta los hombres soñaban con amores así. Ninguna parecía ser el indicado; hay gente que opta por engañarse y encuentran a otra persona para unir sus vidas. Me aterraba cometer un error así, que si no lo sentía con el corazón, nunca le daba la menor oportunidad a nadie. Aunque eso me encerrara en la soledad y me impidiera tener hijos. De joven me di cuenta que lo físico en mí, estaba unido a lo emocional. Pensé en adoptar; casi lo había hecho y esa niña tuvo que huir, la encontré años después en la isla convertida en una muchacha.
-No, no quiero que vuelvas a decir que yo soy esa mujer. Algún día la encontrarás y te darás cuenta que casi cometiste un error conmigo, comprenderás que entre nosotros solo puede haber amistad. Es lo que puedo ofrecerte si estás dispuesto.- dije, con una expresión seria que esperaba que no denotara mi pesar- Algún día encontrarás con quien formar una familia y tener hijos.
Nunca fui hipócrita para asegurar a los otros un amor en el que yo no creía, pero tampoco deje que mis ideas influyeran en ellos. Había gente que encontraba el amor solo porque creía en él. Había gente que moría antes de ver morir su amor, por lo que me guardaba mis opiniones.
-Yo no creo en que haya una persona destinada a otra en este mundo, lo siento. No creo en las almas gemelas, ni en el amor eterno.

-Lo entiendo- le dije después de escucharla hasta que terminó de decirme todo lo que quería. -No te preocupes creo que puedo acostumbrarme a la idea, si así lo prefieres, seremos amigos, y este tema nunca más saldrá entre nosotros. Sin embargo a pesar de todo lo que creas y de que nunca toquemos el tema nuevamente te diré algo: Solo porque creas que algo no existe, eso no significa que no existe.-

La miré alegrándome por primera vez que ella no pudiera verme, que no se diera cuenta de las lágrimas que surcaban mi rostro.

-¿Quieres pasear alrededor de la playa?-

Pensé en contestarle, en insistir en que el amor no es posible para algunas personas; que creer es poder, y yo no creía. No podía. No obstante, respeté sus palabras pues el había aceptado las mías sin contradicción alguna. Quizás lo había lastimado, lo que me sumió en el abatimiento. Suena sencillo decir "hagamos como si nunca hubiese pasado" pero llevarlo a la práctica requiere de mucho tacto y también puede ser juzgado como una terrible estupidez.

-Sería estupendo- acepté, incorporándome de la hamaca y tanteando con mi mano libre de la correa las paredes para encaminarme a la salida.

¿Y si regresaba a casa? Eso sonaba igual de estúpido que lo anterior. Guardaba la esperanza de que Aidan se quitara esa idea pronto de la cabeza, pasar el momento incómodo sin mayores problemas y seguir adelante. Es increíble como una con el paso de los año logra revestirse de un armazón de hierro alrededor del corazón y rechazar con el tono más frío que se pudiese imaginar. Me dolía, sinceramente, decir que no. Pero lo decía sin el menor arrepentimiento. Como si fuese ya, una costumbre. Solo esperaba que al igual que otras veces, pudiésemos pasar de este momento.

-¿Hace mucho tiempo vives aquí?- pregunté, pues él me había dicho que provenía de lejos.

Cuando aceptó me levanté y miré sus movimientos. Era increíble como lograba dominarse, incluso en un espacio que apenas conocía. Aun así no pude evitar tomarla de la mano, esa con la que tanteaba las paredes. -No es que dude de tu capacidad, pero permíteme al menos tener esta cortesía... ya sabes por el mal rato- le dije y tomé a Wendy con la mano libre. -Ven Wendy princesa, vamos a pasear-

Cuando ya estábamos en la arena le respondí a su pregunta. -Unos años, Jake me encontró casi muriendo de hambre y me salvó la vida, yo ya no tenía donde vivir y el me brindó su hogar... es un gran amigo.- Caminamos y miré como el sol iluminaba otra parte de la playa, el sol daba la vuelta a la Isla, la vida era rica en eventos, yo podía esperar.

Era muy extraño que al final la hubiera encontrado, la parte casi imposible se había vuelto realidad, ahora solo quedaba la parte difícil.
-Cuando llegué muchas de las casas estaban deshabitadas y yo los ayudé a arreglarlas, esta no existía, pero ellos me permitieron quedarme aquí y me dieron a escoger entre varios lugares, llegué y escogí este y bueno ya sabes... le tomas amor a lo que construyes con tus manos, los demás arreglos están ya terminados y aquí me quedé, me enamoré de esta tierra.- Miré su perfil y me permití sonreír. -Por eso te reitero que si quieres que te construya tu propia casa puedo hacerlo y será un gusto.-

-Gracias- musité tras una pausa, siendo guiada por su mano.

En la playa, la brisa fresca del mar erizó mi piel. Se oía el oleaje que besaba la costa con un vaivén, era música para mí. La paz. El silencio. El susurro de la naturaleza. Escuché a Aidan, compadeciéndome de su triste pasado, y me di cuenta que me gustaba oír su voz, por lo que le di mi atención sin interrumpirlo. Todo formaba parte del lugar donde estaba, y era tan mágico. Había esos momentos en los que sentía que en la isla podía acariciar mi corazón con su hechizo.

-Lo tendré en cuenta, en serio.- le aseguré cuando reafirmó su oferta de construirme una casa. Lo que me recordó la que yo tenía en otros tiempos.-Cuando me mudé a mi propio hogar, elegí un pueblo pequeño aledaño a un bosque. Era una casa de campo de pocas habitaciones, hecha de piedra y con un jardín delantero donde cultivaba hierbas. Me gustaba respirar tantos aromas cuando me sentaba a pensar. Era lo que podría llamarse un refugio... Tuvimos que dejar muchas cosas al marcharnos.

Su silencio me hacía sentir indeciso, yo podía fácilmente estar aburriéndola. Llevaba un día muy extraño, el mejor de mi vida por tenerla cerca y el peor por sentirme completamente erróneo para ella.
Escuché un retazo de su historia y me imaginé su casa, como una casa de muñecas en un claro de un bosque encantado... sentí su soledad y su añoranza de tranquilidad, así como su dolor por dejar su casa y... ¿que otras cosas habría dejado?
La pregunta me volvía loco.

Luego de un silencio me atreví a preguntarle. -Dejaste a alguien Sophie ¿cierto?- me callé inmediatamente por lo absurdo de mi pregunta. Era obvio que una mujer tan bella dejaría corazones rotos donde quiera que fuera. -Lo siento es que no sé si tienes familia- intenté pasar mi metedura de pata anterior por preocupación familiar.
Mi comportamiento me hacía sentir más ruin que nunca en mi vida.

Casi había creído que sabía a que se refería con su pregunta, cuando una aclaración de su parte me hizo ver lo errado de mi pensamiento. Me sonroje levemente por mi mala interpretación. Negué con la cabeza al contestar.
-No, no deje a nadie. Era más bien, el lugar, el entorno, la gente en sí. Era profesora y adoraba mi trabajo, tuve que dejar a mis alumnos tan abruptamente y sin ninguna explicación.- recordé con tristeza,-Tenía una vida apacible y estable, lo había logrado por mérito propio. Y tuve que abandonarlo todo sin dudar.- no sabía bien por qué, le contaba eso de mí, liberaba con él la congoja que llevaba tiempo oprimiendo mi pecho.- Seguramente tu puedes entender; tener una vida planificada en un lugar, y tener que dejarlo todo por un futuro incierto. Vagar sin rumbo.

En ese entonces, todos mis proyectos se iban concretando. Había llegado a Londres sin más compañía que mi cachorra guía y siendo poco menos que nadie. Había logrado un empleo. Ese empleo me había permitido ganarme reputación, costearme mis gustos y comprarme una casa. Restaurar luego la antigua casa de mis abuelos con el fin de formar mi propia familia, si, una familia atípica, pero familia al fin. No planeaba casarme, pero fantaseaba con la idea de contar con mis jóvenes amigas como hermanas menores y lo que consideré un milagro, tener la posibilidad de adoptar a una de ellas como mi hija. Después todo se derrumbó.

-No tengo más familia que esas hechiceras que están viviendo con ustedes.- le dije al fin.

Suspiré aliviado y de pronto me dí cuenta de que sus palabras no me deberían hacer sentir mejor, ella realmente había estado sola todo ese tiempo.
Su tristeza me contagió y la miré mientras hablaba, pero no sentía lástima de ella nunca sentí lástima de ella, era la mujer de mi vida y no me quería ni ver... debía sentir lástima de mi mismo... que patético.
-Se lo que es vagar sin rumbo buscando algo y pensando que nunca lo lograrás- había hablado sin pensar y nuevamente había metido la pata a lo grande. -Lo siento- me disculpé con ella nuevamente, esto de disculparme por mis palabras ya se convertía en una rutina.

-Puedes contar conmigo Sophie, y estaré por ahí en algún lugar, debo partir un mes a avisar a mis padres... a verlos- terminé de decir.
Recogí una concha muy linda y la puse en sus manos. -Espero que cuando regrese te sientas mejor-

-Aidan...- comencé, como cada vez que buscaba las palabras correctas para expresarme- No es necesario que me pidas disculpas todo el tiempo, no quiero que al estar conmigo sientas que en cualquier momento puedes decir algo equivocado o lo que sea, yo te cuento cosas sin tapujos,... por favor.

Sentí en mis manos el peso de un objeto, que al acariciar con las yemas pude apreciar su textura rugosa por lo que pude deducir que era una concha de mar. Le sonreí.
-En esta isla es imposible no sentirse bien con el tiempo.- respondí.
Me guardé el obsequió en un bolsillo, dándome media vuelta.
-Creo que ya debo regresar con las chicas.- anuncié, pues ya había disfrutado un rato de su compañía y debía volver.- Espero que tengas un buen viaje, y supongo que nos volveremos a encontrar cuando regreses.

Escuché sus palabras y asentí. -Lo sient...- Me callé y sonreí. -Eso haré y supongo que con el tiempo se haga más fácil. Lo que sucede es que pasé toda mi vida imaginando como sería.-

Su sonrisa me hizo sentir aliviado. La acompañé por la playa hasta la casa. -Te acompaño hasta casa de Myles, voy en ese rumbo.- En realidad necesitaba hablar con Lucien y decirle a los chicos que me iba, Jake debía ayudarme con los preparativos y otras cosas. La miré de reojo y sonreí, Jake y Thera debían ayudarme a que ella se quedara aquí.

-Cuando regrese te buscaré para contarte- le dije mientras seguíamos caminando por la arena.